El autor hispanocanadiense radicado en Montreal lanzará en noviembre su nueva novela Todas las voces muertas (2022), el retrato de un país marcado por la violencia donde los desaparecidos vuelven como zombis. La obra del colombiano Gerardo Ferro Rojas se abre paso como una de las más destacadas entre los hispanos en Norteamérica.
Por Hispanophone
El escritor Gerardo Ferro Rojas migró a Canadá en el 2012. No dejó su país por causa de un exilio político o una crisis económica. Luego de diez años, el autor de origen colombiano reconoce que la búsqueda de aventura precipitó que se fuera de su tierra. Fueron también las ansías de vivir en el exterior y de ampliar su visión del mundo. Irse de su país le dio esa distancia que necesitaba para entenderlo mejor.
Un afiche del cine de terror decora su apartamento. Es de Frankenstein: The Bride of Frankestein de James Whale, una película de 1935 con Boris Karloff. Gerardo Ferro Rojas, sentado en una silla blanca, se toca la barba tupida y responde:
“La inmigración era una cosa que me ponía en un contexto más universal. Me acercaba en comunión con otros inmigrantes del mundo, y todos aquí éramos iguales. No había ninguna diferencia de nacionales más allá de una lengua distinta, un color o de ciertas expresiones corporales”.
Su trabajo como periodista en Montreal con el mensuario Pulso le ayudó a conocer el espacio, el medio, la ciudad y así localizarse como inmigrante dentro de esa nueva cultura y sociedad. Junto con los periodistas peruanos Carlos Bracamonte y César Salvatierra, y los escritores Humberto Medina (Venezuela) y David Arias (Colombia), interesados en acercar a las personas con el multiculturalismo y la cultura inmigrante, fundaron la revista Hispanophone.
“Siempre me recordarán mis colegas porque fui quien propuso el nombre”, recuerda entre risas Gerardo.
El escritor, nacido en Cartagena de Indias en 1979, llegó con muchas ideas sobre su estilo literario. El tiempo y las lecturas han pulido también su manera de narrar. Con la calma que le ofrece Montreal culminó su nueva novela Todas las voces muertas, editada por Planeta Libros, un thriller político con zombis.
El escritor cubano Marcial Gala, radicado en Argentina, dice que la migración modificó su manera de concebir y escribir la literatura.
Totalmente. Por un lado, están los procesos creativos de un escritor cuando uno trabaja en una obra. La estructura del cuento y la cantidad de técnicas que obviamente el tiempo y las lecturas facilitaron. Pero por otro lado también es la manera como tú mires las cosas y el mundo que hay en torno a los personajes y a ti. El modo en que uno se relaciona con el mundo nutre a los personajes, todo eso alimenta el alma de un escritor. Uno va y busca esas cosas en otros elementos y eso es lo que la inmigración te da. Me permite ver historias que, de haber estado en Colombia, no las hubiera visto.
¿Cómo surgió la idea de su libro Todas las voces muertas?
Este libro no lo hubiese podido escribir si estuviera en Colombia. Creo que la distancia permitió un acercamiento diferente a la novela. Las ideas de las novelas surgen de manera distinta a los cuentos, un cuento por lo general uno tiene más “control”, pero una novela es más desmesurada y uno debe saber cómo ir armando sus partes. Me sucede que en mi caso se van marinando por más tiempo; la idea tuvo un estallido en Colombia que la acercó a una primera noción de novela, que era la idea de una marcha de zombis; luego, ya en Montreal, fueron llegando otros elementos de la vida del país que alimentaron un argumento, y después fue un trabajo bastante arduo frente al computador para lograr, después de varias versiones, la novela que quería. Para todo eso la inmigración fue fundamental.
¿Cuál es el argumento de la novela?
Es una novela de zombis. Parte de la siguiente premisa: ¿qué pasaría si en un país de pronto todos los desaparecidos que hubo por culpa de la violencia empiezan a aparecer en las calles, rondando los barrios donde antes vivieron y caminando por las calles donde habitaron como si nada? ¿Qué generaría eso en los vivos? Esa es la pregunta inicial ¿qué pasaría si eso sucede? Pero no son esos zombis tipo el regreso de los muertos vivientes, porque tú los puedes ver en la calle de carne y hueso. Son zombis colombianos, latinoamericanos, muy distintos.
¿Cómo está estructurada la novela?
La novela está dividida en cuatro partes, cada una gira en torno al tema de los zombis pero desde diferentes ángulos. La realidad de un país como Colombia es muy compleja, por lo que la novela debe buscar la forma, la estructura, para hacer que la mayor parte de esos elementos complejos entren en el engranaje de su narración. Y para eso, a veces, el solo realismo no es suficiente. Esta novela está impregnada de un mundo onírico, pesadillezco, más ligado a lo simbólico de la violencia y a su normalización. Es también la locura de un país lleno de esperanza. Es hermoso que la novela salga en este momento. Uno de los personajes, por ejemplo, es un presidente de ultraderecha que está encerrado en su hacienda, atravesando una crisis nerviosa; el tipo se está volviendo loco y ahí están esos zombis que lo atormentan.
Se podría decir que este personaje de la novela tiene varios pares a nivel mundial.
El personaje del presidente, si bien literariamente está construido a partir referentes nacionales que son claros, es un personaje muy del drama shakesperiano. Hay elementos ahí sobre el poder, la traición, la muerte. Eso es muy interesante pulirlo literariamente y de alguna manera eso hace que también sea versátil. Es un arquetipo sobre el mal, eso hace que la novela se suscriba en una genealogía de la literatura del dictador, por ejemplo, nada extraña y muy conocida en América Latina.
¿Cuáles fueron las motivaciones para hablar sobre este tema?
Es una novela que vengo trabajando hace mucho. El tema de la violencia en la literatura colombiana no es nada nuevo. Pero siento que estas nuevas generaciones de escritores, los que han producido su obra en estas primeras décadas del siglo XXI, tenemos una manera diferente de contar esa violencia. Siento que la literatura es necesaria para entender el país. Quisiera que mi novela ayudase en eso, contribuyese en ese debate, que se lea, se discuta, es una motivación grande. Pero también motivaciones literarias como el placer de poder contar esa historia.
El escritor venezolano Gustavo del Valle decía que el país del escritor es simplemente el lugar donde escribe.
El país del escritor es el país que escribe, también se podría decir. Quizá ese sea su verdadero país. En todo caso es un debate interesante, que Borges también planteaba al decir que no existía literatura nacional, para decir que el escritor es universal. La nación del escritor es su literatura, es cierto. Pero también es cierto que el país está ahí siempre, el país de donde tú vienes.
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La disciplina fue primordial para escribir Todas las voces muertas. La novela se escribió durante un proceso de cinco años, nutriéndose poco a poco durante muchas madrugadas. Descubriendo la mejor manera de contarla, se fue aclarando con cada página. Tras varios manuscritos, Gerardo Ferro Rojas logró darle la forma final que quería.
La tesis que realizó en la maestría en Estudios Hispánicos en la Universidad de Montreal le permitió al escritor acercarse al material filosófico y ensayístico sobre la violencia. Fueron temas que le ayudaron en el proceso creativo con autores como Foucault, Hannah Arendt y Slavoj Žižek, que no necesariamente se ven reflejados en algo puntual en la novela, pero sí en su concepción general.
Esta novela se suma a la obra literaria del autor: Antropofobia (2006 – 2019), y otros libros de cuentos como Cadáveres Exquisitos (2003) y Nunca olvidamos nada, nena (2018), y las novelas Las Escribanas (2012) y Cuadernos para hombres invisibles (2016).