Entre seductora y malvada, esta cantante hispanacanadiense tendría que ser una gran figura del espectáculo. Tiene carisma y talento musical pero los porteros le han negado mejores escenarios. Ella sabe cuál es el precio de la fama y no ha querido pagarlo.
Por Dino Rozenberg
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Su nombre no debe sorprender. Se puso Reyez con zeta para que no la confundieran con los otros Reyes de Internet, y aun así tiene más de 10 millones de entradas en Google. Jessie Reyez me conquistó –debiera decir que me sedujo– cuando la escuché en Sola, una canción en español que habla de dos tipos de mujeres: unas buenas, fieles y calladas, y ella, “que no puede complacerte porque no es ese tipo de mujer”.
No es sencillo describirla en un par de páginas, así que puedo ahorrar la retórica y los elogios innecesarios. Baste decir que es una gran artista y que merece más de lo que tiene. Para quienes no la conocen, es una cantante, compositora y arreglista R&B y soul, aunque recorre otros géneros melódicos y hasta el hip hop. Puede sentirse agresiva o romántica, intensa o quebrada, pero nunca simple o vulgar. Y eso que tiene una debilidad por las groserías (una de sus canciones se llama Fuck it; y ya no digamos las de Nice Guy, que canta con Eminem).
Nació en una familia colombiana de Toronto, tiene 31 años y podría figurar en cualquier listado de mujeres latinas relevantes y creativas. Pero no la incluyen porque es demasiado independiente y no les hace el juego a las falsas celebridades. Aunque es orgullosamente canadiense, no reniega de sus raíces colombianas y latinas, algo que se percibe en cada una de sus producciones. Ha grabado media docena de discos sola y con otros artistas como Eminem, Billie Eilish, Reik y Sam Smith.
Heroína del público joven
Varios adjetivos rápidos sirven para describirla: agresiva, atrevida, desmelenada, triste, con una voz intensa que llega a la desesperación, y con unos agudos que erizan la piel. Ama, sufre, vuela y se divierte en los escenarios, y el público joven la adora. Pero no es fácil, tengo que decirlo, y a veces pone a la gente a llorar.
Compone y canta en inglés y español, y en sus letras hay todo tipo de emociones, sentimientos y quejas. Canciones del amor y del dolor, y también de la muerte. No les tiene miedo a los temas duros. Su vestuario es ecléctico y parece improvisado, aunque nunca lo es. En el video de Lucky lady sale con una falda escocesa, como de colegiala, pero casi siempre la vemos con shorts o vaqueros rotos. Sus videos son complejos, llenos de claves y sugerencias, como el de Do it, una producción latina sobre la muerte y la tragedia, con iglesias, calaveras y mujeres envueltas en tules blancos.
Algunos detalles darán una mejor idea de su compleja imaginación. Así como ha grabado una conversación de 43 segundos para festejar el cumpleaños de su mamá, para un comercial de tequila cantó Gracias a la vida, de Violeta Parra, en español e inglés. En su disco Kiddo incluye una canción –Gatekeeper, o sea guardián, portero–, y la lanzó con un video explícito que denuncia a un productor (Noel ‘Detail’ Fisher, un ganador de Grammy) que le dio a entender, de manera grotesca, que sin favores sexuales no llegaría lejos. La letra habla de ganar 20 millones de dólares, de abrir las piernas, de emborracharse y desnudarse para ser rica y famosa. Fisher no solo no fue complacido, sino que fue arrestado y enfrenta un juicio en Estados Unidos. En el video de 12 minutos, Gatekeeper: The True Story, Reyez cuenta la experiencia con detalle.
Cantar a toda voz
A pesar de la pandemia, que ha postergado esos conciertos en los que se desenvuelve a sus anchas, las plataformas digitales la tienen siempre presente. En Spotify, la canción Promises tiene más de 800 millones audiciones y Figures, 140 millones, con más de siete millones de oyentes mensuales. En YouTube, Figures registra 90 millones de vistas, un millón de likes y 22,000 comentaros; Imported, con 6Lack, tiene 49 millones de vistas. No es cualquier cosa.
Aun si sus videos son vistosos y emocionales, la mejor experiencia es verla cantar en vivo. Ahí es cuando se nota la transformación. De ser una muchacha sencilla y hasta tímida, en los escenarios se convierte en otra cosa, un camaleón que adopta formas increíbles. Es un motor de emociones, de drama y de ilusión, y es tal su compromiso y profundidad que el público se entrega sin complejos. Los jóvenes la aclaman, corean las canciones y festejan sus acrobacias.
Mientras llegan de regreso los conciertos en vivo, hay que conformarse con los videos: el del festival Bottlerock 2021 de Napa Valley, donde canta Figures mientras el público la acompaña a todo pulmón. Y no era un público cualquiera pues en ese mismo festival se presentaron Guns n’Roses, Foo Fighters, Stevie Nicks y The Elephant. Otro recital que vale la pena es el del bar The Raves/ Eagles club, de Milwaukee, también en YouTube. Es un espacio reducido donde se respira la cercanía; ella pregunta cuántos inmigrantes hay y de dónde son, y cuántos son hijos de inmigrantes como ella, y cuántos latinos como ella. Las reacciones del público son emocionantes. Y cuando está de humor, toma su vieja guitarra acústica y se dispara un palomazo para soltar la lágrima. Ella puede con todo eso.
Consciente de su tiempo, Jessie Reyez puede hablar y cantar de lo que sabe y siente, de la libertad, del racismo y de la vida; de su familia y de Dios, y de los inmigrantes que luchan por salir adelante en situaciones difíciles. Canta, sufre y se divierte, y uno no puede imaginar que todavía esté esperando llegar a los grandes escenarios. Será porque esa mujer no vino a complacer a los guardianes de la fama.