Por Carlos Bracamonte
A
La entrevista de trabajo culmina:
— Señor, le avisaremos dentro de unos días. Evaluaremos a otros candidatos. ¿Tiene alguna pregunta?
— Sí, quisiera saber cuánto es el sueldo…
— ¡Nooo! ¡Por qué preguntaste eso! ¡Eso no se pregunta! ¡Ya la jodiste! — me advierte mi esposa — ¡En todos los tips para pasar una entrevista dicen que eso nunca se pregunta!, ¿no leíste la información que te envié?
— Pero quería saber, pues. Me preguntaron que si trabajaba bajo presión, que si trabajaba fines de semana y a todo les dije que sí, pero no me decían cuánto iban a pagar…
Pasan los días, una semana y no hay respuesta. Les escribo. Bonjour, señores, mi nombre es Fulano de Tal, postulé al puesto de agente de comunicaciones; quisiera saber si hay alguna novedad sobre mi candidatura… Me responden: Discúlpenos, señor Fulano de Tal, pensábamos que ya le habíamos contestado. Penosamente su candidatura no ha sido considerada. Le deseamos lo mejor. Fin… Les respondo: Muchas gracias por su mensaje; por favor, podrían decirme ¿en qué puntos cree que yo debería mejorar mi dossier profesional para una candidatura a futuro? Merci beaucoup… Su candidatura es buena, señor Fulano de Tal; de hecho, nos parece un excelente candidato, pero buscamos a alguien con mayor experiencia canadiense. Le deseamos lo mejor…
— Mañana tengo otra entrevista.
— ¿Con quién, mi amor?
— Con un organismo de ayuda humanitaria. Buscan un responsable de proyectos. Dicen que hablar español es un atout, una ventaja, pero el trabajo es fuera de Montreal. Tienen proyectos en África…
— Te vas, pues, yo me las arreglo con los niños.
— ¿No me vas a extrañar?
— Estamos tan ajustados que si consigues el trabajo, creo que no te voy a extrañar.
— Qué chistosa. La entrevista será por Skype…
A la mañana siguiente, timbra mi teléfono: Señor Fulano de Tal, en quince minutos le llamaremos por Skype. Excelente, gracias, mademoiselle… Ponte tus anteojos, esos que guardas y que nunca usas, que parezca que eres serio, una imagen profesional. Ponte esa camisa blanca y la corbata. No olvides los anteojos, te ves inteligente. Sí. Siéntate aquí, bien, y que detrás de ti esté el librero, mueve el escritorio delante del librero para que cuando te llamen vean los libros detrás de ti, que se note que lees. Ensaya tus respuestas, las preguntas son las mismas de siempre. Acuérdate: No preguntes por el sueldo. Ya estás listo. Respira hondo. Tu francés es bueno; tu inglés, también. No dudes. Ya están llamando, tranquilo, contesta…
— … Finalmente, señor Fulano de Tal, quisiéramos saber cuáles son sus expectativas salariales.
— ¿Por hora o al mes?
— Por hora.
— Bueno, en el aviso dice que el sueldo es acorde a la experiencia y a la escala del mercado. Aún no me quedan claras algunas tareas, tengo que mudarme fuera de Montreal, entonces creo que (¿qué digo, qué digo, qué digo? ¿35$?, ¿30$ estará bien?)… Creo que 25 dólares la hora podría ser una buena cifra para empezar considerando que…
— Es una cifra muy alta para nosotros, señor; somos un organismo sin fines de lucro, pero lo evaluaremos. Nos contactaremos con usted muy pronto, merci.
— Enchanté, mademoiselle, tengo mucho entusiasmo por formar parte de su organización para ayudarlos a cumplir los objetivos trazados. Gracias.
Pasan los días. Les escribo. Bonjour, mademoiselle, espero que me recuerde. Postulé al puesto de… Y quisiera saber si hay alguna novedad sobre mi candidatura… Pasan los días. Reenvío mi mensaje. Al fin recibo la respuesta: Bonjour, señor Fulano de Tal, lamentablemente su candidatura… Gracias por su respuesta, mademoiselle; por favor, podría decirme ¿en qué puntos cree que yo debería mejorar mi dossier profesional para una candidatura a futuro?.. Señor Fulano de Tal, la verdad es que usted es un excelente candidato, pero…
— De modo que aún no has tenido suerte en los empleos. ¿Cuánto llevas en Canadá?
— Cuatro, casi cinco años.
— Por lo general, a partir de los cinco años uno recién se va acomodando y encuentra trabajos más estables, ya sea en tu profesión o en algo parecido. Yo también pasé por eso. Pero, en todo este tiempo, ¿en qué has trabajado?
He conocido al “hombre pulpo”, un africano que me hablaba de sus amores nocturnos mientras lavaba a mil por hora los cientos de platos sucios que los meseros le amontonaban a un lado, y que yo secaba y acomodaba con rapidez para que los meseros se los volvieran a llevar. Vuelve a tu país, me decía, eres joven y con estudios, allá conseguirás un gran trabajo, no como yo que ya estoy viejo… Recuerdo al venezolano Jorge, hombre fornido y cincuentón cortando metales de todo calibre en una fábrica. Ocho horas al día con tres pausas. Tan gentil conmigo, mi amigo Jorge, que me enseñó a lijar los metales, a darles forma y curvas como si fueran de jabón, a medir su grosor, a calibrar las viejas máquinas para hacerle hoyos a las piezas. Jorge se iba luego a una empresa de limpieza hasta la medianoche. Debía pagar la deuda por su casa y apoyar a su hija en los estudios… ¿Cuántas horas dormía Jorge en ese doble turno de esclavitud? ¿Tres, cuatro horas?.. Sin duda dormía más que Rafael, “el colombiano que no dormía nunca”, que seis días a la semana se iba desde el frigorífico donde pelaba pollos hasta la recepción de una empresa privada para vigilar las cámaras de seguridad. En sus ratos libres jugaba fútbol, y lo hacía con potencia, con los arrestos de una juventud que despilfarraba… Tenía el mismo ímpetu de Margarito, el mexicano chaparrito que me enseñó a pasar el trapero sin molerme la espalda, hazlo de un lado a otro, me decía, así, así, despacio, compadre, como si bailaras un vals con el trapero. Margarito trabaja para su hija de ocho años que se quedó en México. Ella es mi fuerza, me decía, mi hijita, compadre, está chavita, y luego sorbía su café negro contra alguna melancolía…
— La verdad es que he hecho varios oficios modestos. No le hago asco al trabajo, pero me siento cansado y no vine a este país para eso. Ya tengo cuarenta años y dos hijos pequeños, ¿me entiende? Postulo a empleos y no he tenido mucha suerte aún. A veces pienso que vine muy viejo a Canadá. Llego a fin de mes arañando el calendario como un gato. Estudié una maestría en la Universidad de Montreal pero me han dicho que no debo mencionarla en mi CV, que estoy sobre calificado…
— Vamos a leer tu CV — me dice Lucía, mi nueva agente de empleo. Es portuguesa y tiene un trato maternal y la paciencia de una terapeuta para escuchar las mil historias y quejas de sus clientes. Es mi primera agente en este país. Ella trabaja en la Hirondelle, un reconocido organismo que ayuda y orienta gratis a los nuevos inmigrantes en la búsqueda de empleo y de casa, y en las demandas de ayuda y en todos los trámites que los inmigrantes debemos hacer y que nos parecen duros como un parto. Sólo basta llamar y te dan cita. Ayudan a refugiados aceptados y residentes permanentes con menos de cinco años en Canadá. Hablan español, francés, inglés, ruso, persa…
— Tienes un excelente CV, vamos a modificarlo un poco para que encaje mejor en los empleos donde te ayudaré a postular. Ten confianza, no será difícil encontrar trabajo, pero hay que perseverar. A mí también me tocó, conozco el camino en el que estás, pero todo pasa. Ya verás. Mientras tanto courage, courage, mucho courage…
Lucía le ha dado una pinceladas a mi CV. Le ha quitado líneas y ha agregado otras. Me da información sobre dónde buscar empleo más rápido. Pasan los días, me escribe: ¿cómo va todo? ¿A qué empleos postulaste? Todavía no hay novedades. Una semana, dos, tres… Ella me vuelve a escribir: hay empresas que nos envían avisos de empleos y nosotros referimos a nuestros clientes. Hay un organismo para inmigrantes que busca un agente comunitario. El empleo no está lejos de tu profesión. Ganarás experiencia. ¿Quieres intentar?
— No me pondré exquisito, Lucía, vamos con todo. ¡Gracias!
El día de la entrevista converso con la administradora de la organización. Me explica las tareas del puesto. Es cordial y abierta. Se entusiasma cuando le hablo de mi experiencia laboral en mi país. No le pregunto cuánto me pagarán porque ella misma me lo dice. Pronto nos comunicaremos con usted, señor Fulano de Tal, comprenderá que conversaremos con otros candidatos.
Una semana después las noticias dicen que las empresas en Canadá han comenzado a contratar a más inmigrantes en el último año. ¿Será cierto esto? El papel lo aguanta todo, pienso, porque a mí nadie me contrata y me hundo en el sofá. Veo en mi celular dos llamadas perdidas, un mensaje de voz. Lo escucho. Es de la administradora del organismo para inmigrantes que me entrevistó: Señor Fulano de Tal, lo llamo porque…
Al rato, mi esposa llega a casa. La noto cansada. Acaba de pasar una entrevista de trabajo, una más de tantas. No hay novedades. Me pregunta cómo me fue en el día y le respondo con fuerza:
— ¡Me contrataron, mi amor! ¡Conseguí trabajo!
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Carlos Bracamonte es editor de la revista Hispanophone de Canadá. Agente en temas comunitarios e inmigratorios, y especialista en gestión de proyectos y responsabilidad social empresarial. Lea más artículos del autor.