Por Dino Rozenberg
No son fáciles de encontrar, pero el mensaje se reconoce de inmediato. Son unas bicicletas comunes, pintadas de blanco y con algún retrato, flores y recuerdos que les han dejado con el tiempo. Están a la intemperie, amarradas al borde de las calles. Y sí, señalan el sitio donde un ciclista fue atropellado. Muerto.
Los memoriales callejeros que atestiguan accidentes con ciclistas comenzaron a instalarse hace unos veinte años y se han extendido a muchos países. Buscan llamar la atención sobre los peligros que corren quienes toman la –ahora—valiente decisión de subirse y pedalear una bicicleta por la ciudad. No debiera ser algo heroico o arriesgado.
Andar en bicicleta es una actividad que involucra al menos dos beneficios inmediatos: uno es ambiental, ya que trasladarse sobre dos ruedas sustituye el uso de vehículos contaminantes, que además ocupan las calles y requieren espacio para moverse y estacionarse. El segundo es su contribución al bienestar físico y mental asociado al deporte y la actividad al aire libre. Es muy frecuente ver ciclistas en Montreal y otras ciudades canadienses, desde niños pequeños hasta gente de la tercera edad. Ayudan las vías y carriles ciclables, las bicicletas compartidas y otras medidas de apoyo.
Pero andar en bici es peligroso. Según la Canadian Automobile Association (CAA), cada año mueren en todo el país 74 ciclistas. En dos terceras partes se involucró un automóvil o camión, y en por lo menos un tercio se violaron reglas de tránsito.
En Montreal, la organización que coloca las bicicletas fantasmas decidió incorporar a los peatones, que también ponen su parte de dolor. Ahora se llama Souliers et vélos fantômes Québec (SVFQ, https://www.velofantome.org/). Según el Servicio de Estadísticas del gobierno canadiense, cada año mueren entre 350 y 450 peatones en incidentes callejeros.
La idea de señalar el lugar donde una persona ha muerto no es nueva, y en varios países de América Latina es frecuente encontrar pequeños altares o “capillitas” al costado de las carreteras. Para los creyentes, un punto desde el que alguien se elevó.
Compartir el espacio público
Las bicicletas fantasmas, sin embargo, no son solo un homenaje sino también queja y reclamo. Los ciclistas y peatones atropellados, golpeados y muertos son una evidencia de que las ciudades no acaban de completar la infraestructura y extender los programas educativos.
Hacen falta carriles aislados del tránsito para pedalear con seguridad, como ocurre en los Países Bajos y Escandinavia, y programas para que los ciclistas y automovilistas respeten las reglas del tránsito y compartan el espacio público en orden. Hay ciclistas imprudentes y hasta temerarios, pero no se puede olvidar la desproporción entre un automóvil de 1,000 o 1,200 kilos y una bicicleta que puede llevarse al hombro. No deben ser armas letales.
Las tristes bicicletas blancas
Las bicicletas blancas son tarea de grupos de civiles, a veces organizados para la promoción del deporte y la defensa del espacio público. Se dice que todo comenzó en Ámsterdam, que es el paraíso y el infierno de los ciclistas, de donde pudo pasar a Inglaterra y de ahí a toda Europa. En 2002 se instaló una bicicleta en San Francisco, más como un evento artístico que un memorial, pero la idea se ha extendido a ciudades de Estados Unidos, Brasil y Canadá.
En Toronto las bicicletas son instaladas por Advocacy for Respect for Cyclists (ARC https://respectcyclists.org/about); en abril de 2006 colocó la primera bicicleta para recordar la muerte, el mismo día, de dos ciclistas.
En diez años de existencia, Vélo fantômes Québec ha instalado una veintena de bicicletas en el área de Montreal. Algunas permanecen por años y otras ha sido vandalizadas o retiradas por las autoridades. Ocasionalmente las colocan a cierta altura para evitar que las arrastren las barrenieves. La primera se instaló en la esquina de las avenidas Parc y Mont Royal, aunque luego fue desmontada. Existe una bien conservada en la avenida Papineau, entre St. Joseph y Gilford, en el Plateau, como homenaje a Maxime Levesque, atropellado en 2021.
En la Ciudad de México la costumbre la adquirieron los Bicitekas (https://www.bicitekas.org), quienes suelen organizar pedaleadas nocturnas y promover el uso responsable de las calles. Existen además la Unión de ciclistas de Brasil (https://uniaodeciclistas.org.br/) y, en Buenos Aires, el colectivo Masa Crítica.
Frías, inmóviles, quizá descuadradas, las bicicletas fantasmas son un triste recordatorio sobre la fragilidad de la vida humana y la urgencia de protegerla con todos los recursos posibles.