Por Merling Sapene
Este es el primer artículo que escribo sobre un hecho que movió las fibras más íntimas de mi ser. Y ahora que me lees seguramente la inmigración ha sido también para ti un proceso complejo y contradictorio que ha despertado sentimientos y sensaciones que jamás pensaste tener y expresar. Yo también pasé por eso.
En esta serie de columnas compartiré experiencias, técnicas y consejos que me han ayudado positivamente en mi proceso de inmigración y que creo que te evitarán caminos empedrados y pérdida de tiempo. Será una mirada sobre la inmigración desde un enfoque emocional y positivo.
¿Cómo ha tocado y hasta trastocado la inmigración el sentido de nuestras vidas? ¿Cómo revertir una situación complicada para aprovecharla a nuestro favor? Intentaré responderte en estas columnas.
Soy venezolana y llegué hace 20 años a Canadá. Por eso dedico estas primeras líneas a mi país de origen, sobre todo, a los más de 7 millones de mis compatriotas que, como yo, han dejado sus hogares, sus empleos, a sus seres queridos y amigos buscando una oportunidad para sus familias, para sus sueños y proyectos. En suma, una vida mejor.
He llegado a la conclusión de que la experiencia de inmigrar y de adaptarnos a un nuevo país es un proceso desgarrador y transformador. En mi caso, esta experiencia me hizo crecer como ser humano.
Estoy convencida de que este tránsito construye nuestro carácter y nos da cualidades diferenciadoras tales como: la planificación, la toma de riesgos, la adaptabilidad, la perseverancia, la resiliencia, la lealtad, fijarnos objetivos y muchas otras que, a través de esa experiencia, se desarrollan y solidifican.
Se trata de un proceso tan complejo que el gobierno canadiense y los proveedores de servicios de inmigración sin fines de lucro en Quebec y en todo el mundo continúan investigando nuevos planes y estrategias para apoyar el establecimiento pleno y la integración de los recién llegados.
En mi caso, lo que más contribuyo en mi integración fue encontrar el coraje requerido para superar y vencer cada situación difícil que me impedía alcanzar mis metas. Para mí era importante sentir que podía contribuir plenamente, sin barreras, en todas las dimensiones de la sociedad canadiense y quebequense.
Una montaña rusa de sentimientos
Sin embargo, no todos los movimientos migratorios se producen en circunstancias favorables. En los últimos años, observamos un aumento de las migraciones y los desplazamientos provocados por conflictos, persecuciones y una preocupante falta de oportunidades y la inseguridad social.
Lamentablemente, todavía estamos plagados de muchos problemas, ya que el proceso de establecimiento y adaptación es un proceso bidireccional que implica cambios tanto en el recién llegado como en la sociedad de acogida, tal como establecen organismos como la Ontario Council of Agencies Serving Immigrants (OCASI) o la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Hoy, el número de personas que vive en un país distinto de su país natal es mayor que nunca. La cifra asciende a 272 millones de migrantes internacionales, es decir, el 3.5% de la población mundial.
Asimismo, como inmigrantes, a muchos se nos dificulta la aclimatación, vivimos dificultades para adaptarnos a una nueva cultura y lidiamos con las barreras idiomáticas y dificultades para encontrar un trabajo en nuestro campo. Yo también transité por eso.
Pero decidí que mi historia iba a ser diferente y que yo no sería parte de esas estadísticas que demuestran que tenemos una desventaja competitiva con los demás.
Desde el principio, podría imaginarme a mí y a mi familia con plena libertad de elección con respecto a mi nivel de participación en esta nueva sociedad y cultura. Por ejemplo: trabajar en mi área de experiencia, pasión e interés, que mis hijos en un futuro hablaran perfectamente inglés y francés, los dos idiomas oficiales de Canadá, además del español. Me propuse sentirme útil para contribuir a organizaciones sin fines de lucro, para participar en foros y reuniones de influencia y, sobre todo, hacer lo posible por “sentirme como en casa”.
En Venezuela tuve la oportunidad de dirigir muchos proyectos complejos y multiculturales para ayudar a otros a tener éxito profesional a través del cambio. Sin embargo, cuando llegó el momento y yo misma tuve que pasar por ese camino de integración, entendí que llevar adelante mi propia curva del cambio era más doloroso y complejo de lo que lo había anticipado.
Pasé por el proceso de cambio sin entenderlo ni darme cuenta de que lo atravesaba.
Porque, al igual que muchos inmigrantes, experimenté una montaña rusa de sentimientos inesperados: emoción, ansiedad, felicidad, miedo, culpa, depresión profunda, desilusión, hostilidad, negación, complacencia, enojo, aceptación gradual y luego ¡alegría!, cuando finalmente me sentí en casa.
Después de 20 años como inmigrante, tengo el corazón compartido. Es decir, guardo una enorme gratitud por todas las oportunidades de crecimiento que encontré para mí y mi familia en este país, ¡y al mismo tiempo mantengo un sentimiento profundo por mi amada Venezuela! Quizá también sientes lo mismo cuando piensas en tu país de origen.
Pero, para superar las incidencias, tuve que aprender muchas cosas en el trayecto de las cuales te hablaré y reflexionaré en mis próximos artículos.
Mientras tanto, te dejo este breve video informativo sobre la situación actual de mis compatriotas. Ha sido producido por “Corazón migrante”, un proyecto que dirijo para generar un impacto positivo en la integración de los inmigrantes en su nueva sociedad.
Merling Sapene es experta en manejo de cambio, coaching y responsabilidad social corporativa. También es certificada gerente de proyectos de alto impacto social por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). ha creado el programa “Corazón Migrante” para que los inmigrantes del mundo no vivan las mismas dificultades emocionales que ella padeció, y generar un impacto positivo en su integración. Este proyecto les brindará estrategias para una integración eficaz y plena en su nueva sociedad. Venezolana de origen y fundadora de la organización MSTransition.