De cómo Alexander von Humboldt redescubrió al mundo

Andrea Wulf junto a la cabaña en las laderas del Chimborazo, en Ecuador, donde Humboldt y sus tres compañeros de expedición pernoctaron al descender de la montaña (foto cedida por Andrea Wulf).

Entre el 8 y el 11 de noviembre, la historiadora británica Andrea Wulf presenta en el Hay Festival de Arequipa, Perú, su best seller La invención de la naturaleza, donde cuenta la impresionante historia del sabio berlinés que nos enseñó a ver al planeta que habitamos como un todo. Hispanophone conversó con ella sobre sus viajes y sus hallazgos.

Por Rafael Osío Cabrices

Todo lo que hoy sabemos sobre el sistema global del clima, todo lo que hoy podemos decir sobre cómo un incendio forestal en California está relacionado con un océano un poco más caliente frente a la costa limeña, todo lo que hoy somos capaces de entender cuando pensamos en nuestro planeta como un sistema interconectado que reacciona a los estímulos negativos de los combustibles fósiles y las descargas tóxicas, todo eso, comenzó con el viaje de Alexander von Humboldt a América del Sur en 1799.

En ese periplo, que empezó por el oriente de Venezuela y luego continuó por la Amazonía venezolana, Cuba, Colombia, Ecuador, Perú, México y Estados Unidos, el joven noble prusiano que venía de hacerse amigo de gran parte de la intelectualidad europea -en especial de Goëthe- hizo realidad su sueño de juventud de explorar la selva, pero no solo se asombró con las dimensiones de la naturaleza americana, como muchos otros europeos lo habían hecho antes que él, sino que las midió: altitudes, caudales, distancias, presiones, temperaturas.

Con su actividad obsesiva, Humboldt documentó y difundió las características del paisaje americano como nadie lo había hecho antes. Al hacerlo, creó un discurso que alimentó una visión asombrada de la magnificencia y el valor ecológico de nuestros países que sigue vigente hoy, pero sobre todo inició la construcción de la primera teoría ecológica que relacionó los distintos paisajes de la Tierra y sembró las bases de la comprensión moderna sobre el cambio climático.

En obras monumentales como Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente y Cosmos, pero también en una montaña de cartas, el barón escribió sobre la región en términos que ningún europeo, ni siquiera los Cronistas de Indias, habían pensado. Como intelectual paradigmático de la Ilustración, Humboldt tenía un instrumental conceptual y técnico que nadie poseía entonces en América, y además el carácter para pronunciarse sobre el atraso, la esclavitud y la violencia de las colonias americanas que visitó, que salvo Estados Unidos aún no eran naciones independientes.

Es la historia que cuenta Andrea Wulf en su quinto libro, La invención de la naturaleza (publicada en español por Taurus), que no solo recorre la vida y la obra de Humboldt, sino que también se adentra en la influencia que el barón tuvo en personajes como Goëthe, Bolívar, Jefferson y Thoreau, entre otros.

La biografía de una idea

Británica de origen alemán, historiadora del diseño y especialista en jardines históricos, Wulf emprendió un proyecto para el que estaba bien dotada: tiene tanto la capacidad de escribir -muy bien- en el idioma que produce más conocimiento como la de poder investigar en los libros, los archivos y la correspondencia en alemán del barón y sus amigos o biógrafos. El resultado: The Invention of Nature fue uno de los mejores diez libros de 2017 según The New York Times, y ganó el James Wright Award for Nature Writing, el Los Angeles Times Book Prize, el Costa Biography Award y el Royal Geographical Society Ness Award.

Portada del libro de Wulf sobre el legendario viajero.

Leer este libro es ir de una conmoción a otra; por mucho que el lector suramericano haya crecido cerca de la huella de Humboldt, La invención de la naturaleza revela cosas inéditas, como el hecho de que la primera vez que un científico describió alguna vez los efectos de la actividad humana en el cambio climático fue en las crónicas de Humboldt de sus recorridos por el centro de Venezuela, en su viaje de 1799 y 1800. El barón anotó cómo la deforestación practicada desde los españoles terminó afectando al lago de Valencia. Pero hay mucho más: Wulf dedica un capítulo entero a resumir las campañas de Bolívar y sugiere que el haber conocido a Humboldt indujo en el caraqueño una visión de América como un todo que redondeó su proyecto militar y político.

“Para mí este libro fue siempre la biografía de una idea más que la biografía de un hombre. La historia de cómo Humboldt llegó a estas ideas y de cómo tuvieron influencia sobre otras personas”, cuenta Andrea Wulf, por teléfono desde Nueva York, a Hispanophone. Fue con esa lógica que pronto se dio cuenta de que el libro debía tener un capítulo sobre Bolívar. La biografía del Libertador que escribió la periodista peruana Marie Arana, de quien Wulf terminó haciéndose amiga, la ayudó a saber más sobre el personaje, a ponderar su importancia. “En sus discursos hay referencias que son muy similares a las que hizo Humboldt, quien trató mucho a Bolívar en Europa cuando acababa de completar esos viajes, y que de hecho había visto mucho más de ese continente que lo que el mismo Bolívar había visto hasta entonces. Los libros de Humboldt le proveyeron una gran cantidad de información sobre el continente que él se iba a proponer liberar”.

Una cosa más descubriría Wulf sobre Humboldt y Venezuela: “A diferencia de Europa, donde casi nadie sabe quién fue Humboldt, y donde la gente me preguntaba ‘Who?’ cuando yo les decía que estaba trabajando en un libro sobre él, en Venezuela, donde es evidente cómo es reverenciado Bolívar, resultó que todo el mundo sabía también quién era Humboldt, cualquier persona, un taxista, cualquiera que yo trataba, sabía quién era Humboldt”.

Rastreando al viajero

Andrea Wulf hizo varios viajes para la investigación, pero uno de los más importantes fue el tramo sudamericano, por Venezuela y Ecuador primero, y por Colombia y México después. Los archivos sobre Humboldt que constituyen el grueso de sus insumos estaban en Europa, pero ella igual sentía que debía mirar esos lugares de cerca. “Alguna gente me decía que para qué debía yo hacer esos viajes, pero yo no puedo escribir sobre un paisaje sin verlo, y sin sentir un poco lo que ellos sintieron”.

Claro que Wulf no tuvo que revivir la dureza del viaje de Humboldt y Bonpland. “Yo no tenía que acarrear todo ese instrumental, por ejemplo, y nuestro bote en el Orinoco tenía motor, pero Venezuela ya era un lugar muy difícil de recorrer en 2013, y tomó muchísimo tiempo completar el viaje”. Las condiciones con las que hoy se puede viajar por el Alto Orinoco, más allá del motor, no son demasiado diferentes a las de 1799: sigue sin ser una región donde sea fácil aprovisionarse, antiguas enfermedades como el paludismo han regresado, y así como los viajeros de la Capitanía General de Venezuela debían enfrentar el riesgo de las serpientes y los bandoleros, hoy deben sumar a esos mismos riesgos los del narcotráfico o las guerrillas. “Fue mi primera experiencia prolongada, verdadera, en una selva tropical”, recuerda Wulf de su paso por la Orinoquia venezolana, a la que llegó después de pasar por los llanos, como Humboldt, “y fue absolutamente mágica, aunque nos devoraron los mosquitos”.

La autora junto a las aguas del Orinoco, que Humboldt y Bonpland navegaron, junto con una tripulación local, hasta el encuentro con el Brazo Casiquiare, en 1799 (foto cedida por Andrea Wulf).

Su viaje por Ecuador fue más placentero pero muy distinto, altos volcanes en lugar de agobiantes selvas húmedas. Wulf ascendió unos buenos tramos del Chimborazo y el Pichincha, y pudo visitar la cabaña donde Humboldt y sus compañeros se alojaron cuando bajaban del Chimborazo, que todavía está ahí aunque en muy malas condiciones. Era otro viaje que debía hacer: durante su ascensión al Chimborazo, Humboldt detectó la presencia de especies vegetales y formaciones geológicas que eran muy similares a las que conocía de los Alpes.

Fue el primero en comprender que todo estaba relacionado mediante un millar de hilos, como le dijo a un amigo, cuenta Wulf en La invención de la naturaleza. Esa excursión lo llevaría a crear la primera infografía científica, un inmenso cartel que él mismo dibujó en el que relaciona el Chimborazo con otras montañas del mundo, como una pirámide de ecosistemas similares que permiten ver que hay leyes naturales globales. Las leyes que desde entonces hemos insistido en violentar, con terribles consecuencias.

Andrea Wulf es una de las invitadas especiales al Hay Festival de Arequipa, entre el 8 y el 11 de noviembre, entre figuras como Mario Vargas Llosa y Salman Rushdie.


Rafael Osío Cabrices es periodista y escritor venezolano basado en Montreal desde 2014. Ha publicado seis libros de crónica, el más reciente de los cuales es Apuntes bajo el aguacero. Es traductor, consultor en comunicaciones y colaborador de varios medios en español e inglés.