Laureano Márquez en Montreal. El comediante, escritor, politólogo y venezolano “por decisión” -como manifiesta en esta entrevista- apuesta a la integración venezolana, aún desde el exterior. Hijo de inmigrantes, se esfuerza ahora por comunicarse con los venezolanos de adentro y desde afuera, y lo que dice vale para todos los latinoamericanos
Por Sandra Sierra Núñez
Es un maestro del despertar de la conciencia a través del humor, con más de 30 años de trayectoria, 20 de los cuales transcurrieron como actor y guionista en Radio Rochela, el programa humorístico más longevo de la historia radiodifusora de ese país, con 51 años al aire. Es un referente en la radio y en el teatro con obras taquilleras como La reconstituyente e Histeria de Venezuela, junto a su colega Emilio Lovera.
Laureano Márquez es un personaje que tiene pocos equivalentes en América Latina: es de la rara estirpe de intelectuales que se comunican con la gente a través del humor, como Jorge Ibargüengoitia o Quino. Desde el comienzo muy crítico con el régimen chavista, con sus libros o sus columnas de prensa, es tanto un líder de opinión en Venezuela como una presa frecuente de la censura y la persecución del Estado.
Ahora va por los teatros del mundo hilvanando frases de eminentes venezolanos en una suerte de diálogo histórico con la “hora oscura que vive Venezuela”, en sus palabras. De eso se trata su show Caza de citas, que presentó en Montreal a finales de septiembre, cuando concedió esta entrevista.
En el show Caza de citas propone que ser venezolano tiene que estar en la cabeza, no en el territorio. ¿Plantea que seamos algo así como los judíos: una nación errante?
No. Yo creo que nosotros somos una nación que tiene territorio, un bello territorio, que tenemos que defender, pero en este momento está ocupado por hordas salvajes de bárbaros, por lo que buena parte de la población ha huido. El concepto de nación, antes de ser un concepto de la vida cotidiana de los pueblos, es un concepto espiritual en la cabeza de la gente y eso es lo que produce que en un territorio haya un estado, que una nación florezca, aunque hay naciones que incluso han sobrevivido sin el territorio. Nosotros debemos fortalecer nuestra idea de la venezolanidad, porque eso sí se lo puede llevar un venezolano a donde quiera que esté y lo puede seguir trabajando aún en la ausencia.
Habla de crisis “cíclicas” en la historia de Venezuela. ¿Ha considerado que tienen que ver con esa falta de identificación territorial del venezolano?
Lo que nosotros no hemos podido construir es el concepto de ciudadanía. Por supuesto, esto hablando en términos generales, pero nos apuntalamos mucho en los derechos mientras descuidamos los deberes. A veces el péndulo de la civilización y la barbarie se mueve hacia el lado de la barbarie: como en la dictadura de Juan Vicente Gómez, la de Marcos Pérez Jiménez, como en la dictadura actual que padece Venezuela, que es todavía mucho peor porque está destruyendo todo.
Antes de que es péndulo se detenga en la mitad, ¿no tiene que tocar el otro extremo, la furia extrema?
Claro. Pero ese péndulo no se mueve conforme a la ley de gravedad de Newton, sino según el ritmo espiritual de los pueblos, por lo que puede mantenerse en el extremo de la barbarie todo el tiempo que pasemos siendo incapaces de revertirlo. Y revertirlo es un acto de conciencia nacional. A nosotros nos han llevado a lo más elemental: a la lucha por la supervivencia, a comer de la basura. Cuando una sociedad está así, necesita un liderazgo muy fuerte y muy profundo, capaz de torcer el destino de un pueblo, como lo que hizo Nelson Mandela en Suráfrica. Él tuvo la inteligencia de contener a su pueblo y de enseñarle lo que tenía que hacer, pues tenía una autoridad moral para ello: el haber estado 27 años en prisión con trabajos forzados. Al final Mandela construyó una sociedad del perdón y la tolerancia.
A pesar de que no vislumbra esa salida prontamente, en su show Caza de citas emite esperanza. ¿Qué es mantenerse vivo como venezolano?
Mantenerse vivo es no morirse, lo primero. Pero también es mantenernos activos como ciudadanos de Venezuela donde quiera que estemos, mantenernos organizados ayudando a que sobrevivan nuestros paisanos allá. Y eso, mantenerse vivo es un acto revolucionario (sonríe con la ironía de tener que usar el adjetivo favorito de la propaganda chavista), porque si el gobierno te quiere matar y tú te mantienes vivo, eso es una resistencia muy grande. Mantenerse vivo también es cultivarse espiritualmente para mantener la idea de Venezuela viva, la protesta en el mundo viva. Hay que ser voceros de nuestro país y hacer de nuestro problema un ítem importante, que sea tomado en cuenta por las naciones del mundo, que nos observen y que nos miren. Eso supone prepararse intelectualmente para la reconstrucción de Venezuela, que va a venir con tus hijos o con tus nietos, que volverán para reconstruir al país.
España es su madre biológica, por decirlo así, creció siendo inmigrante en Venezuela. ¿Cómo maneja ese origen doble?
El que ha venido a Venezuela y ha sido adoptado por ella se siente más venezolano que el que nació en Venezuela, porque es venezolano por un acto de amor, por un acto de decisión. Yo crecí en Venezuela y estudié Historia de Venezuela, no de España. Tú utilizaste un ejemplo muy bueno: una madre te concibió pero es con otra con la que pasaste toda la vida. España es una señora a la que respeto porque me dio la vida, le tengo cariño, pero no es lo mismo. Yo tengo claro cuál es mi afecto, cuál es mi pasión y cuál es mi patria: Venezuela. Y la patria de todos los venezolanos que están fuera es Venezuela; si las circunstancias los han alejado contra su voluntad, eso no desmerece en nada su derecho a ser venezolanos.
¿Y no teme que a nuestros niños fuera de Venezuela les pase lo mismo que usted?
Seguramente les va a pasar. Mi hija terminó su bachillerato en Venezuela y ahorita salió a estudiar fuera. Ella ya tiene una cultura venezolana que no se la va a arrebatar nadie. Y yo la he formado y le he dicho que ella se está preparando para volver a su tierra a hacer por ella. Pero los niños que se van chiquiticos, como yo que me fui chiquitico de España, se forman con la cultura de otro país. Por ejemplo en mi casa mi mamá mantuvo una luz de tradiciones españolas, pero eso es un barniz que tú tienes, lo esencial es lo otro. Los niños que han nacido fuera de Venezuela, de padres venezolanos, podrán mantener su idioma y algunas costumbres, pero esos niños van a ser de otro país.
Sandra Sierra es una periodista, fotógrafa y emprendedora venezolana basada en Montreal. Trabajó en varios medios en su país y en la agencia de noticias AP.