Por Rhodie Lamour
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Como expatriada profesional en Canadá desde hace tres años, he estado en contacto con la sociedad quebequense, y más concretamente con la de Montreal, con toda su belleza y diversidad.
En muchas reuniones de networking empresarial, me hago a menudo la siguiente pregunta: ¿piensan todos los immigrantes presentes en la experiencia que les acompaña?
Probablemente se pregunte por qué tengo esta preocupación. La respuesta es muy sencilla. Cuando llegas a una sociedad en la que hay una etiqueta para cada grupo, cada etnia, cada forma de hacer o de pensar, la necesidad de encajar en el mejor molde puede ser un intermitente que te impida ver más allá.
Dicho esto, más concretamente, cada persona fuera de su tierra, lejos de ser vista sólo como un buscador de oportunidades, es también alguien que aporta sus conocimientos en beneficio de los que le rodean. En sus bagajes, denoto una alta resiliencia, una desarrollada capacidad de adaptación, una aguda curiosidad, por nombrar sólo las más llamativas.
Podría decirse que es un mensaje muy bonito, pero ¿cuál es su objetivo? Pues bien, el propósito de este artículo es despertar en cada lector, inmigrante o expatriado, según el término que mejor le convenga, el sentido de que es la persona responsable de hacer un balance de sus valores y capacidades. Depende de nosotros apreciarnos, reconocer la mina de oro que representamos y luego compartirla con los demás.
Porque si reconocemos nuestras propias habilidades, será aún más fácil comunicarlas y destacar. Lo que has aprendido en tu país, tu cultura, además de lo que has vivido en una tierra extranjera, tus experiencias, te convierten en una perla rara y única que hay que descubrir.
Quiero decirte, querido lector, que ha llegado el momento de la autoaceptación, y de la comunicación adecuada de la propia historia a través del respeto a tu identidad. Deseo que cada uno de nosotros se sienta orgulloso de sí mismo, porque entonces la actitud que mantenemos para buscar oportunidades cambiará por la oferta de competencia y eso es una gran diferencia. Así, hablar un nuevo idioma con acento ya no será una barrera para la comunicación si recuerda que tiene otros idiomas en su haber, por ejemplo. Ese puede ser el enfoque para cada nuevo reto.
Como consultora de imagen, quiero ver en cada expatriado, ese brillo en su presentación, ese reflejo de confianza en sí mismo y esa confianza para conseguir sus propósitos.
En conclusión, recuerda que tienes mucho que ofrecer y que, estés donde estés, este equipo se enriquecerá con tu presencia. Piensa en tu bagaje, que ya es un buen inmenso atributo.
Rhodie Lamour es especialista en imagen personal y corporativa. Se graduó en el Fashion Institute of Technology de Nueva York (FIT) y en el Image Colors Resources de Nueva York (IRCNY). Radica en Canadá desde 2018 y es miembro activo de la Asociación Internacional de Consultores de Imagen (AICI), la Sociedad de Investigación del Color de Canadá (CRSC), la Cámara Metropolitana de Comercio de Montreal, el Réseau des Femmes d’Affaires du Quebec (RFAQ) y la Grappe Mode Metropolitaine (MMODE).