El último libro de Babel (parte 2)

Cuando le preguntan sobre literatura, Paco Hermosín parece responder con el título de este libro (foto: Librería Las Américas).

Por Ángel Mota Berriozábal

Nota de los editores: En la primera parte de este diálogo, el librero Francisco Hermosín golpeó al autor de este artículo cuando le dijo que la Librería Las Américas ya había dejado de ser la clásica librería de fondo. Un remezón de realidad: “A partir de ahora, mis compañeros y yo nos entregaremos en cuerpo y alma a la importación y distribución de manuales para la enseñanza del español, una actividad que, a pesar de constituir el 95% de nuestra actividad comercial, pasa totalmente inadvertida para la inmensa mayoría de quienes nos conocen y visitan”, le explicó sin rodeos Hermosín. El escritor Ángel Mota, autor de esta serie de artículos, pensó entonces en una gran colección de libros sobre México que, desde que la vio en la librería, la imaginó poblando su biblioteca personal. Aquí la segunda parte de esta conversación entre dos hispanos radicados en Montreal y amantes de la literatura; ejemplares de una especie en extinción.

¿Y los libros sobre la historia de México Moderno, sabes, la gran colección?, ¿Todavía los tienes? – temí que hubiesen desaparecido, se me ahogaba el vientre.

− ¿Te interesan?, respondió Paco Hermosín.

−Sí − fue mi respuesta contundente, dada con nerviosismo y poco crédito−. Siempre soñé con esos libros – le confesé a Francisco Hermosín, mientras él, con sonrisa amable, revolvía el azúcar en su capuccino−. Cada vez que entro a Las Américas observó los libros con el miedo de no verlos más.

−Es una gran colección – su tono era de admiración−. Son libros raros. Los adquirió la librería en México, en esos viajes que se hacían en busca de tesoros literarios y de saber. Como muchas otras obras que ya vendimos.

Mientras lo oía, evoqué cómo hacía un año la librería Las Américas había puesto en rebaja todos sus libros de fondo y los clásicos “con poca salida.” Vi varios Valle Inclán, el estridentista Maples Arce, una joya de Vicente Aleixandre, ensayos de Octavio Paz sobre Pessoa, estudios inigualables editados por el Fondo de Cultura Económica sobre el virreinato de Nueva Granada y el Río de la Plata. Cientos y cientos de libros ya idos o empolvados.

− ¿Y por qué han vendido todo, tan barato?

− No hemos tenido más opción. Ya nadie compra libros de fondo. Nuestros principales clientes eran las bibliotecas y, sobre todo, las universidades y sus estudiantes. Las bibliotecas ya no los adquieren. Cuando vienen es en búsqueda de títulos que “se leen”, es decir, que todo el mundo busca. En general son obras comerciales o muy mediatizadas. Como García Márquez o los autores en boga, y esto es porque las bibliotecas deben tener libros que sean prestados, que tengan circulación, de lo contrario se deshacen de ellos, o simplemente, tras un estudio previo, simplemente no los adquieren por el riesgo que conlleva. Ya no son bibliotecas de acervo de conocimiento, sino de hitos del momento. Por lo menos en lo que respecta a la literatura en español. Es así como reciben subsidios del gobierno y mantienen espacio para otros libros. Si un libro no tiene suficientes salidas va para afuera –sonrió con un dejo de frustración y tristeza.

− Sí, el otro día fui a la biblioteca del Mile End – agregué, tras un sorbo a mi capuccino −. Noté todo sorprendido que la sección hispana ya desapareció. La trasladaron a la biblioteca de Côte de Neiges –barrio de inmigrantes−. Solía tomar muchos libros ahí. Incluso La casa de nadie y La confesión –mis libros−, se han ido.

Hermosín junto a la escritora Mercedes Abad (a la derecha) y Henriette Tannier, la propietaria de Las Américas (foto: Paco Hermosín).

− Imagínate que antes venían de esa biblioteca, cada año, a buscar libros. Nos organizábamos en la librería una semana con antelación, seleccionando obras, buscando en cada género y tema, a fin de presentar a los bibliotecarios lo mejor y más representativo. Cuando ellos venían pasábamos un día entero, a veces dos, seleccionando obras. Se iban con cajas enteras. Era mágico. Ahora, desde hace unos años, ya no vienen. Solo algunas bibliotecas todavía adquieren libros en español, y los que te planteo.

− ¿Y las universidades y los estudiantes, por qué no compran más libros?

− Porque los maestros seguramente ordenan todo por Internet y los alumnos igual. Amazon es la que está ganando. No siempre es más barato pero nos ganan en rapidez, y ya sabes que en esta sociedad nuestra hemos desarrollado una profunda intolerancia hacia la espera. Amazon está matando las librerías en el mundo. Lo mismo ocurre en España. Es mundial. En Amazon es fácil comprar un libro siempre y cuando sepas por anticipado aquello que buscas. El problema se te plantea cuando eres un lector curioso o no tienes ni idea de aquello que te apetecería leer. Amazon te propone libros similares al que buscas de acuerdo con ciertos razonamientos algorítmicos que conducen y limitan la capacidad de elección. Es un círculo cerrado. Al contrario de lo que ocurre cuando entras en una librería, la exploración resulta poco menos que imposible. Cuando la gente viene a las Américas yo les muestro diversos libros y autores, les platico de escritores para ellos desconocidos. Les hago recomendaciones. A pesar de todo, mucha gente compra el libro que viene a buscar, no toma riesgos, se le ha mentalizado a ir por lo seguro. Cada vez somos menos propensos a arriesgar nuestro dinero en la cultura, en el arte. Quizás se deba a que aquí muchas cosas se  nos dan gratis, como el Festival de Jazz, por ejemplo. Pienso que no valoramos suficientemente la literatura y el conocimiento.

− Entonces ¿podemos hablar de una pobreza de lectura y una reducción del saber y el conocimiento?

− Sí, total, porque al final los autores que venden, los libros vendidos, son siempre los mismos. ¿Por qué ocurre esto? Mucha gente, por ejemplo, tan solo lee lo que recomiendan los youtubers, quienes, en muchísimos casos, reciben los libros por medio del servicio de prensa de las editoriales con la intención de que hagan correr la voz. Y no es raro que se copien entre ellos. Los youtubers se han convertido en los gurús de la literatura, en los nuevos críticos literarios. Cabe preguntarse en qué medida la opinión de dichos youtubers es más certera u honesta que la de un crítico reconocido. Sin restar méritos a algunos de ellos, no creo que el hecho de considerar a la crítica tradicional como snob o pasada de moda, como incomprensible o alejada de la realidad, arregle en nada las cosas. Yo mismo lo constato como librero: demasiadas personas llegan con una idea preconcebida de lo que desean. Y casi siempre es la misma.

− Yo veo en Twitter que el autor que escribe y escribe todos los días cualquier cosa, por insustancial que esta sea, tiene muchos seguidores, y muchos likes. El público parece ir a buscar ese autor,  por poco valor literario que tenga.

− Así es. Los medios de comunicación, las redes sociales, son una trampa para el autor, quien demasiadas veces responde según el dictado del vulgo. El autor se ha vuelto un reflejo de los gustos de la gente, en vez de proponer algo diferente y original. Así, una de las grandes servidumbres a la que tienen que hacer frente los escritores actuales es precisamente la de sentirse obligados a obedecer a los deseos de editores y lectores caprichosos, hasta el punto de dejarse avasallar por los mismos. Se ponen a dialogar con medio mundo en Twitter, en Facebook, con la intención de vender sus libros y su propia imagen, descuidando lo más importante: su trabajo de escritura. El escritor debe defender la integridad de su labor literaria por encima de todo.

−Según Jonhatan Kay del National Post, Twitter está cambiando todo el ámbito intelectual en Canadá. Es un monstruo donde si un escritor quiere existir en Canadá debe “postear” tweets que a todo mundo gustan, y dependiendo del número de likes o seguidores es el triunfo del autor. Mas, según el artículo, hay que tener cuidado con lo que se escribe pues si redactas algo no gustado por el público, o que insulte una idea o posición social o política del momento, el bombardeo de comentarios contra ti, como persona y autor, te destruye y tu imagen queda manchada para siempre. No hay vuelta atrás. Una tiranía mediática. Puedes decidir de no entrar a Twitter, mas, según Kay, de ese modo, en la esfera literaria canadiense no existes. Me parece que lo mismo se aplica en Facebook.

− Así es. Por eso, entre otros motivos, ya nadie compra libros de fondo en español aquí en Montreal. Y lo mismo puede estar ocurriendo con los libros publicados en francés y en inglés.

− Sí, pero yo veo que en Renaud Bray venden libros de filosofía, historia, vamos, de fondo.

− Eso es porque están obligados por ley provincial. Tienen que tener un número preciso de libros de fondo. Pero la realidad es otra. Yo lo veo en las librerías de ocasión  algunas de las cuales poseen libros raros o de valor histórico. Hay por lo menos cuatro librerías de este tipo que han desparecido. Han tenido que rematar todos los libros. Si el libro no es escrito por un autor en boga o mediatizado por un bloguero o las redes sociales, no tiene mucho valor en el mercado, tanto más cuanto que el libro, no solo ha sido desposeído de su valor intrínseco, sino que, para muchos, se ha convertido en un objeto embarazoso que pesa y ocupa espacio. En una de las librerías a las que voy seguido – Paco es un gran coleccionista de libros raros, de ediciones originales de cierto tipo de libros −, el librero vendió la primera edición de Les Trois Soeurs de Michel Tremblay a una biblioteca estadounidense, por treinta dólares. El bibliotecario no creía que el libro, de primera edición y en tan buen estado, fuese tan barato. Muchas de esas joyas se están malbaratando y muchas otras acabarán siendo destruidas pues la librería debe pagar impuestos por cada libro que no vende y ocupa sus anaqueles.

− Entonces, ¿es como una destrucción de la cultura, del pasado literario, de nuestro pasado como humanidad?

− Así es, del patrimonio, del pasado reciente, de la historia. Hay un empobrecimiento del conocimiento. Estamos perdiendo la capacidad de leer en profundidad. Nos cuesta trabajo acceder a libros con un lenguaje más sofisticado, a palabras que nos son desconocidas, a temas alejados de nuestro espacio seguro de solaz y esparcimiento. En el mismo sentido y paralelamente, hay escritores que muestran una escritura muy descuidada, una sintaxis deficiente y falta de coherencia.

Hermosín junto a Juan Madrd, el gran maestro de la novela negra española (foto: Paco Hermosín).

− ¿Y entonces, los libros de la Historia de México, todavía los tienes? –me atreví, con tiento.

− Sí – marcó una sonrisa en la comisura de los labios−. ¿Cuánto me ofreces?

− No tengo mucho dinero. Mmm, no te quiero ofender.

− Tú dime, hombre. ¿Cuánto ofreces?, yo ya veré si se puede.

− Como digo, no te quiero insultar. Solo te puedo ofrecer tanto, aunque sé que valen mucho más – solté con miedo a irritarlo o a que se riera en mi cara.

− De acuerdo, Ángel. Déjame ver con los dueños. Les voy a plantear tu precio. En dos días te respondo.

No lo podía creer. La sola idea de contemplar la posibilidad de obtener esos libros, los que desde mis años de bachiller había añorado, me parecía irreal. Me puse muy nervioso.

− Gracias, Paco. De verdad, no te metas en problemas por mí.

− ¡Anda, ya! hombre, qué vamos a verlo. Prefiero que esos libros estén en tus manos, a que se los lleve el tiempo y la mugre. Es mejor que los posea un escritor de tu tamaño, que les de buen uso, tal vez con una novela, a que se pierdan para siempre, pero no depende mí. Te resuelvo pronto.

Esta conversación, relato y ensayo continuará en la tercera entrega.

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