Innovación: los destinados a perseguir la luz

Imagen: federicopuebla.com
Por Federico Puebla
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“De todo lo que ha escrito mi padre, me acuerdo particularmente de esto: nada que resulte del progreso humano se obtiene con el consentimiento de todos. Y los que perciben la luz antes que los demás, están destinados a seguirla a pesar de ellos.” (Fernando Colón, Hijo de Cristóbal Colón*

En la cultura occidental, llamamos actores de cambio a las personas que desafían las convenciones dándole confianza a su visión de futuro. No obstante, en la época de grandes exploradores, se les calificaba más bien como soñadores, o incluso de amenazas para la Iglesia y la sociedad. 

Guiados por su sentido del destino, estos pioneros han rechazado siempre ver el mundo tal como se concebía. Asimismo, no era raro verlos sacrificar sus familias, su salud y a veces sus propias vidas, con el objetivo de alcanzar un ideal más grande que ellos.

Si la época es diferente, estos artesanos del cambio están representados en la mayoría de las grandes organizaciones. ¿Ahora son percibidos como una amenaza o son reconocidos por su justo valor? He aquí unas pistas para comprender mejor a estas personas excepcionales.

Los exploradores

¿Cómo un inmigrante italiano, sin dinero, recogido por monjes españoles, pudo haber cambiado el curso de la historia? En mi opinión, *Cristóbal Colón encarna de maravilla el espíritu emprendedor.

Durante una década, este marino de origen genovés lanzó su proyecto de llegar a Indias por la ruta del oeste. Intentó vender esa idea a numerosos monarcas (en ese entonces quienes poseían el capital de riesgo), entre ellos Inglaterra, Francia, España y Portugal. En todos lados la respuesta fue la misma: NO. “Sus cálculos son erróneos y el mar, infranqueable”.

Aunque el entorno de la reina Isabel de Castilla y el rey Fernando II de Aragón acabaron apostando por él, no les convenció la visión de este obstinado marinero.

No obstante, Cristóbal Colón perseveró. Y a aquel que todos trataban de soñador, aquel que osaba provocar a los dioses y desafiar al mar, navegó hasta las costas de un continente desconocido para los europeos, cambiando para siempre la comprensión de la ciencia y el comercio.

¿Conoce usted a los exploradores de su organización?

¿Están sentados en los buenos puestos? ¿Pone a su disposición los medios y las condiciones necesarias para éxito? En un mundo en el que el apetito por la grandeza está disminuyendo, sería una pena que su empresa perdiera su pasión y perseverancia. En los hechos, esos exploradores contemporáneos siempre listos a atravesar la frontera de lo conocido hacia lo desconocido son candidatos modelos para descifrar los senderos que llevan a la innovación.

Asfixiados por el teatro de la innovación

Cuando yo era más joven, mi madre me repetía: “Todo el mundo quiere comer, pero nadie está dispuesto a ir a la caza cuando es el momento”. Por corolario, yo digo siempre que todo el mundo desea innovar, pero pocos están dispuestos a cambiar.

Lamentablemente, muchos prefieren poner en escena el teatro de la innovación. Este neologismo inventado ilustra las acciones tomadas por una organización para “parecer” innovador a los ojos del mundo exterior, mientras que detrás de las cortinas, la realidad es otra.

Tras bastidores, al momento de presentar el presupuesto demandado por el equipo de innovación, de invertir en una startup prometedora o de concretar conceptos propuestos por los empleados, la parálisis corporativa retoma sus derechos. Tales razones diferentes justifican el retroceso son entonces evocadas, el hecho es que el miedo a lo desconocido apoya este pesado status quo.

Sin embargo, este inmovilismo banal hipoteca muy seguido a la salud de aquellas que luchan cada día por crecer e innovar. Ya sea cuando han desarrollado una buena idea y la alta dirección sostiene artificialmente la esperanza de ir más allá, o cuando una startup invierte su corazón y su alma en el desarrollo de una prueba de concepto con una gran empresa, cada paso atrás se convertirá en una nueva grieta en la armadura de estos pioneros.

Ya sea por estrechez de espíritu o por falta de valor directivo, muchas organizaciones no aprecian el alcance del desgaste emocional causado. De ahí la importancia de que los responsables de la toma de decisiones se den cuenta de que, en este contexto concreto, las consecuencias de la inacción suelen ser más perjudiciales que la propia acción, por imperfecta que sea. No caigamos en las trampas del teatro de la innovación. No olvidemos que la transparencia y la coherencia son nuestros mejores aliados. Como líder, se beneficiará de evitar la creación de equipos de innovación para parecer innovador. En su lugar, contrate a personas apasionadas por la innovación, simplemente para… ¡innovar!

¿Por qué hemos dejado de soñar en grande?

A inicios de los años sesenta, la Unión Soviética fue la primera nación en enviar un satélite al espacio (Sputnik 1, 1957). La primera en enviar una animal al espacio (Laika, 1957). En este aspecto altamente simbólico, Estados Unidos parece que estuvo a punto de perder la Guerra Fría.

La Historia nos enseña que es en los momentos más demandantes, como este, que los grandes líderes dejan huella. John F. Kennedy no es la excepción a la regla. En 1961, él da la orden a la NASA, recientemente creada, de enviar un hombre a la Luna y de traerlo sano y salvo, antes del fin de la década.

Lo que muchos ignoran, u olvidan, es que, para realizar semejante hazaña, las computadoras no existían. ¡Así que había que crearlos antes de empezar a desarrollar programas espaciales!

Asimismo, era necesario innovar en un arsenal de campos relacionados: la propulsión, la seguridad, el control remoto, la tripulación, los materiales y una infinidad de otras especialidades. Un proyecto gigantesco, con todos los criterios de una misión imposible.

Pero grandes líderes como Kennedy comprendieron algo que sus oponentes no: cuando compartimos una identidad y una creencia (los estadounidenses somos capaces) y tenemos una misión más grande que la vida (llegar a la luna), se produce una cierta magia, los límites se disipan y la cooperación se afianza.

Desde entonces, el genio humano expresa su poder y potencial. Así más allá de la proeza técnica. Kennedy había dado una razón para soñar, a toda una generación.

Estos actores del cambio hicieron tangible, casi palpable, una visión ambiciosa y colectiva a la vez portadora y movilizadora. Martin Luther King Jr. No preparó nunca un plan estratégico para 5 cinco años. Se empeñó en su sueño, haciéndolo un sueño común, aquel de ver sentados en la misma mesa, compartiendo una comida, al hijo de un esclavo con el hijo de un propietario de esclavos. El movimiento de derechos cívicos tenía ahora una voz fuerte e inspiradora. Y Estados Unidos dio grandes pasos.

Como líder, todos ganamos en cultivar el arte del sueño colectivo. Pero cuidado, nuestro discurso no debe valorizar o amplificar objetivos agotadores, o peor aún, desmotivador. Este sueño debe alinearse con su misión para enseguida recorrer el próximo gran capítulo de su organización. Una misión propulsada por palabras ambiciosas y movilizadoras.

Oda a los soñadores activos

Érase un tiempo cuando la mirada de la humanidad apuntaba hacia lo alto. Las noches estrelladas alimentaban la imaginación y el misterio cósmico empujaba al humano a lanzarse hacia lo desconocido.

Estos exploradores, estos soñadores activos como me gusta llamarlos, ya que después del sueño pasan a la acción, tienen desesperadamente necesidad de líderes y tomadores de decisión que crean y apuesten por ellos.

Presumimos, erróneamente, que son seres excepcionales que no experimentan el miedo, la duda o la presión. Es falso. Ellos se esfuerzan a menudo en silencio, ya que después de todo, precisamente, humanos son. La diferencia es que ellos eligen el valor como motor de su destino.

Mientras que nuestra cultura se vuelve más y más obsesionada por las próximas elecciones, el próximo bonus o trimestre, estos pioneros rechazan adoptar los cortoplacismos. Al mantener la vista en el largo plazo, se atreven a soñar en grande. En un mundo en el que la mayoría de la gente sueña poco o, lo que es más trágico, ya no sueña.

En el pasado, estos exploradores creían en la gracia, el honor y la gloria. Hoy en día, estos agentes de cambio creen en el impacto potencial de marcar la diferencia, incluso dentro de una gran organización.

Entonces, queridos soñadores activos, estén listos para ser incomprendidos durante esta larga maratón. El universo hará todo por impedir sus sueños y que se materialicen. Durante este periplo, ustedes serán criticados, juzgados, e incluso intimidados. Ustedes dudarán de sí mismos. Algunas miradas ajenas verán locura en sus ideas, pero de manera inconfesa, harían de todo por tener una fracción de su valor.

En los momentos de desánimo, recuerde que pertenece a una categoría excepcional, que aún cree en la magia de la belleza y el genio humano. Los libros de historia están llenos de gente como usted. Gracias por seguir haciéndonos soñar. Por seguir persiguiendo la luz. El mundo nunca lo ha necesitado tanto.

Nota:

*En el contexto de este artículo, estamos hablando de Cristóbal Colón. Me gustaría señalar que, aunque no era partidario de la eliminación masiva de indígenas, las consecuencias de su descubrimiento fueron desastrosas para las poblaciones y culturas locales.

Como inmigrante, nacido en un país antiguamente colonizado en América Latina, soy especialmente sensible a este tema, pero mi intención era sacar a relucir ese espíritu de exploración que tanto necesitamos en nuestras organizaciones.


Federico Puebla es experto en innovación abierta e impacto social. Actualmente es director de Lava Lab Montreal, SNC Lavalin.