Por Enrique Pato, profesor de la Universidad de Montreal
La voz mijo/mija se emplea, de manera coloquial, familiar, informal y afectiva, para dirigirse al hijo o la hija en prácticamente todos los países de Hispanoamérica. Así lo podemos constatar en el Diccionario de americanismos (México, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Panamá, Cuba, República Dominicana, Puerto Rico, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay, incluso Estados Unidos). Este vocativo se usa también para dirigirse a un amigo/amiga o un compañero/compañera, como símbolo de camaradería e intimidad, inclusive en contextos formales y laborales (en Estados Unidos, México, Guatemala, Honduras, El Salvador, Panamá, Cuba, República Dominicana, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Chile y Uruguay). Además, en algunos de estos países (sobre todo en Estados Unidos, México, Colombia y Chile) se utiliza entre los miembros de una pareja, esposos o novios, siempre como tratamiento de cariño y con un sentimiento de proximidad, amor o afección. A este respecto, la Nueva gramática de la lengua española (2009: § 16.16j) recuerda que los hablantes empleamos “términos de parentesco que no corresponden a la relación familiar que expresan literalmente”, como es el caso de mijo/mija y mijito/mijita. Hay que indicar, también, que la palabra mijo figura en el Diccionario de la lengua española pero solo con el sentido de ‘planta’ (millo, borona o maíz), es decir sin referencia a la forma de tratamiento que estamos analizando.
El Corpus del Español del Siglo XXI (CORPES) nos muestra que la forma mija (con 599 casos registrados, más 299 del diminutivo mijita y una sola forma plural mijas) se documenta en todos los países de habla hispana (España incluida, así como Argentina y Costa Rica, que no figuran en el Diccionario de americanismos), especialmente en obras de teatro y novelas. Sin embargo, el uso de mija/mijita ofrece frecuencias diferentes. En efecto, Colombia, Honduras, Guatemala, Ecuador, Bolivia, Venezuela y Chile son los países que alcanzan los porcentajes de empleo más altos. Algunos ejemplos literarios que recoge este corpus son los siguientes:
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a. Yo también la quiero mucho, mija. Se me cuida (María del Mar Ramón, La manada, 2021, Colombia).
b. Te noto cambiada, mija. ¿Te ha pasado algo? (Guillermo Ruiz Plaza, Días detenidos, 2022, Bolivia).
c. Olvídese de los poetas, mijita. Vaya a las canchas de tierra, a las poblaciones, pero vaya con cuidado, eso sí. Cuente lo que pasa ahí (AlejandroZambra, Poeta chileno, 2020, Chile).
En algunos países como Colombia, se registra también la locución hágale mijo/hágale mija (y hágale pues, mijo) para expresar ánimo. En otros contextos de contacto lingüístico con el inglés aparecen otras locuciones como Mija, yes you can; Dream big, mija o Mija, you matter! Estos ejemplos muestran el préstamo español (mija) en hablantes bilingües.
La descripción gramatical del caso concreto que estamos viendo es sencilla. Se ha creado un sustantivo (mija) a partir de un sintagma nominal (mi hija), a través de un proceso de aglutinación por contracción: mi hija > m’hija > mija. El posesivo mi se aglutina al nombre hija y, juntos, forman un nuevo nombre: mija (‘mi hija, hija’).
En lingüística, se habla de aglutinación cuando dos o más palabras se unen para formar una sola. Por su parte, la sustantivación (o nominalización en algunos casos) es el resultado de convertir una palabra, o un grupo de palabras, en un nombre.
Ampliando un poco más esta definición, la sustantivación es el proceso por el cual un elemento no nominal se recategoriza como sustantivo, como por ejemplo la transformación de un adjetivo que se predica de una persona (viejo > un viejo; inmigrante > un inmigrante), o de una cosa (célula > un celular).
La nominalización, en cambio, es el proceso de creación de un nombre derivado, generalmente de un verbo (celebrar > celebración), un adjetivo (dulce > dulzura) o un nombre (pan > panadero). Como aclara el Glosario de términos gramaticales, este término se emplea también con el sentido de sustantivación, para indicar el proceso de formación de sustantivos gracias a mecanismos no derivativos (pelirrojo > un pelirrojo; deportista > una deportista).
La manera de escribir estos términos ha sido algo caprichosa a lo largo del tiempo, ya que se documentan formas como m’hija, m’ija, mi’ja o mhija. Sin embargo, tal y como vimos más arriba, el Diccionario de americanismos solo emplea la forma mijo/mija. Por su parte, el Diccionario panhispánico de dudas indica que si se emplea el apóstrofo (m’hijo, m’hija) no debe suprimirse la h, por lo que formas como *m’ijo, *m’ija se consideran agramaticales.
En otras lenguas romances como el francés tenemos numerosos casos de sustantivación por aglutinación. Algunas de las más antiguas y conocidas, con un posesivo, son ma dame > madame (plural mesdames) y mon sieur > monsieur (plural messieurs). Además, en el francés de Quebec se registra, desde mediados del siglo XX, las formas ma tante > matante (‘mi tía, tía’) y mon oncle > mononcle (‘mi tío, tío’) que, en francés general, corresponden a tati y tonton. Una matante, por tanto, es una ‘tía’ (con posesivo). Sin embargo, esta voz también presenta un uso peyorativo, y adquiere un significado cercano a ‘persona anticuada y algo pasada de moda’. Este empleo peyorativo, como indica el diccionario Usito, va ganando terreno: ‘femme familière, prévisible et dépourvue de raffinement’. Lo mismo sucede con mononcle: ‘homme familier, étroit d’esprit, souvent grossier’.
Lo interesante, desde el punto de vista cultural, es que algunos términos de parentesco permiten la sustantivación por contracción y aglutinación, y otros no. Asimismo, el significado social y cultural de mijo/mija, significado de respeto, atención y afección, nos muestra los lazos familiares y sociales hacia los hijos, sobrinos o amigos íntimos. De hecho, las relaciones familiares y el papel que juegan los mayores (los padres, los abuelos u otros miembros de la familia), como guardianes y protectores, se ejemplifican en este empleo de mijo/mija a la hora de dirigirse a los más jóvenes para fortalecer las relaciones (uno a uno), ya sea con intención de aliento y orientación, ya sea para transmitir una sensación de protección y educación. En este sentido, el aspecto generacional del empleo de mijo/mija nos muestra una cierta jerarquía en el mundo hispano, si bien, como vimos anteriormente, estas formas se pueden emplear también entre iguales (amigos y compañeros).
Con todo, en esta nota se ha querido mostrar que los matices culturales son importantes en las sociedades hispanoamericanas. Comprender estos usos puede ayudarnos en nuestras interacciones sociales, para comunicarnos de manera eficaz, respetuosa e inclusiva en diferentes contextos. Los términos afectivos deberían utilizarse con la intención de expresar cariño y respecto, y no tanto como muestra de familiaridad malentendida ni, mucho menos, para imponerla a nuestros interlocutores.