Por Merling Sapene
Giancarlo y Verónica se conocieron muy jóvenes antes de comenzar sus estudios universitarios en Lima, Perú. Él se graduó en medicina general. Verónica de ortodoncista. Inmediatamente, Giancarlo comenzó a trabajar en una de las clínicas más reconocidas de su país. Verónica, en su propio consultorio dental. La vida les sonreía. Un día, por curiosidad, participaron en una charla sobre cómo inmigrar a Canadá. La semilla por conocer otros horizontes germinó. Iniciaron sus trámites de viaje.
En el 2009 llegaron casados a Quebec como residentes permanentes. Siguieron el programa de francisation. Sus nuevos amigos se convirtieron en su familia y apoyo emocional.
Cuando comenzaron sus trámites para homologar sus títulos profesionales se dieron cuenta que el camino estaba cuesta arriba. Casi imposible lograrlo. Sintieron que lo que habían planeado, ejercer su profesión, no se haría realidad.
En el 2010 deciden regresar al Perú. Giancarlo recuerda: “no puedo dejar de ser médico, esa es mi pasión y propósito de vida. En Quebec solo veía un horizonte sombrío para nuestras profesiones”.
En su país se especializa en ginecología. No tarda en conseguir buenas ofertas laborales. Incluso poco tiempo después obtiene una pasantía en el área de infertilidad en el hospital CHUM, de Quebec. La pareja retorna a Canadá pero con la intención de volver al Perú cuando concluyera el programa. No obstante, el destino se interpone.
Verónica queda embarazada, y deciden esperar el nacimiento de la niña antes de irse al Perú. Su hija Sofía nace en el 2014. Entonces toman un avión rumbo al Perú con un plan de vida bajo el brazo y sin fisuras.
Pero su país, como muchos de Latinoamérica, no les daba garantías de un futuro prometedor para su hija.
Creyeron que aún podían establecerce en Canadá pues pensaron que no habían perdido su residencia permanente. Sin embargo, había un alto precio: “no poder ejercer sus profesiones”.
“En Perú podemos vivir bien económicamente, cerca de la familia, pero el temor de la seguridad de nuestra hija nos atormentaba”, recuerda la pareja. Tras una profunda reflexión, se deciden por Canadá.
Inmigran en el 2015 con su hija en brazos. Pero el destino parecía ponerles una nueva zancadilla, pues en el aeropuerto el agente de inmigración les dio una mala noticia:
Su residencia permanente estaba vencida por haber permanecido mucho tiempo fuera de Canadá. Una equívoca interpretación de la ley de inmigración les hizo cometer el error. Quedaban dos caminos: apelar la decisión del agente o volver al Perú.
Decidieron lo primero.
Fueron tres años de incertidumbre hasta que un juez decide otorgarles de nuevo la residencia permanente. En ese lapso siguieron carreras cortas en el área de la salud. Verónica como asistente dental; Giancarlo, en radiología. Llega al mundo su segundo hijo, Samuel.
Otro hecho hace trastabillar sus planes. Giancarlo finaliza sus estudios, pero tras varios intentos no puede obtener la certificación que le permitiría ejercer. Perdió todas las chances de lograrlo.
“Soy médico, ginecólogo. Nunca había estudiado tanto en mi vida. ¿Cómo es posible que no apruebe el examen de radiología?”, se cuestiona Giancarlo hundido en la autocrítica, en una frustración duradera.
Giancarlo y Verónica son personas de fe. Creen con fervor que los hilos de sus vidas son conducidos por Dios. Pese al traspié, Giancarlo decide mirar las bendiciones que ha recibido. Para él, la mayor de todas: contar con una familia. No todos tienen una.
Desde hace 8 meses, Giancarlo labora en una clínica dental. Esto lo ha ayudado a superar el revés profesional.
“Mi familia es mi aliento. Mi fortaleza. Nunca nos dijeron que era fácil inmigrar. Nada es fácil en la vida, pero lo que no previmos fue la magnitud real del desafío”.
Giancarlo no se arrepiente de haber venido. Aún sueña con ejercer su profesión en su nuevo país. En su interior seguirá habitando el apasionado médico que dejó todo para salvaguardar a su familia.
Mis reflexiones sobre esta historia:
- No importa cuántos obstáculos tenemos. Hay que levantarse y seguir.
- El camino de la inmigración e integración no es una línea recta. Juegan muchos factores como nuestras prioridades en determinado momento y nuestros valores personales cuando tomamos las decisiones.
- El manejo de expectativas antes de llegar a otro país es clave. En el caso de esta pareja, pensaban que el camino para ejercer sus profesiones sería más fácil que el previsto.
- El significado de la palabra “éxito” varía de persona a persona, y depende cien por ciento de sus prioridades. Giancarlo se siente pleno de las decisiones que tomó, porque el futuro de sus hijos es lo prioritario: “el desarrollo de mis hijos esta primero, quiero que crezcan con una mezcla de culturas y una mentalidad abierta”.
- Lo fundamental tener la resiliencia necesaria para enfrentar los obstáculos que se nos presentan.
Volveremos en dos semanas.
Merling Sapene es experta en manejo de cambio, coaching y responsabilidad social corporativa. También es certificada gerente de proyectos de alto impacto social por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). ha creado el programa “Corazón Migrante” para que los inmigrantes del mundo no vivan las mismas dificultades emocionales que ella padeció, y generar un impacto positivo en su integración. Este proyecto les brindará estrategias para una integración eficaz y plena en su nueva sociedad. Venezolana de origen y fundadora de la organización MSTransition.