El español avanza firme en Norteamérica, una entrevista con Darío Villanueva, exdirector de la Real Academia Española

En 2007, el Dr. Darío Villanueva fue elegido miembro de la Real Academia de la Lengua Española (foto: RAE).
El catedrático español visitó Canadá hace unas semanas y habló de la presencia de nuestra lengua en estos confines. También nos habla del significado de sentirse hispanoamericano en tierras lejanas, y sobre las nuevas censuras que hoy ponen en peligro la libertad de expresión.
Por Carlos Bracamonte y César Salvatierra

El reconocido catedrático español Darío Villanueva Prieto (Villalba, 1950) recordó que vino a Canadá por primera vez hace cuarenta años. Se ha reencontrado con viejos amigos que conoció en el verano de la vida. Ahora ha vuelto para ofrecer tres conferencias (Ottawa, Montreal y Laval) sobre Miguel de Cervantes (El Quijote) o William Shakespeare (Enrique V) y los elementos precinematográficos que se pueden destacar en estas obras.

Como antiguo director de la Real Academia Española (2015-2019), el profesor Villanueva tiene información de primera mano sobre el movimiento permanente de nuestra lengua en todo el mundo.

Al respecto, el también teórico y crítico literario ha dicho en una de sus columnas: “Ciertamente, nuestro idioma posee una naturaleza extraordinariamente versátil, en constante apertura a la multiplicidad de matices y músicas diversas sin perder por ello su molde gramatical estable y común, y una recia ortografía compartida” (El País, 19/06/18).

A propósito de su visita, Hispanophone dialogó con él sobre la situación de nuestra lengua en Norteamérica, donde, considera, es necesario desarrollar políticas que secunden la defensa del bilingüismo, particularmente en Estados Unidos.

— Gracias a su experiencia como profesor visitante, usted tiene un amplio conocimiento de la sociedad norteamericana, e intuimos que también tiene una opinión clara sobre el devenir del español en estos territorios, en sus mezclas con el inglés (spanglish) y el francés (frañol), sobre todo en hispanos de segunda generación. ¿Hay algo que lo sorprenda de estos intercambios en el habla coloquial de la gente?

Spanglish, portuñol, frañol, es decir, los resultados del contacto entre estas lenguas significan el intento de aproximar una lengua con otra, pero sin crear realmente una nueva lengua que tenga identidad por sí misma. Son lenguas instrumentales para entenderse en las comunidades. Es evidente la representación que tiene la comunidad hispana en los Estados Unidos, sobre todo, en el plano económico y político. Esto implica un alto interés de que los productos sean en idioma español y que los empresarios opten por trabajadores bilingües. Hay otros terrenos trascendentes como el musical y el deportivo. En el terreno de las comunicaciones, ya vemos que hay una serie de programas dirigidos al público latino. Se calcula que en el año 2080 en Estados Unidos habrá 108 millones de hispanos, y el país llegará 400 millones; es decir, una cuarta parte serán hispanos.

El doctor Darío Villanueva ha reflexionado también sobre esto en un artículo titulado “Estados Unidos en el español global” (ABC, 14/07/18), donde indica: “Los lingüistas diferencian entre dos situaciones distintas en lo que al contacto entre lenguas se refiere: el bilingüismo y la diglosia. Detrás del distingo están las relaciones de poder. Una cosa es la convivencia de dos lenguas en un plano de razonable equidad y otra cuando la lengua A, así denominada por los expertos, representa la riqueza, el poder y el prestigio social, mientras que la lengua B aparece subordinada como perteneciente a quienes también lo están en una determinada sociedad”.

— En esa perspectiva, el español está saliendo de Estados Unidos de una situación de diglosia a una situación de bilingüismo —, sostiene el profesor Villanueva, que en una Conferencia pronunciada durante la VI Convención de Líderes Hispanos en los Estados Unidos, reunida en San Antonio (Texas) el 17 de junio de 2018 sostuvo: “El español está afianzando su posición como un idioma en modo alguno subalterno, sino que está en condiciones de servir sin limitación alguna a la sociedad norteamericana en convivencia bilingüe con el inglés. Y ello no es mérito de ninguna Academia, sino de los millones de mujeres y de hombres, niños, jóvenes y mayores, que hacen de una lengua universal como es la nuestra la herramienta de sus trabajos y de sus días, pero también el emblema de pertenencia a una comunidad extendida por cuatro continentes”.

—El escritor Mario Vargas Llosa en su discurso de ingreso a la Academia Francesa de la Lengua dijo que se sintió Latinoamericano cuando llegó a París en los años 50. ¿Usted también se sintió hispanoamericano, cuando llegó por primera vez a Norteamérica y se encontró con hispanos de todos los territorios?

— En gran parte sí, pero yo me sentía Hispanoamericano o Latinoamericano (reivindico esta denominación para los españoles, a partir de los aportes de Antonio de Nebrija, y las gramáticas que se derivaron de sus trabajos), decía que me sentí de ese modo desde antes de mis primeras estancias en Estados Unidos. Pero hay un hecho biográfico que es el caso de mi abuelo, que vivió en Cuba por 20 años y luego volvió para formar la familia que tengo. Él contaba esta experiencia y me hablaba de lo que el Nuevo Mundo había aportado en lo que concierne a oportunidades, a la amplitud de visiones. Por medio de mi abuelo es que me sentí más cerca de América. Recordemos que los hispanos ya habíamos estado en esos territorios cuando se constituyeron los Estados Unidos. El nombre de California viene de una novela de caballerías, una continuación del Amadís de Gaula titulada Las Sergas de Esplandián, un libro de caballerías español, donde se habla de un dominio de la reina Calasia, que se llama California. Hay una serie de lugares donde hay una impronta hispana desde antes que se formara Estados Unidos.

Al centro, el Dr. Villaueva flanqueado por representantes del gobierno de España en Canadá y de la Universidad de Montreal en la tarde de su conferencia en dicha casa de estudios.

— Usted publicó hace poco el ensayo Morderse la Lengua, donde aborda un tema de gran actualidad: la corrección política y la posverdad. ¿Para usted, cómo funcionan y cuáles son sus principales características y cómo influyen en la libertad de expresión?

— Son temas característicos de nuestra época y que afectan directamente a la lengua y el lenguaje. Para mí, la corrección política es la censura posmoderna y la posverdad es la mentira posmoderna. La corrección política quizá tenga una dimensión más espectacular que la posverdad. Esta última afecta a algo que es fundamental en toda comunicación lingüística como el principio de veracidad. Cuando hablamos establecemos una especie de contrato con las personas a la que nos dirigimos, donde lo que digamos corresponda a la realidad de las cosas (aunque bien sabemos que se puede mentir). La posverdad rompe ese vínculo y la sustituye con una ficción o mentira con propósitos diversos. Pero la corrección política es más transversal porque se ha convertido en una especie de censura incluso de los modos del uso de las palabras. Cuando era Director de la Academia de la Lengua recibía pedidos para que se retirara algunas palabras por corrección política, y esto es muy grave. La censura antes la ejercía un poder constituido, como el Estado, las iglesias, pero esta nueva censura no nace de poderes establecidos, sino que viene de entidades vagas o de individuos que forman parte de la sociedad civil y que tienen fuerza y capacidad de coacción, tienen un instrumento de represión llamado la cancelación. Es decir, decretar la muerte civil de esa persona, denigrarla, calumniarla, borrarla del mapa, retirarla de los medios de comunicación, de las colaboraciones de prensa, por eso escribo este libro. 

Volviendo a la posverdad, se ha establecido una desconfianza hacia los medios de comunicación tradicionales, por ejemplo, antes los presentadores de programas de televisión o grandes periódicos tenían credibilidad para el público, y esto está desapareciendo y se conduce a las redes sociales donde no hay una responsabilidad. La declaración de un particular puede ganar una gran credibilidad. Es un terreno abonado para los bulos o fake news y las teorías conspiratorias. Todo esto se ha visto especialmente en Estados Unidos. Por ejemplo, Donald Trump basó su campaña presidencial en la posverdad pese a la denuncia de medios como el Washington Post.

Darío Villanueva, Premio Umbral 2021 por su ensayo Morderse la lengua.

— ¿Se podrá en algún momento señalar con nombre y apellido quiénes están detrás de estas iniciativas de censura?

— A veces son individuos que salen en las redes sociales, pero hay movimientos organizados de la sociedad civil que ejercen una presión muy activa en la corrección política, muchos de ellos nacen en la supuesta defensa de causas muy nobles. Esto es algo muy delicado porque sobre el supuesto de que con la censura ayudan a estas causas nobles, ejercen este tipo de violencia que es la censura. Por ejemplo, la defensa de minorías. Esto a veces deriva en la imposición de que se dejen de decir palabras, que se inventen denominaciones a veces estrambóticas, en parte esto ha sucedido en determinadas manifestaciones del feminismo, del poscolonialismo, de campañas como que Shakespeare, al haber sido un inglés blanco, cristiano y varón, debe ser cancelado. Ese tipo de intentos me parecen inaceptables.

— A propósito de la corrección política, usted narró en una entrevista que tuvo una experiencia desagradable en Estados Unidos donde hubo problemas con un alumno que se sintió ofendido porque usted seleccionó El Buscón, de Francisco de Quevedo, dentro de su curso de picaresca española, una obra imprescindible, pero que ciertamente tiene un contenido antisemita. ¿Cómo deben enfrentar hoy este tipo de retos los profesores?

— Hay que ser muy claros: no podemos admitir el revisionismo del pasado en el sentido literario. No podemos someter a la literatura anterior a unos criterios de censura en función de los valores de hoy. Los profesores estamos dedicados a enseñar las obras contextualizando el momento en que fueron escritas. Estas grandes obras tienen la virtud de seguir diciéndoles cosas a las generaciones de hoy. Hay un género literario del siglo XX que es la novela distópica, la descripción de un mundo que no existe, pero que es perfecto o fatal, como Un Mundo Feliz de Huxley, o 1984 de Orwell, entre otras, donde hay manipulación de la población, lavadores de cerebro, censura, y resulta que hoy se están cumpliendo en la realidad. En la obra de Orwell, por ejemplo, hay un ministerio de la verdad, donde alguien cambia las obras de pasado. Por su parte, Huxley crea un tipo de dictadura donde los ciudadanos creen ser felices, y donde se les da algunas cosas para que lo sientan así: droga, sexo y espectáculo con pantallas que no solo emiten imágenes, sino también captan lo que las personas hacen.

Lo sucedido hace unas semanas con Roald Dahl, el célebre autor galés de novelas para niños tan emblemáticas como “Las brujas”, “Charlie y la fábrica de chocolates”, es la prueba de lo cerca que estamos de instaurar un control reaccionario mundial de los contenidos artísticos. Hay escritores de talla mundial que han rechazado esta tendencia ¿Usted cree que la denuncia de estas censuras son batallas perdidas? ¿Cuál sería la manera más eficaz de ir contracorriente?

— El grupo editorial que había tomado la iniciativa de esta censura por la presión, ha dicho que mantendrá las ediciones originales, pero que producirá unas nuevas censuradas. Esta corrección política de lo woke está llegando a extremos insostenibles. Por ejemplo, pretendía suprimir la palabra gordo. Esto es una ridiculez. ¿No hay personas gordas? ¿Cómo se les llama a esas personas? Se le llaman lo que son. Yo soy blanco y yo no me siento ofendido por el hecho de que me llamen blanco. Es cierto que hay algunos que, desde la academia, se han apuntado en estas tendencias. Porque el fenómeno de la corrección política comenzó en los años 70 y 80 en los campus norteamericanos y desde ahí ha ido creciendo. Esto ha dado lugar en una manifestación, sobre todo en Estados Unidos y el Reino Unido, de concebir a la universidad como lo que llaman un safe space, lo que significa que los profesores deben renunciar a la libertad de cátedra, que es un principio básico, y no pueden explicar nada que desequilibre emocionalmente a sus estudiantes. Eso es mantenerlos en un estado perenne de infantilismo, además sobre el supuesto de que los niños no saben comprender la realidad de las cosas, y sí que lo saben y son mucho más fuertes de lo que este tipo de puritanismo pretende hacer. Hace unos meses, una universidad irlandesa decidió erradicar de sus listas de libro de literatura El Viejo y el Mar de Hemingway argumentado que había escenas de pesca muy fuerte que podrían desequilibrar emocionalmente a los estudiantes universitarios. Es una especie de neopuritanismo sinceramente ridículo. Esto no puede perdurar.


Darío Villanueva es licenciado en Filología Románica por la Universidad de Santiago de Compostela y doctor en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid. Catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de Santiago de Compostela, de cuya Facultad de Filología fue decano entre 1987 y 1990. Desde octubre de 2020 es Profesor emérito de la USC. Es correspondiente de la Academia Argentina de Letras, nombrado en 2002; de la Academia Nacional de Letras de Uruguay, nombrado en 2015; de la Academia Cubana de la Lengua, nombrado en 2016; de la Academia Hondureña de la Lengua, nombrado en 2018; de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, nombrado en 2018, y de la Academia Ecuatoguineana de la Lengua Española, nombrado en 2019. Es académico honorario de la Academia Colombiana de la Lengua desde 2018. Y académico correspondiente estero de la Accademia della Crusca de Florencia, nombrado en 2016. Además, es doctor honoris causa por catorce universidades de Argentina, China, Estados Unidos, Perú, Reino Unido, Suecia, Nicaragua, Ecuador, España y Honduras. Y profesor honorario de dos Universidades de la República Dominicana y Argentina.