Un reciente informe del diario Le Devoir analiza el riesgo que corren las lenguas maternas. Puede leer el artículo original en francés aquí. Traducimos algunos pasajes de la nota.
En el 2021, cálculos oficiales proyectaban que uno de cada cuatro canadienses, es decir, nueve millones de personas, iba a tener una lengua materna distinta del francés o el inglés. “Para los niños de origen inmigrante, suele ser al momento de entrar en la escuela cuando pierden gradualmente su lengua materna”, afirma Elena Valenzuela, profesora del Departamento de Lenguas y Literaturas Modernas de la Universidad de Ottawa, entrevistada por el diario Le Devoir.
Valenzuela, especializada en investigación sobre bilingüismo y adquisición de segundas lenguas, señala que es entonces cuando muchos padres pierden gradualmente el interés por su lengua materna. “Es en este contexto cuando vemos que los niños pierden su lengua materna. Para mantener una lengua, hay que hablarla con frecuencia”, afirma.
Una de las razones de esta división puede ser el deseo de integrarse en la sociedad y el miedo a que los niños tengan dificultades en la escuela si no hablan suficientemente bien la lengua mayoritaria.
Le Devoir entrevistó a algunos jóvenes, inmigrantes de segunda generación, que indicaron que su comprensión de su lengua materna era mayor que su capacidad para hablarla, lo cual es completamente normal, según la profesora Valenzuela. Este también es el caso de los hablantes monolingües: cuando aprende a hablar, un niño siempre entiende mejor de lo que puede expresarse, por ejemplo.
La especialista explica también que, durante la escucha, el cerebro utiliza “corazonadas” para comprender el mensaje, mientras que verbalizar ideas es una actividad totalmente diferente y “realmente más difícil”.
No haber aprendido a leer ni a escribir en su lengua materna es otra característica que “generalmente limita aún más la producción [oral]”, según la experta. De hecho, los hijos de inmigrantes que ingresan a la escuela en francés a una edad temprana generalmente no han tenido esta posibilidad.
Es natural que los niños quieran dejar su lengua materna para integrarse lo más posible, según el Dr. Jaswant Guzder, profesor jubilado del Departamento de Psiquiatría de McGill.
“Muchos niños que están en proceso de formar su identidad pueden tener dificultades para navegar entre dos culturas, especialmente si sus padres insisten en utilizar el idioma de su país de origen. Esto puede crear una sensación de ansiedad en los niños, que pueden tener dificultades para encajar en su grupo de amigos”, explica.
Según la profesora Valenzuela de la Universidad de Ottawa, consumir material cultural en el idioma nativo de uno, como libros y películas, puede ser beneficioso. “Es interesante, incluso como adulto, porque así entiendes que no solo es el idioma de nuestros padres, sino también un idioma vivo que tiene importancia en el mundo”.
La cuestión de la identidad está muy ligada al fenómeno del bilingüismo pasivo entre los niños de origen inmigrante, dice Elena Valenzuela. “Varios estudios dicen que cuando somos bilingües activos, se fortalecen nuestros lazos con nuestra familia, nuestra etnia y nuestra identidad. Cuando una persona es bilingüe pasiva, falta esa parte de sí misma”.
Asimismo, el aprendizaje de una lengua común, a veces en detrimento de la lengua materna, puede tener consecuencias reales en el proceso de individuación de una persona, es decir, en la formación de su identidad dentro de la sociedad dominante. Es una negociación constante entre la aculturación por un lado y la preservación de un elemento íntimo y cultural por el otro, sostiene el Dr. Guzder.
Lea el informe completo en francés del diario Le Devoir aquí: https://www.ledevoir.com/interactif/2023-05-23/bilinguisme-passif/index.html