Libro: El lugar más triste para soñar

Novela

Autor: Claudio Palomares Salas

Editorial Lugar Común

Por Luis Eduardo Aute 

El lugar más triste para soñar de Claudio Palomares Salas, por encima de todo, tiene lo que los flamencos llaman “duende”, ese pellizco en el corazón, ese brevísimo e inexplicable perfume de claroscuros que transforma, sin avisar, el opaco plano de la realidad en un agujero negro donde logra detenerse el tiempo. La novela, más que poseer ese “duende”, ES “duende” en el espacio y tiempo que requiere su lectura. Es una perfecta simbiosis de realidad y ficción narrada por alguien capaz de, como diría Lewis Carroll, “imaginarse la luz de una llama cuando la vela está apagada”. La novela no sólo posee ese “duende” de la magia del relato sino que, además, su escritura vuela limpia, transparente, con alas de sabia elegancia, ofreciéndonos una visión irreversiblemente mestiza de las venturas y desventuras de unos personajes en el ámbito del exilio. Este, no por voluntario ajeno a circunstancias históricamente hostiles a la supervivencia en el territorio propio, a la búsqueda de su identidad “como se busca el mar, no como el refugio”, a la búsqueda del mar que, a su vez, azarosamente encuentra alguna isla, y quizá algún continente.

El lugar más triste para soñar es todo un continente, todos los continentes: “Los mueve el montuno de monte y ciudad. La cosa nuestra, pues. ¡Compalta, pueh! Que la cosa es de todos pero es nuestra, como la historia, como la nieve afuera que también es nuestra. América Latina revolcándose en este gran mar que también es nuestro. Mar de cultura, todavía, compartiendo la tradición, sí señor, cómo no”. Es pura épica de mestizajes, de pulsiones y compulsiones, de espejismos y otros vértigos del alma humana. Es una historia, cómo no, de amor y deseo, y de delirio de sueños imprescindible, como son todas las historias que merecen ser contadas. Sobre la novela gravitan, es evidente, las ánimas de Cortázar, de Girondo, de Cansinos-Assens, de Kerouac… y de otros hidalgos del ingenio eterno.

Gracias amigo, por este gran regalo de tu novela. Te digo amigo porque creo que “compaltimos”, qué se le va a hacer, los lugares más tristes para soñar.

Madrid, octubre 2013