Corazón migrante: La vida después de casi perderla

Mi habitación en el hospital. Los recuerdos de mi vida volaban a contraluz mientras me recuperaba.
Por Merling Sapene

Hace un tiempo comencé a conectarme contigo a través de estos artículos, los cuales buscan que reflexionemos juntos sobre nuestra vida como migrantes, y darnos la oportunidad de crecer emocionalmente y aprender de nuestras experiencias.

Permíteme dar un leve giro a la temática usual de estas columnas para hablarte de lo que significa para mí la vida después de casi perderla.

Como es normal, cuando nos sentimos sanos, vemos a la muerte como una posibilidad distante y ajena. Pero hace un año, el 4 de septiembre del 2020, en mi rutina matinal salí a caminar con mi “hijo de cuatro patas”, Figo.

Después de desayunar con mi familia, sentí una indigestión, un retorcijón estomacal. Pasé el día indispuesta y durante la noche no dormí.

– ¿Todavía te sientes mal? – me preguntó mi esposo a la mañana siguiente.

– Sí – le respondí – Pero con un tecito se me pasa.

Después de su insistencia, nos dirigimos a emergencias del hospital de St. Eustache.

Los dolores aumentaban su intensidad con los minutos. Tras varios exámenes, me operaron con urgencia de peritonitis, la ruptura de una membrana que recubre las paredes abdominales internas y los órganos dentro del abdomen. Esto deriva en la propagación de una infección interna que ocasiona la muerte inmediata.

Después de despertarme de la anestesia, el médico me dijo: “si llegaban al hospital unos minutos más tarde, no hubiera tenido tiempo de salvar tu vida”.

Pero el peligro no había pasado. Estuve hospitalizada por muchos días, en una situación delicada donde cada día definía si vivía o moría.

¿Como explicar lo que paso en esos días?

No es fácil describirlo. Solo les puedo decir que fue un proceso de reflexión especial, donde recorrí cada capítulo de mi vida, uno por uno, reviviendo los bellos momentos, y también los menos positivos. Pensé en las decisiones tomadas, sobre todo, en el hecho de haber dejado mi tierra, Venezuela, para ser adoptada por esta tierra bendecida.

Pensé sobre todo en mis hijos, en mi familia, y en mi propósito de vida. Me sentía en paz conmigo misma, pero con un profundo deseo de seguir viviendo, entendiendo más que nunca que realmente “la vida es un regalo”, y que, si tuviera la oportunidad, no cambiaria absolutamente nada. Todo ese recorrido vital me había conducido hasta allí, donde reposaba el fundamento de lo que soy.

Luego de ser dada de alta y al volver a mi hogar, desfogué en un llanto hondo al ver a mi esposo, a mis hijos, a mi madre, a mi querido Figo… El borde por el que había transitado había revestido a mi entorno de un valor incalculable.

Soy creyente, así es que agradecí en primer término a Dios, y agradecí a los hombres que me salvaron, los médicos de Quebec.

Un año después me pregunto ¿de qué me hubiera perdido si ese hubiera sido mi final?

1. Despertar cada mañana y respirar, un acto simple y fundamental al que agradezco a Dios.

2. Seguir al lado de mi esposo Luis Manuel, tras más de 30 años de matrimonio disfrutando de su amor y protección.

3. Ver a mis hijos seguir creciendo y realizándose en sus vidas: Luis Santiago casi graduándose en la universidad en ciencias biomedicinales, y Luis Vicente, casarse e iniciar una familia.

4. Distinguir lo verdadero de lo trivial en todas mis relaciones.

5. Transitar por el año de la pandemia como una oportunidad para definir una misión vital: ayudar a miles de migrantes a alcanzar su máximo potencial de integración en su nuevo país, gracias al programa “Corazón Migrante”.

6. Encaminarme a “ser” una emprendedora social y crecer en el proceso.

7. Seguir descubriendo cada día, en otras personas y en mí, lo que somos capaces de hacer, y todo aquello que nos queda aún por vivir. No olvidar que los desafíos como inmigrantes son temporales, y que hay aún un sendero, un horizonte de oportunidades que nos esperan.

Volveré en dos semanas.


Merling Sapene es experta en manejo de cambio, coaching y responsabilidad social corporativa. También es certificada gerente de proyectos de alto impacto social por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). ha creado el programa “Corazón Migrante” para que los inmigrantes del mundo no vivan las mismas dificultades emocionales que ella padeció, y generar un impacto positivo en su integración. Este proyecto les brindará estrategias para una integración eficaz y plena en su nueva sociedad. Venezolana de origen y fundadora de la organización MSTransition.