Corazón migrante: Mujeres inmigrantes, esa piedra angular que somos

La autora con su madre, la señora América, que también inmigró a Canadá como su hija (foto: álbum familiar).
Por Merling Sapene
“El secreto para hacer que algo funcione en tu vida es el profundo deseo de hacerlo funcionar, la fe y la creencia de que luego puede funcionar para mantener esa visión nítida y definida, y verla progresar paso a paso sin duda o incredulidad” (Eileen Caddy)

Amigas y amigos inmigrantes, compañeros de travesía, gracias otra vez por estar aquí. Hay tanto por compartir sobre el proceso de inmigración, esta experiencia que tenemos en común, que resulta un desafío saber por dónde empezar. Cada día es un dejarlo “todo” atrás y comenzar de nuevo. Vivimos o estamos viviendo experiencias únicas que muchas veces nos “matan por dentro”, pero que, al final, cuando la marea baja, entendemos que nos fortalecieron como personas.

En mis artículos anteriores hablé del desafío de inmigrar (mi historia personal), del gran impacto que este proceso tiene en nuestros hijos, y de los riesgos a los que se expone un matrimonio. Hoy hablaré sobre las mujeres migrantes, ya que en buena cantidad de casos nos convertimos en “la piedra angular” familiar, en el soporte para la integración de todos en nuestro hogar y, no pocas veces, este proceso hace que nos ubicamos como las últimas en la lista de espera.

¿Qué es una piedra angular?

Se trata de la piedra fundamental que inicia la fundación (cimentación) de un edificio; una piedra en ángulo colocada en una de las esquinas que demarca la construcción.

La piedra angular es clave ya que, en primer lugar, marca un punto básico del replanteo (el momento donde se definen los ejes de una obra) y, en segundo lugar, y más significativo aún, optimiza la resistencia del edificio frente a los puntos de mayor carga.

Cuando inmigré, me imaginaba que el proceso emocional de integración sería difícil, pero al transitar el camino, noté que era más complejo de lo que imaginaba. Entonces creí que yo era “la piedra angular” del éxito de la integración; no solo la mía, sino también la del resto de mi familia. Solo con el paso del tiempo entendí que todos esos momentos arduos que sentí que me destruían, eran parte de mi crecimiento como persona y del fortalecimiento de mi carácter.

Era un peso muy grande que me caía encima; una responsabilidad de la cual dependía el futuro de mi esposo y de mis hijos. Los niños necesitaban de la formación y los fundamentos familiares que debíamos inculcarles y, a decir verdad, tenía también una gran expectativa por la realización profesional de mi esposo. Si él no se sentía bien, nada habría valido la pena.

¿Y qué pasa cuando esa piedra angular parece partirse en pedazos? Cuando uno avanza con tanto afán y luego nota que estuvo corriendo en la arena, y fue más el esfuerzo invertido que todo lo avanzado. Cuando de repente perdemos la seguridad en nosotras mismas y nos preguntamos: ¿Y dónde está la mujer valiente que llegó aquí? ¿Dónde está esa mujer guerrera lista para conquistarlo todo? ¿Cómo puedo ayudar a otros cuando no puedo ni con mis propios sentimientos? ¿Qué pasa cuando no podemos regir sobre nuestras propias emociones?

El manejo de mis emociones en este proceso siempre ha sido un desafío, ya que por naturaleza soy sensible, apasionada y sentimental. Muchas veces no podía darme el lujo de dar rienda suelta a mis emociones, porque sabía que impactarían sobre “todo el edificio”, sobre el sueño de una integración familiar exitosa. Peor aún cuando estas emociones se contagian.

Tanto la buena vibración como la mala se propaga tan rápido como un virus, según apunta el psicólogo estadounidense David Goleman en su libro Inteligencia emocional, donde menciona una serie de estudios que confirma esta situación.

Es decir, cuando estoy triste, frustrada o en conflicto, el ambiente en mi casa cambia negativamente. Por el contrario, cuando me siento entusiasmada, positiva, con ganas de “comerme” el mundo, todo a mi alrededor se ilumina.

¿Por qué es esencial aprender a manejar inteligentemente nuestras emociones?

La inteligencia emocional es la capacidad de percibir, expresar, comprender y gestionar las emociones.

En 1998, Daniel Goleman, en su libro Trabajando con Inteligencia Emocional, afirma que el éxito depende del 90% del manejo efectivo de nuestras emociones.

En ese sentido, nuestra inteligencia emocional incluye:

El auto-conocimiento, que es el reconocimiento de nuestros propios sentimientos y emociones, y cómo nos influyen.

La auto-motivación, es decir, establecer nuestra atención en las metas y no en los obstáculos.

La auto-regulación, que nos permite reflexionar y dominar nuestros sentimientos o emociones, para no dejarnos llevar por estos ciegamente.

El reconocimiento de las emociones de los demás (empatía), que se fundamentan en la correcta interpretación de las señales que nos dan los demás.

Y, finalmente, las relaciones interpersonales – habilidades sociales, que se miden por la calidad de nuestros vínculos sociales, y por nuestra manera de comprender lo que dicen los otros.

¿Cuál es la clave?

Alguien una vez me dijo: “es tu elección”. ¿Eres un termómetro que depende de la temperatura exterior?, ¿o eres un termostato donde eres tú quien regula la temperatura del ambiente?

Tengo mi propia respuesta. ¿Cuál es la tuya?

El neurólogo austriaco Víctor Frankl, fundador de la logoterapia, dice que “entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En este espacio está nuestro poder para elegir una respuesta y de esta respuesta depende nuestro crecimiento y nuestra libertad”.

Para mí, el deseo de poner en marcha mi integración y la de mi familia siempre fue mi prioridad. Me dio la fuerza de creer en lo improbable, y de tener la fe y la convicción de que las cosas iban a funcionar. Para mantener esa visión nítida y definida, y verla progresar paso a paso, sin duda o incredulidad, tenemos que aprender a maniobrar bien nuestras emociones, y aprender a ser cada día más como un termostato con impacto en nuestro entorno, y menos como un termómetro, susceptible a perder el control de nuestras propio estado y paz interior.

En nuestro interior yace esa piedra angular. Dependerá en gran medida de tu equilibrio emocional para que la gran obra de tu inmigración personal y familiar no trastabille al menor sismo.

Volveré en dos semanas.


Merling Sapene es experta en manejo de cambio, coaching y responsabilidad social corporativa. También es certificada gerente de proyectos de alto impacto social por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). ha creado el programa “Corazón Migrante” para que los inmigrantes del mundo no vivan las mismas dificultades emocionales que ella padeció, y generar un impacto positivo en su integración. Este proyecto les brindará estrategias para una integración eficaz y plena en su nueva sociedad. Venezolana de origen y fundadora de la organización MSTransition.