Conversación con la ballena turista

la ballena fue hallada muerta en el río Saint-Laurent (foto: Discovering Montreal).

Por Anahí Martínez Gamba y David Arias Marín

En días pasados una noticia acaparó los titulares de los diarios y tele-emisiones de la provincia: la aparición de una ballena jorobada en pleno centro histórico de la ciudad de Montreal. El hecho se suma a las apariciones de animales silvestres en espacios urbanos. Hispanophone aprovechó el paso de la criatura para hacerle algunas preguntas. A orillas del río San Lorenzo, estas fueron algunas de sus respuestas.

Hispanophone: En primer lugar, ¿podrías decirnos tu nombre?

Ballena: ¡Saludos a todos los lectores! Antes que nada, como estamos en el Quebec voy a permitirme mantener algunos nombres en francés, así que te cuento soy una baleine à bosse, también llamada rorqual à bosse; en español, la ballena jorobada, y pertenezco a la especie de los cetáceos. Hay quien sugiere que con pilates o yoga la joroba es corregible, pero en realidad el nombre se debe a la curvatura que se aprecia en mi espalda al sumergirme. Creí escuchar que los montrealeses me empezaron a apodar de distintas formas, pero el que más me gustó fue el de una entusiasta que me bautizó con el dulce nombre de Josefina en homenaje a su sobrina nacida en esos días, vaya honor. ¡Creo que la gente se encariñó mucho conmigo!

H: ¿Qué edad tienes?

B: Fíjate que como estoy lejos de casa, le perdí el rastro a mi madre, que quedó a aproximadamente 400 km. de aquí, y ya sabes cómo son las madres, ella es quien tiene los detalles más precisos de mi nacimiento y desarrollo. Sin embargo, he de decirte que los estudiosos no se equivocan al calcular mi edad entre 2 y 3 años, y nosotras, las ballenas jorobadas, vivimos en promedio 80 años.  Mido 10, 2 metros y durante mi paseo por el viejo Montreal andaba por las 17 toneladas.  En edad adulta, yo, que soy hembra, podría alcanzar de 16 a 17 metros, y en el caso de los machos, de 15 a 16 metros.

H: ¿De qué te alimentas habitualmente?

B: Nos gustan los crustáceos planctónicos (especialmente el kril) y pequeños peces tales como los arenques, capelanes o anguilas de arena. Ellos forman el eslabón más bajo de la cadena alimentaria y a nuestras presas los cazamos ya sea solos, o bien en grupo. Estos plancton y peces también estuvieron disponibles durante esta travesura mía hacia el viejo puerto. He oído que muchos se preocuparon por mi alimentación, y por supuesto se los agradezco, pero sepan que las ballenas jorobadas podemos pasar meses sin alimentarnos, ¡somos así de fuertes! Tenemos reserva de grasa para rato. Si bien puedo alimentarme en agua dulce, lo que mejor y más me nutre se encuentra en aguas saladas.

H: ¿Cuál es tu hábitat preferido? ¿Cómo vives?  ¿Prefieres las aguas cálidas o frías?

B: Tenemos un comportamiento similar a aquellos suertudos que escapan los inviernos quebequenses y van al Sur (¡escuché que reciben tormentas de nieve que cubren hasta 30 cm de nieve!). Una buena parte del verano la pasamos en altas latitudes, y durante el invierno migramos hacia aguas tropicales o subtropicales, donde nos reproducimos y donde amamantamos. En cuanto al tipo de agua, te diré que «agua dulce, agua salá, por agua vengo, por agua me voy»… puedo estar en ambas, como vieron, pero no es lo mismo, claro: soy una chica de mar y océanos. Tengo que pensar bien cuánto tiempo más voy a quedarme por aquí, ya que, de extender mi estadía, podría haber un desequilibrio en mi organismo, acostumbrado al agua salada. También hay muchos microorganismos como champiñones y algas que, por más pequeños e inofensivos que parezcan, podrían invadirme. Pero tampoco la amenaza es muy severa, ya que todas estas adversidades pueden ser fácilmente reversibles cuando eventualmente regrese a aguas saladas. Lógicamente, estar aquí también me pone en riesgo ya que las chances de colisiones son mayores.

H: ¿Por qué razón llegaste a esta parte del río, en pleno centro de Montreal?

B: Bueno, ¡qué pregunta! Entre nosotros el destete se produce muy rápido, es normal que yo esté dando vueltas por ahí en el Saint-Laurent, explorando, pero al mismo tiempo… tengo que admitir que quizá me entusiasmé y me perdí.

H: ¿De qué manera se reproducen? ¿Es cierto que viajan largas distancias para hacerlo?

B: Nuestra madurez sexual se alcanza hacia los 5 años (¡ya me falta poco!)  y la gestación dura de 11 a 12 meses. Generalmente las crías de las ballenas, los ballenatos (a no confundir con vallenato, cuyo contagioso ritmo llega hasta altamar) nacen entre los meses de enero y marzo y maman hasta los 5-10 meses. Nos apareamos en verano, con el calorcito, y efectivamente viajamos hacia aguas subtropicales para hacerlo.

H: ¿Hay algo a lo que tengan ustedes miedo?

B: No sé si miedo es la palabra, pero los navíos y las embarcaciones representan un peligro. Es por eso que, técnicamente, yo no debería estar aquí. Ellos tienen que mantener una distanciación conmigo de 100 a 200 metros, un poco como ustedes lo están haciendo con este virus que escuché se anda propagando por ahí. Por cierto, ¿es verdad que la economía paró, que el sistema educativo se está transformando, y que los profesionales de la salud mental están alarmados por las consecuencias de todo esto? Bueno, eso lo hablamos en otra oportunidad, que la entrevista se trata de mí.

H: Muchas personas acuden a ciertos lugares del mundo para contemplarlas (en la provincia de Quebec, Tadoussac es uno de ellos). Sin embargo, muchas veces estas personas a veces se van decepcionadas porque casi ni las ven. Lo mismo ha pasado ahora en Montreal: mucha gente ha venido para tomarte fotos, pero a duras penas te han visto.  ¿De qué depende que ustedes salgan a la superficie, salten o, por lo menos, muestren la cola?

B: Existen varios motivos. Busco comunicarme con mi grupo, a pesar de que prefiero la soledad. No es necesariamente normal que yo ande por aquí, pero tampoco es descabellado: una primera observación de una ballena en la zona del Viejo Montreal data de 1901, pero es más bien raro, sí. Lo que ocurre entonces es que con el ruido de mi salto las otras ballenas podrían entender que ando por aquí. Nosotros somos conscientes del frenesí y la excitación que nuestros saltos ocasionan en los hombres, y si bien fundamentalmente lo hacemos para comunicarnos, saltamos también para liberarnos de ciertos parásitos que podrían habitar en nosotros. Además, debo admitir que salto porque me resulta conveniente a la hora de comer: ante el ruido que ocasiona mi imponente cuerpo al caer al agua, los peces se asustan y se agrupan entre sí, entonces… voilà!, sin darse cuenta me facilitan el almuerzo cuando están todos juntos. Imagínate con mis 17 toneladas comerlos uno a uno, no es demasiado eficaz, ¿no? Tampoco está descartado que nos divertimos haciéndolo. ¿A quién no le divierte saltar? Pero a ver, no quiero pecar de soberbia, sé que mis saltos son bonitos, pero es que yo soy así, forma parte de mi comportamiento: soy acróbata.

H: ¿Hay algo más que quieras agregar que consideres importante que los lectores de este artículo deban saber?

B: Quizá les interese saber que durante la temporada de reproducción, los machos emiten sonidos largos, melodiosos y complejos para llamar nuestra atención. Somos sensibles a las melodías y creemos, al igual que algunos de ustedes, que la conquista pasa muchas veces por el oído. Pero ojo, también ellos lo hacen para destacarse y establecer una dominancia con respecto a los otros machos que entran en competición, ya entre ellos se pueden poner agresivos.

Por lo demás, sé que los científicos prestan especial atención a nuestros hábitos y a nuestro comportamiento. A nosotros nos gusta colaborar, pero tampoco queremos parecer metiches metiéndonos en lugares que no nos corresponden y que nos ponen en peligro. Existe una iniciativa llamada Urgences Mammifères Marins donde pueden llamar en caso de que nos vean en lugares inusuales, en dificultad o en situaciones que arriesguen nuestra vida. Es importante señalar si alguien nos ve, y lo pueden hacer a este número, 24 horas al día, los 365 días del año:
1-877-7225 3463 (1-877-7Baleine). Puede que necesitemos ayuda de la intervención de los expertos para regresarnos de donde vinimos, pero tengan en cuenta que es difícil que los hombres nos ayuden a volver a nuestro hogar, por temas de logística y eso que ustedes llaman ética. En todo caso, durante nuestra estadía -o al menos la mía, no puedo hablar por las demás ballenas- seremos colaborativos y les podemos ayudar a que comprendan más sobre nosotros. Fíjate que lo opuesto no ocurre, nosotros no intentamos comprenderlos a ustedes, pero como he oído por ahí que son muy complicados, será mejor así.

Después de la entrevista, la ballena siguió su camino. Lastimosamente, el hallazgo de su cuerpo sin vida días más tarde (el 9 de junio) conmovió a muchas personas, incluidos los autores de esta entrevista.


David Arias es colaborador y uno de los fundadores de la Revista HispanophoneLea más artículos del autor.

Anahí Martínez Gamba es economista y estudiante de la Maestría en Estudios Hispánicos de la UdeM.