Texto y fotos de Dino Rozenberg
Los latinos no estamos acostumbrados a comprar ropa usada, pero las friperies son un recurso útil para los migrantes y los jóvenes. Pueden conseguir todo lo que necesitan, incluso prendas invernales, a precios atractivos. Hay negocios para todos los gustos y muchas veces se puede encontrar incluso lo inesperado.
Algunos migrantes las conocen, pero otros, recientes o veteranos, se han resistido y hasta desconocen las friperies. Es explicable: familias latinas y de otros orígenes no acostumbraban a comprar cosas usadas, como ropa, calzado o utensilios de cocina. No parecía una buena idea. ¿Estarían limpias? ¿Quién las usó antes? ¿De dónde vendrían esas prendas?
En Quebec, las tiendas de segunda mano forman parte de la vida cotidiana y son aprovechadas por personas de toda condición social y niveles económicos. Donar y comprar es algo que practican los canadienses y migrantes por muchas razones: ahorran dinero, dan nuevo uso a artículos en buenas condiciones, hacen espacio en los closets y roperos, y de paso ayudan a las personas de menores ingresos. También es una forma de estrenar nueva imagen sin gastar demasiado.
Donar a las friperies no es solo generosidad y lleva una lógica: para qué guardar ropa, zapatos, libros o vajillas que no hemos usado por años, que íntimamente sabemos que no volveremos a usar, y que se siguen empolvando en los estrechos closets de los departamentos.
El mundo de las cosas usadas
Aunque muchas personas los desconozcan, en todas partes existen mercados parecidos, como las llamadas ferias americanas que han florecido en Argentina, las tiendas de empeños donde se negocian equipos de sonido, herramientas o joyería, y los mercados callejeros o tianguis de México y países de América Latina.
No hay que olvidar los espacios que combinan prendas usadas “en pacas” y lotes de ropa descartada por fabricantes o cadenas comerciales después de cada temporada. Hay incluso canales que se especializan en catálogos de moda efímera como Zara, Shein y Temu.
Las friperies al alcance de todos
La ropa, calzado, libros, juguetes y accesorios de segunda mano tiene una variada presencia en ciudades de la provincia, en especial Montréal, Lévis y la Ville de Québec. La mejor conocida es la marca Renaissance (https://renaissancequebec.ca), que tiene 19 tiendas, 11 librerías, seis boutiques con mercancía seleccionada, y un almacén “kilo”, con ofertas de bajo precio.
Es una organización sin fines de lucro con más de 1400 empleados, y cuyos objetivos son múltiples, como fomentar la inclusión laboral de personas desempleadas, beneficiar a comunidades necesitadas y dar destino a toneladas de artículos que de otra manera acabarían en los tiraderos.
Existen friperies de alcance local administradas por iglesias y comunidades solidarias que también encausan prendas, muebles, equipo deportivo y artículos diversos que donan y vuelven a aprovechar los propios vecinos. No es raro que alguien lleve una donación y acabe saliendo con otra cosa que necesitaba o se le antojó.
La moda se vuelve vintage
A la par de tiendas generales, donde se pueden encontrar objetos básicos, se han desarrollado tiendas más elegantes que forman el universo vintage.
Ofrecen ropa y productos seleccionados para servir a una clientela específica, juvenil o madura, o apuntan a cierta época, sean los años 90 o los 2000. Hay unas que incluso albergan prendas de alta costura como Prada o Dior.
Con precios altos o bajos dependiendo de la selección, las tiendas vintage cobijan no solo ropa, sombreros y zapatos sino también discos, artículos de cocina, cristalería y decoración, obras de arte, electrónicos básicos y coleccionables.
Son lugares atractivos para buscar un regalo, algo único, cuando se trata de festejar a personas o familias que lo tienen todo. Hay varias de estas tiendas vintage en el Plateau, sobre todo en las avenidas St Laurent y Montroyal.
Una buena mezcla: el ahorro generoso
Estas tiendas y bazares han beneficiado a las comunidades de migrantes latinos, que han encontrado ahí lo necesario para radicarse y establecer un hogar a un costo razonable. Muchos de ellos han comprado en las friperies sus primeras botas y ropa de invierno, las cosas básicas para la cocina y hasta los juguetes de los niños. Algunos jóvenes, sobre todo las muchachas, han descubierto que pueden vestirse y hasta divertirse revolviendo los percheros y buscando ese atuendo con el que saldrán de fiesta el fin de semana.
Además, este modelo de reutilización de las cosas habla de aspectos llamativos de la sociedad quebequense, y en particular de los montrealeses. Un buen número de friperies y negocios de segunda mano tiene fines altruistas y son gestionados por voluntarios, los bénévoles. Ocupados en otras prioridades, los migrantes no suelen dedicar tiempo y talento a estas actividades, pero los canadienses valoran mucho el trabajo comunitario en las friperies, los bancos de comida y los alberges para los sans-abri.
Esta idea de solidaridad justifica el modelo de donar cosas útiles y en buenas condiciones, sin recibir nada a cambio, a sabiendas de que serán vueltas a vender, casi siempre con fines benéficos. Que alguien volverá a disfrutarlas y que no irán a dar a un altillo, a un garaje o directamente a la basura.