Por Alejandro Estivill, Cónsul General de México en Montreal
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El 24 de mayo del 2017, dentro de su Plan de Innovación y Habilidades, el gobierno de Canadá estableció el programa de Superclusters para detonar desarrollo exponencial y capacidades tecnológicas. Ubicó las cinco áreas geográficas de esta iniciativa: las tecnologías digitales recayeron en la Columbia Británica, las industrias de proteínas en las praderas, la fabricación de nueva generación en Ontario, las tecnologías oceánicas en las Provincias Atlánticas y la Inteligencia Artificial (IA) en Quebec. Sin duda, un privilegio.
Los vectores coincidentes hacia el desarrollo de la IA en esta provincia, y en especial en Montreal, son de más largo aliento. Combinan armónicamente el impulso gubernamental, con la academia (una estructura liderada hoy por el talento revolucionario de las redes neuronales de Yoshua Bengio). A ello se suma la empresa privada: cada día nombres como Automat, Element AI, Fluent AI, Imagia, Nuance, sumados a las divisiones de IA de Facebook, Google, Microsoft y Maluuba, aparecen en el vocabulario cotidiano de este vertiginoso ecosistema). Pero el objetivo de estas líneas no es recorrer ese historial avasallador, sino relatar una veta específica en su contexto: su creatividad ilimitada y su aporte a la discusión integral sobre lo humano.
Me explico con un ejemplo: durante una visita de especialistas mexicanos en IA, un investigador del CRIM (Centro de investigación en Informática de Montreal) reconoció mi interés personal en el tema de la democracia relacionada con la tecnología. Me invitó a ser testigo de los resultados de un largo estudio donde las redes y la capacidad de cómputo se colocó al servicio de un análisis, por vía de la IA, para determinar abstractamente el sistema electoral que más satisfacción ofrece a los gobernados en cualquier relación política. La fría tecnología consideró que el mejor sistema era el conocido como “Voto Alternativo” (consiste en ordenar en la boleta los candidatos por preferencia y si la opción más preferida no logra el 50%, eliminar al menos votado y repartir sus votos sobre la base de la segunda preferencia, repitiendo esta práctica hasta tener un ganador).
La lección de ese encuentro, sin embargo, no radicó en esa determinación abstracta que muchos pondríamos en duda, sino en las reflexiones durante el análisis. Se centró en la forma en que la IA, además de resolver problemas que enfrenta el hombre, nos hace repensar y entender los múltiples aspectos psicológicos y los modos que tenemos para pensar humanamente. En palabras de Margaret Boden, la IA cambió la filosofía y ha desafiado las formas como pensamos acerca de la humanidad y por ende su futuro. No es un tema de albergar temores, propios de la ciencia ficción, a que un día los robots nos dominen (ellos difícilmente harán algo fuera del ámbito para el que se les programa). Es el tema de que la IA nos genera un espejo inusitado para repensarnos.
Por ello siento con orgullo que hoy, el nuevo parangón y motivador de nuevas perspectivas en la relación de México con Quebec es la IA. Fue el hilo conductor de tres seminarios recientes que involucraron a una multiplicidad de actores buscando lo que ambas partes pueden cooperar, tanto como gobiernos, con una especial participación del Estado de Jalisco, como entre redes académicas y empresas. Pero más enorgullece aún que la veta del arte y las humanidades en la IA, de manera tácita pero imponente, ha estado también en el centro del quehacer de la difusión cultural de México en Montreal buscando esa “otra manera” de pensarnos e influirnos.
México estableció en Montreal un consulado con vocación cultural; ha buscado siempre establecer el mensaje adecuado hacia los públicos de Quebec. Por ello, no podía ser impermeable, sin perder su esencia mexicana, al “ecosistema” de feroz atrevimiento tecnológico que Montreal impone. Recuerdo la obra de teatro interactiva que se montó en el Espacio México de Montreal hacia 2017 con Andréa de Keijzer (artista, fotógrafa, bailarina canadiense formada también en México) y que con el título This ritual is not an accident, jugó y trituró literalmente por vía de una computadora las expresiones de su audiencia para someterlas a un algoritmo de combinaciones posibles cuyo resultado era indispensable para guiar los pasos de su actuación. El público la adoró.
La veta apareció ante nuestros ojos. Fue cuestión de seguirla: una de las empresas mexicanas con presencia en Montreal “Siete|Media”, dedicada a efectos multimedia, apoyó la colocación de la exposición Mexique Numerique que contenía elementos de uso tecnológico en esa dirección: viaje virtual por la historia mexicana en un carruaje, juegos tradicionales mexicanos interactivos con el desarrollo de sensores y mucho. Según la literatura más avanzada, los llamados learning sensors con capacidad evolutiva son la clave para lograr curiosamente el principal objetivo de la IA: la predicción. En cierto modo cumplíamos el concepto de “predictibilidad” que manejan los expertos Ajay K. Agrawal, Avi Goldfarb y Joshua Gans quienes establece que la presencia generalizada de esa predictibilidad paradójicamente encaminada a conocer más el futuro afectará de manera tan drástica nuestros procesos que ellos ya no se utilizarán simplemente para mejorar la productividad hacia una estrategia cierta… sino que cambiarán la estrategia misma. La predictibilidad en la operación conlleva la creatividad en nuestro devenir.
Con esa idea es que se han presentado en nuestro consulado artistas como Manuel Rocha explorando tecnología y música, o se realizó un Altar de Muertos donde intervino el Centre Milieux de la Universidad de Concordia donde mensajes luminosos se descomponían sobre una tela con combinaciones aleatorias al honrar la memoria de las cantantes Lhasa de Sela y Chavela Vargas. La puntilla de este esfuerzo, muy recientemente, fue arropar el proyecto “Poema Meteorito” de la artista mexicana Amor Muñoz en colaboración con el festival Art Souterrain. Este proyecto interactivo invita a los participantes a admirar el cielo (símbolo inequívoco de la aventura futurista), para expresar un poema que entra en un algoritmo hasta tomar forma reconocible en tres dimensiones: un meteorito.
El cierre a este pensamiento es sencillo: lejos de estar en un periodo de replanteamiento de los encuentros entre México y Quebec, estamos recorriendo un terreno de infinitas posibilidades con la conciencia de que, por un lado, la IA como vanguardia en el ejercicio nos ofrecerá sus productos ciertos, matemáticamente analizados; pero por otra parte, reconfigurará mucho de lo que pasa en nuestras vidas y abrirá un infinito de nuevas posibilidades para interactuar en todo lo imaginable de uno a otro extremo de nuestra región.
Alejandro Estivill es diplomático de carrera del Servicio Exterior de México, con el rango de Embajador. Se ha desempeñado principalmente en América del Norte, y en las áreas de cultura y asuntos consulares. Es escritor y ha publicado las novelas El hombre bajo la piel, Alfil, los tres pecados del elefante, premio AKRÓN novela negra 2019. Es promotor cultural y especialista en lingüística e intercambio cultural internacional.