LOS TRES REYES MAGOS

Por Enrique Pato, profesor de la Universidad de Montreal

Los tres Reyes Magos de Oriente de la tradición católica muy probablemente no fueron tres, no eran reyes, y, desde luego, no eran “magos” en el sentido que hoy día damos a esta palabra. En esta nota conoceremos un poco más sobre su historia y estableceremos algunas relaciones entre lengua, religión y cultura.

Como es sabido, en el cristianismo los Reyes Magos son los tres personajes que, guiados por una estrella, llegaron a la ciudad de Belén desde Oriente (quizá Arabia, Mesopotamia e India) para adorar al Niño Jesús. Lo de “magos” se debe a que eran mobeds, que en la religión zoroástrica o mazdeísmo (devoción a Ahura Mazda) del antiguo Irán equivalía a ser un hombre de ciencia, es decir astrónomos y astrólogos que se dedicaban a estudiar el curso de las estrellas y, a la vez, eran sacerdotes en busca del verdadero Dios. Estos “reyes magos” paganos deciden ir a adorar a Jesús el Mesías, como nuevo rey de los judíos.

El historiador Tertuliano, en el siglo III, los nombra como “casi reyes” en sus textos y desde entonces son tratados como tales. En otras culturas y lenguas son conocidos como “wise”, esto es ‘sabios’. Además, durante la Edad Media, en algunos lugares cristianos los Reyes Magos fueron considerados como santos, por su bondad.

Las primeras documentaciones de los Reyes Magos en textos escritos en español son del siglo XIII, especialmente en la obra del rey Alfonso X:

(1) En Bethleem nascio Nuestro Sennor Jhesu Christo, en el pesebre, e alli es encara. Alli luego guio el estrella a los tres reyes magos que vinieron de orient adorar al Nuestro Sennor (Almerich, La fazienda de Ultramar).

(2) a aquella sazon apparescio sobre Judea a tod el mundo en ell ayre tan bien de dia cuemo de noche; una muy grand estrella e muy clara. E esta guio los tres reyes magos (Alfonso X, Estoria de Espana).

(3) los tres reyes magos que vinieron de Arabia a orar a Nuestro Señor Jesucristo en Betleem (Alfonso X, General estoria).

Estas escasas referencias están basadas directamente en el Evangelio de Mateo, único libro de la Biblia donde se menciona a los Reyes Magos, pero sin dar su número concreto, sus nombres ni edades. De hecho, en la literatura previa, así como en el arte –especialmente la iconografía– su número varía de dos reyes hasta doce (para la iglesia siria y armenia). El papa León I (440-461), basado en los textos de Orígenes, fija su número en tres (tal vez por el número de presentes), y posteriormente se da a conocer sus nombres: Melchor, Gaspar y Baltasar (que proceden de Melichior, Gathaspa y Bithisarea, en griego Appellicon, Amerín y Damascón, y en hebreo Magalath, Serakin y Galgalath), que figuran en el Libro armenio de la infancia de Cristo, un evangelio apócrifo del siglo VI.

Muy tempranamente los nombres aparecerán en la Adoración de uno de los mosaicos bizantinos de la basílica de San Apolinar el Nuevo, en la ciudad italiana de Rávena, donde los tres reyes se muestran vestidos con ricas túnicas, pantalones al estilo iraní de los partos y gorro frigio rojo.

En toda esta descripción, hay que recordar que hasta el siglo XV el rey Baltasar no aparece representado con la tez negra. La idea cristiana era simbolizar las tres “razas” conocidas hasta ese momento: Melchor personificaría a los europeos (con 60 años de edad), Gaspar a los asiáticos (40 años) y Baltasar a los africanos (20 años). La abundancia o escasez de barba suele representar la edad de cada uno.

Lo interesante de los Reyes Magos son los regalos que llevaron a Jesús:

(4) Otrosi Cristo fue honrado et de muy grande honra quando tres reys magos de parte de oriente venieron et fincaron delante del los inojos et le ofresçieron tres ofrendas, oro, ençienso et mirra, segun scrive sant Matheo en el capitulo 2º (Alonso Fernández de madrigal, Libro de las paradojas, 1437).

La simbología y la interpretación profética de estos tres dones que los reyes ofrecen al Niño Dios, el oro (que podría ser también ámbar), el incienso y la mirra, han sido largamente debatidas. En principio, el oro representaría la realeza de Jesús, el incienso su divinidad y la mirra su humanidad y futura muerte. Esta idea fue defendida por autores como Orígenes o san Ambrosio. En realidad, la tradición establece que los “magos” quieren averiguar la verdadera naturaleza del nuevo rey, y no llegan al portal o pesebre sino a la casa donde ya vivían José, María y Jesús. De este modo, si era un verdadero “rey” elegiría el oro, si era “sacerdote” el incienso y si era “hombre” la mirra. Jesús (quizá con un año y 12 días de vida, si se establece que nació el 25 de diciembre del año anterior, aunque en otras fuentes del siglo XVI se dice que a los tres días) no se decanta por ninguno de ellos, y elige los tres regalos a la vez.

Siglos más tarde, el papa Gregorio Magno equiparará los presentes con la sabiduría, la oración y la mortificación de la carne. Y ya en el siglo XVI, el propio Martín Lutero les atribuye la condición de fe, esperanza y amor. Las reliquias de estas tres ofrendas se conservan en el monasterio de San Pablo, en el monte Athos de Grecia, y se les atribuye un poder de sanación.

Del mismo modo, la tradición católica establece que los restos de los tres reyes se guardan en la catedral de la ciudad alemana de Colonia, en una urna-relicario que fue tomada como botín por el emperador Federico Barbarroja en el asalto de Milán en 1162.

Los cristianos saben que la festividad de la Epifanía, o manifestación y presencia de Jesús en la Tierra, se celebra el 6 de enero. Para los hispanohablantes esta fecha se convirtió en el Día de Reyes, que se celebra, entre otros países, en España, Cuba, República Dominicana, Puerto Rico, México, Colombia, Venezuela, Paraguay y Uruguay, así como en otros países de Europa. En el siglo XIX se preparan las primeras cabalgatas de los Reyes Magos, como fiesta especial para los niños la noche del 5 de enero. La de la ciudad de Alcoy, en Alicante (España), es la más antigua y data de 1866.

Todas las fiestas cristianas tienen asociado un dulce típico. Esta no podía ser menos. Con el paso del tiempo se unió al Día de Reyes el llamado roscón de reyes y rosca de reyes (en español), gallete des rois y gâteau des rois (en francés), bolo-rei (en portugués), King Cake (en inglés), Dreikönigskuchen (en alemán), basilopita (en griego), que, en realidad tiene un origen pagano romano en la Saturnalia o fiestas en honor a Saturno, festividad que se desarrollaba entre los meses de diciembre y enero, y que el emperador Constantino sustituyó por la Natividad del Señor. Ese día se invitaba a los esclavos a compartir un pastel y uno de ellos se convertía en “rey por un día” si le tocaba el haba que se colocaba dentro.

Para terminar esta nota, les dejo con la “Canción a los tres reyes magos”, villancico que figura en el Cancionero de Juan del Encina (c. 1481) y muestra la devoción medieval:

(5) Reyes santos, que venistes/ a ver al rey más subido:/ en los dones que le distes,/ distes fe que conocistes./ Dios y hombre ser nacido./ Encienso por divinal,/ y por rey le distes oro,/ y mirra por ser mortal,/ en aquel pobre portal,/ casa de nuestro tesoro./ Gran corona merecistes/ por aver a Dios servido;/ en los dones que le distes,/ distes fe que conocistes/ Dios y hombre ser nacido./ ¡Ó, reyes magos, benditos!/ Pues de Dios soys tan amados,/ sed mi guarda y abogados./ Sed mi guarda en este suelo,/ por que en sus lazos no caya,/ y abogados en el cielo,/ por que a veros allá vaya;/ por que por vosotros aya/ gran perdón de mis pecados,/ sed mi guarda y abogados./ Tanto quiso Dios amaros/ por vuestro merecimiento/ que le plugo revelaros/ su sagrado nacimiento./ Pues le tenéys tan contento/ y con él soys tan privados,/ sed mi guarda y abogados./ Uenistes desde orïente/ adorar al rey divino,/ con aquel alto presente/ para quien dél era dino./ Caminastes de contino/ por vna estrella guiados:/ sed mi guarda y abogados.

Y con uno de los villancicos populares que suelen cantar los niños el 5 y 6 de enero en algunos países de habla hispana:

(6) Llegaron ya los Reyes y eran tres,/ Melchor, Gaspar y el negro Baltasar,/ arrope y miel le llevarán/ y un poncho blanco de alpaca real. Changos y chinitas duérmanse,/ que ya Melchor, Gaspar y Baltasar/ todos los regalos les darán/ para jugar mañana al despertar. El Niño Dios muy bien lo agradeció,/ comió la miel y el poncho lo abrigó,/ y fue después que los miró/ y a medianoche el sol relumbró.

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