Un viaje de Montreal a Argentina entre copas y tenedores

De pie, la cónsul de Argentina en Montreal, María Fabiana Loguzzo, flanqueada por la sub-chef Mariana Gaspar y la chef Natalia Machado, responsables de la mesa (foto: Consulado de Argentina en Montreal).

Por Humberto Medina

Bienvenido a Argentina. Los viajes no siempre tienen que suponer un pesado camino al aeropuerto, arrastrar las maletas y hacer fila para pasar por inmigración. No siempre tienen que significar y el cruce de fronteras y la antipática revisión de los pasaportes, la mirada del oficial y la espera por la estampilla que dará ingreso al país. A veces un viaje puede ser tan sencillo como sentarse a una mesa y esperar que aparezca un bife de chorizo. Bienvenido a Argentina.

Y si había que viajar, el pasado 14 de noviembre no era un mal día, luego de que el invierno se colara en medio del otoño como si el mes de enero hubiese hecho trampa para ocurrir dos veces en un año.

Nos reunimos en la École des métiers de la restauration et du tourisme de Montreal para disfrutar del “Segundo viaje culinario a Argentina”, un evento organizado por el Consulado de Argentina para promover y celebrar la cocina argentina del 12 al 15 de noviembre. Allí, la chef Natalia Machado y la sommelière Marina Laforgia prepararon un banquete que se componía de una entrada, plato principal y postre, cada uno con un vino diferente para un maridaje ideal.

La primera decisión fue la elección de la entrada, quizás la decisión más difícil de la tarde porque me encontré debatiéndome entre langostinos y empanadas salteñas, finalmente me decidí por el sabor del mar. Langostinos rebozados con quinua sobre corazones de palma a la plancha. El plato principal era inescapable; en el menú había tres posibilidades, estoy seguro que las otras dos estaban excelentes pero cómo podía negar el bife de chorizo que estaba allí con toda su argentinidad. El postre fue otra de esas decisiones que ya estaban tomadas aún antes de plantearse la interrogante de la elección: crêpes con dulce de leche argentino, ese que no nunca dura más de unos días en la casa porque uno se lo termina comiendo a cucharadas. El vino estuvo siempre a punto, no solo para acompañar las comidas sino para animar la conversación. Lamento no poder dar algunas notas técnicas, del vino solo recuerdo algunos versos del soneto de Borges: “El vino fluye rojo a lo largo de las generaciones / como el río del tiempo y en el arduo camino / nos prodiga su música, su fuego y sus leones”, pero Marina, la sommelière, me comentó que ella trató de elegir vinos que mostraran la amplia variedad de la producción argentina y romper un poco con la expectativa que el común de los mortales tiene del vino argentino. En otras palabras, no siempre tiene que ser un Malbec.

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Cuando los vinos aún dormían (foto: Consulado de Argentina en Montreal).

Mi travesía se completó; allí estaba, en Argentina. ¿Qué más podía faltar? ¿Un tango, quizás? Pues lo hubo, al final del banquete una pareja de bailarines apareció en la sala donde todas las mesas estaban dispuestas en semi círculo y en el medio bailaron al ritmo de un tango.

Este tipo de travesías son las que siempre se agradecen y, por supuesto, la cónsul general de Argentina en Montreal, María Fabiana Loguzzo y todo su equipo, lograron organizar un evento donde resonó el Río de la Plata. Felicidades. Al regreso, ya en mi casa, abrí la bolsa de cortesía que nos habían dado y cerré el día de la mejor manera posible: un frasco de dulce de leche, un mate cocido y las canciones más viejas de Charly García.


Humberto Medina es sociólogo e investigador literario. Fue profesor de literatura en la Universidad Simón Bolívar en Venezuela. Es candidato al Doctorado en Literatura de la Universidad de Montreal, escritor y editor cultura de Hispanophone.