Por Ingrid Bejerman *
Jorge Luis Borges contestó alguna vez, en inglés, cuando le preguntaron, que “Canada is so far away it hardly exists” (“Canadá está tan lejos que apenas existe”), y yo creo que podríamos decir lo mismo del mercado del libro escrito en español en este país. “La relación entre la oferta y la demanda del mercado canadiense del libro escrito en español es discrepante, al punto que el mercado es casi inexistente”, me explica la prolífica escritora y traductora peruana-canadiense, con alma carioca y residente en Montreal desde los años ochenta, Gloria Macher, que por esa razón ha publicado en España con la editorial madrileña Verbum las novelas Las arterias de don Fernando (2013), Mi reina (2014), La gringa del parque (2015), Viajando por precipicios (2016), Flor de Araribá (2017), y Protocolo 48 (2019): así alcanza a mucho más lectores a ambos lados del Atlántico.
“Las casas editoriales hispanófonas que se especializan en la publicación de libros escritos en español tienen una distribución, promoción y marketing muchas veces ineficientes en el mercado canadiense”, continúa Macher. “Esto afecta la demanda por los libros en español que a su vez puede llegar a afectar la subsistencia de las casas editoriales hispanófonas. Por su lado, las casas editoriales establecidas en la publicación en inglés y francés no sienten ninguna iniciativa en penetrar un mercado que consideran vacío”.
La reconocida narradora mexicana-canadiense Antolina Ortiz, que en los noventa irrumpió en la escena literaria con el ensayo Vidas callejeras. Pasos sin rumbo, prologado por Elena Poniatowska, y cuya última novela, Seda Araña (2019), quedó entre las cinco finalistas al Nadal, y entre las diez finalistas del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, es tajante: “Básicamente: están muy verdes. No realizan su labor de difusión ni apoyo a autores. No son promotoras culturales. Ni siquiera están concebidas como negocios en los que todos ganan algo. En resumen: hacen más mal que bien”. Y que lo diga Ortiz, una sirena literaria que por donde pasa encanta con su ser y su escritura: en la última FIL Guadalajara, a la que acudió galardonada con el Premio Nacional a la Novela Breve para Escritoras Mexicanas, vi a varios capos literarios —un agente de Balcells, una gerente del Grupo Planeta— pasándole con ansia sus tarjetas de visita.
El narrador peruano-canadiense José Antonio Villalobos, fundador de la súper dinámica comunidad de autores hispano-canadienses Imagina, conformada por plumas de lustre internacional como Beatriz Hausner, Martha Bátiz, Paulina Derbez, Juan Gavasa, Claudio Palomares, Gina Beltrán, Salvador Alanis, Alma Mancilla, y Laury Leite, y uno de los editores de las exitosas antologías de cuentos Historias de Toronto e Historias de Montreal, publicadas por Lugar Común, es igualmente incisivo: “En Canadá no existen editoriales hispano-canadienses. Podría reconocer a un par de proyectos que pretenden ser editoriales manejados por hispanos, pero que solo se dedican a imprimir manuscritos por encargo, carecen de un calendario editorial y de un comité ejecutivo de selección. No llegan a ser una casa o un sello editorial de ninguna manera. No cumplen con las funciones normales de una editorial: selección y curaduría, acuerdos legales, corrección de estilo, diseño, diagramación, maquetación, control de calidad e impresión, relaciones públicas, marketing y venta, distribución física y digital, finanzas, portafolio de autores, etc.” Además de escritor, Villalobos es un creador y emprendedor reconocido por su toque de Midas y su singular habilidad de lograr lo que a todos nos parece imposible. La primera vez que me hablaron de él, Palomares y Beltrán me regalaron un ejemplar de Historias de Toronto y me contaron, con lujo de detalles, sobre el espléndido lanzamiento de esa antología en la librería Ben McNally Books: se agotaron todos los ejemplares, el público desbordaba la librería y esperaba afuera en una cola que daba vuelta a la manzana, pese al frío boreal de diciembre. Gracias a esa primera publicación, los estantes de Ben McNally Books, este “mítico templo de las letras inglesas” como la llama Norman Cheadle, cuentan desde entonces con una sección y un catálogo de libros en español, en su mayoría hispano-canadienses, “un acontecimiento que, en cierta medida, ya forma parte de la pequeña historia del español en Canadá”.
El argentino-canadiense Diego Creimer, que además de “Los festejantes” en Historias de Montreal ha publicado la colección de cuentos Reconstrucción de hechos (2016) en Lugar Común, la describe con cariño como “una pequeña editorial que mantuvo durante años un lazo muy fuerte con el departamento de español de la Universidad de Ottawa. Es tan pequeña que es casi una empresa unipersonal, con medios limitados para la promoción de las obras que publica. Sin embargo, su editor y propietario Luis Molina Lora y quienes lo asisten son muy profesionales y requieren un esfuerzo considerable por parte del escritor”. Alternando entre español y francés, lengua que el autor considera “su segunda patria”, Creimer contrasta esta experiencia con la que vivió con Les éditions La Presse. “Esa ya es otra historia… Es una gran editorial con equipos dedicados de lectores, correctores, editores, compaginadores, publicistas e ilustradores, adscritos a un prestigioso periódico. Trabajar con ellos (en francés) fue una experiencia intensa de aprendizaje. Fueron estupendos, y garantizaron los más altos estándares de calidad para nuestro libro”.
La lista de los silencios
Creimer forma parte, junto al boliviano-canadiense Alejandro Saravia, del colectivo que publica la revista de ficción, ensayo y poesía The Apostles Review, institución de la narrativa hispano-canadiense. Saravia explica que su experiencia publicando en español en Canadá “le debe todo a la amistad y la suerte. Gracias al poeta mexicano Juan Escareño en Toronto publiqué mis primeros textos en 1994. En Montreal el apoyo del poeta nacido en Chicago, Hugh Hazelton, permitió la publicación de trabajos posteriores.” Hazelton tiene además una brillante carrera como investigador y traductor y es la autoridad absoluta en literatura hecha por hispanos en Canadá: nuestro padrino, nuestro patrimonio, nuestra fuerza unificadora. Forma parte del comité de la programación en español del prestigioso Festival Literario Internacional de Montreal Blue Metropolis/Metropolis bleu, el primer festival multilingüe del mundo, reflejo de nuestra ciudad.
Blue Met o Met bleu o —para nosotros— Met Azul es el acontecimiento literario primaveral de Canadá, con casi un cuarto de siglo de historia y donde el español siempre ha estado presente. De hecho, el evento inaugural de “Montreal, Capital Mundial del Libro” por la Unesco en 2005, cuando también se inauguró aquí la Bibliothèque et Archives nationales du Québec, fue la entrega de nuestro máximo galardón, el Grand Prix Littéraire Metropolis bleu al gran escritor mexicano Carlos Fuentes, que hizo una lectura impecable en los tres idiomas oficiales del festival: inglés, francés y español. Acababa de publicar Contra Bush, y a los canadienses, cuando le preguntaron cómo nos veían los mexicanos, nos dejó la variante de un dicho: “A los amigos se los elige, a los vecinos, no”.
Se ve que siguen el consejo de Fuentes los que escriben aquí en español, como nos cuenta Saravia. “La amistad con el novelista colombiano Luis Molina, radicado en Ottawa, posibilitó la publicación de mi último trabajo en 2014”.
Y como nadie es profeta en su tierra, el propio Luis Molina Lora, que lleva el timón de Lugar Común, se sitúa a sí mismo “como un escritor colombiano que vive fuera de su espacio nativo en el que la experiencia migrante enriquece al sujeto que me habita. Como editor y escritor encontré particularmente difícil la publicación de mi trabajo dado que no creo en la auto-publicación. El editor es el vínculo venturoso entre la obra y los lectores; creo en la curaduría que ejerce, en la exigencia de su lectura y sus recomendaciones. De tal manera que nunca estuvo en mis planes auto-editarme. Cuando un cuento mío apareció en alguna de las antologías de Lugar Común fue porque los compiladores tomaron la decisión de incluirlo tras una cuidadosa labor de edición”.
Y como lo bueno se hace esperar, su novela Bien cocido resultó ganadora del XIV Concurso Nacional de Novela de la Cámara de Comercio de Medellín, y se publicará este mes por Seix Barral en Colombia.
“Vivir fuera, ser editor y adelantar estudios doctorales fueron circunstancias desafortunadas para la publicación de mi obra. No para la experiencia vital. Esa espera, sin embargo, resultó positiva toda vez que me desembarazó de la presión de publicar regularmente. En el intervalo, sin las presiones administrativas y mercadológicas del escritor-promotor, escribí lo que quise, me concentré en el oficio, afiné el ojo y mejoré la técnica”, cuenta Molina, y recomienda “a los autores que todavía pueden escuchar: dedicar más tiempo al oficio y menos a la autopromoción”.
Lugar Común también ha publicado Retrato de una nube. Primera antología del cuento hispano canadiense (2008), la primera colección de cuentos en español por inmigrantes latinoamericanos residentes en Canadá. Según el escritor mexicano-canadiense con un toque italiano Ángel Mota, esa “publicación, sin lugar a duda, reunió lo mejor y lo más representativo de todas las generaciones. Al mismo tiempo sirvió para conocernos, para forjar los cimientos de lo que vendría después. La aparición de The Apostles Review y de Lugar Común se da justo en el momento en que Francisco Hermosín, coordinador de la librería Las Américas toma las riendas de los eventos literarios. Así, la librería sirve como plataforma para lanzar nuestras letras. Había sucedido en la ya extinta librería Abya Yala, pero no de manera tan profesional y organizada”, cuenta Mota.
Pero a nivel editorial y en términos de reconocimiento nacional, todavía hay un largo camino que recorrer, y como explica Saravia, “las editoriales en español en Canadá son esfuerzos sobrehumanos de parte de los miembros de esta comunidad. Una buena parte de las editoriales de esta comunidad ha tenido una vida efímera. La lista de los silencios es larga. Las que sobreviven se pueden contar con los dedos de una mano. Faltan políticas, culturales y fiscales que permitan su supervivencia a largo plazo. En el terreno de la literatura, la idea de un Canadá con dos lenguas oficiales en los hechos ya no es suficiente para reflejar la riqueza cultural del segundo país más grande del mundo”.
A la vez, me encanta el planteamiento de Mota: “Ser canadiense es entonces, ser varios yo, ir de una cultura a otra, ser crítico de las barbaridades que se cometieron y se siguen cometiendo en este país, con la libertad de no ser parte de ello, ser canadiense es un viaje constante entre identidades. La idea de una nación e identidad como se concibe en México, Estados Unidos o Francia se vuelve obsoleta. Es falsa. Como diría Benedict Anderson, se trata de comunidades imaginadas, pensadas así por una conveniencia ideológica, política y económica”.
Conformamos la población más multicultural y diversa de las Américas y nuestra producción literaria, conocida afectuosamente por el mundo como CanLit, será la próxima a brillar en la vitrina más codiciada en la industria editorial en el planeta, como País Invitado de Honor en la Frankfurter Buchmesse.
Entre la sesentena de autores que configuran la tropa de élite que nos representará en Alemania en octubre del 2021 (debería haber sido este año, pero se pospuso por la pandemia) bajo el estandarte “Singular Plurality/Singulier Pluriel”, figura un único nombre más o menos hispánico, el de Catherine Hernandez y sin acento en la A: escritora y guionista de herencia filipina, española, china e india que va presentada como Queer Brown. Participan varias reconocidas plumas del Caribe: el inmenso Dany Laferrière, de origen haitiano y adorado en Francia, André Alexis, nacido en Trinidad y criado aquí, la poeta Canisia Lubrin de St. Lucia, tierra de Derek Walcott, entre otros.
¿Pero dónde están los escritores hispano-canadienses?
En otro planeta
La experiencia del novelista mexicano-canadiense Laury Leite, que en Historias de Montreal nos regala su “Arqueología de una ciudad imaginaria”, es muy parecida a la de Macher. Publicó su primera novela en 2017 con la española Ediciones Carena. “Empecé a escribir esa novela unos años antes y cuando la terminé busqué posibilidades por internet. Como viví muchos años en España, publicar ahí fue una opción lógica para mí. Carena tenía buena prensa y distribución y les mandé la novela. Afortunadamente la publicaron sin muchos problemas”, me cuenta. “Poco después se publicó también en Estados Unidos. A partir de esta experiencia, me invitaron a participar en una antología sobre Juan Rulfo, que publicó Huso Editorial, también en España. Me gustaron mucho sus libros. Cuando tuve lista mi segunda novela La gran demencia se las envié y decidieron publicarla. Publicar en España mientras vivo en Canadá ha sido una experiencia un poco extraña, como si todo estuviera ocurriendo en otro planeta”.
Termino de redactar estas líneas pensando en el 2020, el annus horribilis al que ya me faltan las palabras para describir, y recuerdo la selección de Jorge Carrión en la edición en nuestro idioma de The New York Times de final de año, “Diez lecturas en español para sobrevivir a una pandemia”, y figura “el proyecto literario más ambicioso que se ha publicado hasta el momento sobre los estragos de la COVID-19” coordinado por Paulina Collado Lobatón, Guadalupe Nettel y Yael Weiss para la Revista de la Universidad de México, donde “autores emergentes —como Liliana Colanzi, Jazmina Barrera o María Fernanda Ampuero— y consagrados —como Mayra Santos-Febres, Javier Cercas, Sergio Chejfec, Marta Sanz, Margo Glantz, Alberto Manguel, Annie Ernaux o Mario Bellatin— conviven para dar testimonio de lo particular que se vuelve universal”. Entre las entradas que llegan desde Milán, Seúl, Nueva York o Estocolmo, ahí está ella, nuestra Martha Bátiz, desde Toronto, con su “Miedo derretido”, desde otro planeta, donde vamos aterrizando.
(*) Artículo publicado originalmente en Publishers Weekly en español, y cedido por la autora para su publicación en Hispanophone.