Por Ismaël Koné, Chaska Films
El reconocido director de cine Carlos Ferrand nació en Lima, Perú, y radica en Montreal hace 40 años. Tiene una extensa carrera cinematográfica y en su obra destacan temas como la convivencia, la diversidad y la relación con el prójimo. Son sus fuentes de inspiración. En esta entrevista realizada por Chaska Films, Ferrand habla de su trabajo fílmico donde también ha tratado temas de gran actualidad como el racismo.
– ¿Cómo fue tu primer contacto con Montreal?
– Me tuve que ir del Perú. Ya había viajado, ya había pasado por aquí. Encontré que era una ciudad muy tranquila, con muy poco tráfico. Y me gustó también el hecho de que hablaban francés y que no hablaban inglés, incluso cuando mi segundo idioma es el inglés. Me dije: es un lugar donde se protege a las diferencias culturales.
– Ahora me gustaría volver al pasado. En efecto, empezar con tu primer cortometraje, Cimarrones. ¿Nos puedes hablar un poco? ¿Qué nos puedes decir? Primero, ¿qué es lo que significa “Cimarrones”?
– “Cimarrones” es el nombre que los españoles les daban a los caballos que huían hacia la libertad. Los caballos que no quedaban dominados. Que estaban solos, libres. Entonces, cuando les dieron el mismo nombre a los esclavos africanos que se escapaban de la hacienda, “marrones”. En Brasil, en Panamá, en las Antillas, en todos lados. Incluso el tango es influenciado por la canción, la música, por el ritmo africano. Eso los argentinos no lo aceptarán, pero es la verdad. Entonces, los africanos han tenido una influencia inmensa en todas las Américas, no solo en Norteamérica, sino que en todos lados. Entonces es una parte muy importante de la cultura latinoamericana.
-¿Y qué te empujó a hacer un filme de esta parte de la historia? ¿Qué fue lo que te motivó?
– Yo vengo de una familia rica y burguesa. Pero la paradoja es que mientras más rico tú eras, más sirvientes tenías; y cuando tú eres niño, no haces la diferencia entre quién es quién. Entonces, en nuestra casa éramos catorce y siete eran sirvientes. Y era muy interesante y muy vivo. En la casa, cuando hacíamos algo malo en la mesa, nos castigaban y nos enviaban a la cocina. Entonces hacíamos travesuras adrede porque era mucho más interesante y mucho más divertido, e incluso comíamos mejor. Y la gente contaba historias y aprendimos muchas cosas. En un momento dado creces y eres niño, y en un momento dado te das cuenta de que tu familia habla mal de la gente de la cocina por ser de otro color. Pero eres niño y no puedes contradecir a tus padres. No puedes decir “¡No, padres, están equivocados! ¡No es así, no es así!”. Y los escuchamos hablar mal y peor que mal. Los oímos hablar en términos peyorativos. Entonces hay algo que se cristaliza. Estupidez, injusticia, idiotez, etc… Eventualmente, más tarde, en el grupo de poesía más importante de mi generación, que se llamaba Hora Zero, había alguien que se llamaba Enrique Verástegui, que acaba de morir… Era de ascendencia afroamericana, afroperuano, perdón, y venía de la región donde los esclavos fueron traídos por la fuerza. Nosotros, en mi grupo de cine que se llamaba Grupo de Cine Liberación sin Rodeos, que quiere decir “grupo de cine sin darle vuelta al poste” o sin bullshit por decir, estábamos así delante de los poetas. Enrique Verástegui, quien era un gran poeta, me dijo: “¡Carlos! ¡Tengo una gran historia para ti! Los Cimarrones. Ahí me empezó a hablar de eso y me llevó a esa tierra, me presentó a la gente, fuimos a la biblioteca, hicimos el guión juntos. Me invitó a hacer el filme con él. Y bueno, fue algo formidable. Fue divertido porque fue como un “western” anti racista.
– Lo interesante es que todavía lo encuentro actual, incluso 40 años después.
– Es una locura.
-¿Qué podemos sacar hoy, incluso si fue tu primer cortometraje y que hayan pasado 40 años?
– La misma razón por la cual existe la explosión de la rebelión Floyd contra el racismo, que es mundial. Es como si estuviéramos descubriendo hoy que el racismo existe. Y es por esa misma razón que el filme jamás fue visto. Porque la gente no quiere hablar del racismo. La gente se siente incómoda, o está en contra de los afroamericanos y le trae malos recuerdos, o se siente culpable. Es muy complejo. Entonces, ese filme, Cimarrones, no fue visto durante 50 años, ¿sabes? Por la misma razón que la gente no ha querido ver que el privilegio blanco existe, que el racismo existe, que la gente en los Estados Unidos con el coronavirus, los más afectados, son los latinos, los morenos, los negros. Es como un revelador de clases y de poderes, y es implacable además. Entonces, es por eso.
– Sobre la cuestión del racismo y del convivir, de hecho, tú decías en una entrevista hace algunos años: “Yo no soy cínico, aquellos que no creen en nada pasan por inteligentes con más facilidad. Tampoco soy fanático del optimismo, sino más bien del posibilisimo. Las cosas van a envenenarse probablemente, pero es posible que las cosas mejoren también”. Eso fue en 2012, en una entrevista con la prensa, creo. Al retroceder a esto, después de ocho años, ¿crees que la situación ha empeorado o ha mejorado?
– Ah no, pues ahí lo que yo encuentro extraordinario es que podemos hablar del racismo. Es una liberación extraordinaria que sea mundial y que hay tantos blancos que son pro y no contra, más que nada jóvenes. No dejamos el trabajo solo a aquellos que han sido excluidos. Estamos todos juntos, y es mundial. ¡Entonces eso es fantástico! Encuentro que es extremadamente positivo.
– Tuve el chance también de ver Americano…
– Sí
– En efecto, hay una escena donde te encuentras con tus amigos en Nueva York. Ajuba, quien es profesor de historia en el lado este de Nueva York, dice algo interesante: “Creo que el racismo en América (EE.UU) será para siempre. No creo que cambiará jamás en este país. Ha pasado demasiado tiempo y lo vemos a diario”. ¿Dónde te ubicas con respecto de esta afirmación que jamás podremos sobrepasar?
– Mira, vengo de hablarle ayer porque somos amigos todavía. Y con eso te voy a contar que somos amigos a causa de Cimarrones. Porque ellos venían siempre al Festival de Jazz; y un día él vino a tocar a mi puerta y ahí estaban Ajuba e Hisani y me dice: “Buen día; Ajuba e Hisani, ¿tú eres Carlos? Yo le dije que sí. Nosotros hemos visto Cimarrones, y nos encantó Cimarrones. ¡Imagina! ¡Alguien toca a tu puerta a causa de un filme! Es extraordinario. Y hasta el día de hoy somos amigos. Entonces le hice esa pregunta. Ella me dijo: “No, las cosas están cambiando, finalmente”. Cuando vi a Spike Lee en la televisión cuando le hicieron la pregunta: “¿Es que usted piensa que las cosas… Podemos tener algo de esperanza con que las cosas van a cambiar?”. Él dijo la misma cosa. Y yo estuve contento de oírlo decir eso.
– ¡Pues eso es bueno! Quiere decir que hay cierta evolución, sin embargo, en poco tiempo. En diez a veinte años hemos sido capaces, justamente como has dicho, de hablar y de traer el tema a la mesa y tomar conciencia de eso.
– Pero no es una evolución de diez o quince años. Es una evolución que existe al menos desde que soy niño. Yo no inventé la importancia de hacer Cimarrones. En ese tiempo había feminismo. La razón por la cual hay un profesor, una persona negra, que nos habla de historia porque era evidente en la época, que era importante que la gente de color contara su propia historia. Hay una mujer en el filme que da un puñetazo; además hay una mujer. Porque era importante que hubiera una mujer ahí. Todas esas cosas, pareciera que las descubrimos hoy. ¡Pero no! Siempre existió. No quisimos hablar de estos temas, eso es diferente. Por ello queríamos oírlo. Éramos numerosos los que decíamos: “El racismo, es bullshit, es la estupidez de lo más extraordinario”. Es como una mala película de ciencia ficción. No es posible que vivamos en el siglo 21 y que pensemos que alguien sea mejor o peor por el color de la piel. Es como… nos encantaría poder estar por encima de eso, cuando leemos Aimé Césaire que según yo es el mejor poeta de la humanidad occidental, o como quieras. ¡Es un poeta extraordinario! Y solo habla de raza, de colonialismo, que en un momento dado… ¡Mierda! Si no hubiera estado atrapado en esa situación que los blancos, que los negros, que los blancos… que siempre quieren aplastar a los demás, hubiera podido hablar de algo más. Es algo que enfurece. Finalmente, es algo que enfurece.
– Algo que se ve bastante en Cimarrones, al principio, cuando nos explican que son hechos que han sido borrados de los libros de historia, o en Americano también ese par de amigos que se dedican a… no a recrear, sino a transmitir la historia, la verdadera historia. ¿Hasta qué punto es importante la historia para estar en contra de la discriminación, ya sea racial o de otro tipo?
– Es muy importante, por ejemplo, no destruir los monumentos. Yo tengo mi pequeña teoría. Deberíamos tomar los monumentos de los que han sido abusadores, asesinos y esclavistas; los deberíamos poner en el suelo, con el pedestal vacío y poner a la par un monumento de alguien que estuvo en contra de esa persona. Así, establecemos la discusión y no olvidamos la historia. Encuentro que no es de buena salud cultural y política decir…. ¡Bueno! ¿Sabes? Con el cineasta Jutra, supimos que era pedófilo. A la vuelta de la esquina de mi casa había una pequeña escultura como homenaje hacia él. El día después de que salió a la luz esa información, la quitaron. ¡No! ¿Por qué no decir: “era un pedófilo y era un gran cineasta”? Céline era un hijo de puta, antisemita y un buen escritor. Entonces, hay que poder vivir con eso. Hay que poder no esconderlo. Las palabras son muy importantes. La resistencia, por ejemplo, es sistémica aquí. ¡Es fascinante!
– Justamente, hablamos de racismo sistémico. ¿Por qué hay una resistencia tan grande a esta noción? Si vemos la historia de Quebec, o de Canadá, no es difícil darse cuenta que hay racismo institucionalizado durante la mayoría de la historia. ¿Por qué tendríamos un Primer Ministro que se oponga a una noción como esa? ¿Por qué hay tanta gente que resiste a nociones como esa?
– Porque él ha sido elegido por gente que no lo quiere aceptar, y hay que escucharlos a ellos también. Hay que escucharlos a ellos también para no hacer mala sangre por nada. Entonces la gente, que es… todos son inteligentes… comprenden que la palabra sistémico… sistémico… ¡Ah! Me quieren engañar, porque quieren acusar al quebequense de ser totalmente racista y todo eso. Evidentemente, no queremos decir eso. No es esa la realidad. Pero es real, sin embargo, que hay racismo aquí. Y hay una manera muy fácil de saber si hay racismo. Le preguntamos a la gente de color, y decimos: “¿Acaso hay racismo aquí?”. Y ellos dicen: sí. Entonces, ¿qué hay por discutir? Es eso que no entiendo. Si la mayoría de la gente de color dice: “sí, hemos sufrido a causa del racismo” de una manera u otra. ¿Por qué no escuchar? Es eso. Eso no lo entiendo.
– Con todos los movimientos que se organizan en las últimas semanas, vemos justamente que la sociedad comienza a tener más conciencia sobre esos problemas. Igual vemos, como decías, que hay mucha más gente blanca que va a las manifestaciones a la par de poblaciones racializadas. ¿Por qué no encontramos la misma solidaridad, por ejemplo, con las poblaciones indígenas? Por ejemplo, incluso, si han vivido la misma o peor discriminación incluso hasta hoy día.
– ‘Tabarnak’ que es complicado. ¿Sabes? Ahora voy a codirigir un filme sobre los innu. Yo fui confiado por los innu para hacer la investigación y el guión. Lo voy a codirigir con Joséphine Bacon, quien es una poeta innu absolutamente maravillosa. Yo no podría hacer el filme solo. Si me ofrecieran todo el dinero del mundo para hacer una película sobre los innu, no lo haría. Yo no soy Innu. Yo no lo sé. Me gusta mucho, me interesa, pero no soy innu. Están atrapados en una reserva ideológica y cultural terrible. Hay 600 comunidades amerindianas a través de Canadá. Hay 200 en la Columbia Británica, hay 11 naciones aquí en Quebec. Lenguas, culturas, dioses y filosofías diferentes. Pero fueron metidos en las reservas y la reserva no es solo… Los quebequenses que no quieren saber dicen que es la culpa de los federales, que el “problema” amerindiano es federal. Esa es la hipocresía pura y dura. El último internado fue encerrado aquí en Quebec. Y eran quebequenses francófonos que tienen una parte de la responsabilidad de eso. Es esa historia de lavarse las manos de responsabilidad, todo por proteger la identidad quebequense que, según yo, va muy bien. ¿Acaso no viste la fiesta de San Juan Bautista el otro día? ¡Estuvo magnífica! Fue inclusiva, llena de alegría, muchos talentosos, todos celebraron juntos. ¡Había gente que se quejó porque no había suficientes banderas! En todo caso, es muy complejo, ah, muy complejo, muy complejo. Yo nunca llego a desenrollar lo suficiente la complejidad de la identidad del quebequense en cuanto a los indígenas.
El otro día estaba en mi casa con un señor que trabaja en una librería importante aquí en Montreal. Hablábamos de Arendt y de todo tipo de cosas. Yo hice un filme sobre Walter Benjamin, el filósofo. Entonces, hablábamos de Arendt, de Heidegger… Todo súper sofisticado. Él me dijo: “Bueno, el único problema es el ángulo muerto aquí en Quebec son los indígenas”. Yo le dije: “¿Los indígenas? ¿Por qué son un ángulo muerto para ti?”. Y él me dijo: “No sé ni por dónde empezar; a educarme, a entender”. Yo le mostré. “Mira, ahí…” porque hacía mi investigación para mi filme que voy a codirigir sobre los innu. Había una colección así de libros sobre los innu. Le dije: “…la mitad de esos libros, ahí, los compré ahí mismo donde tu trabajas mi ‘hostia’! Entonces no me vengas a decir que no sabes por dónde comenzar”. ¡Me enfurece! ¡No lo quieren saber!
– En Americano viajas por todos lados, bueno de hecho no todos lados, pero por muchos países de América y tenemos la oportunidad de ver diferentes culturas indígenas. ¿Cuál sería la diferencia entre las poblaciones indígenas entre América del Norte y América del Sur? ¿Es que ves una diferencia entre las relaciones que tenemos con esas culturas?
– Primero tengo que decir que es completamente interesante. Porque no nos acercamos a otra cultura a través de la compasión o militantismo, porque “ah, los pobres innu, los pobres amerindianos”, no. Nos acercamos porque es fascinante. Porque es una gran riqueza. Porque es divertido. Porque son historias, filosofías, cuentos, formas de ver, cocinar, bailar, de hacer música que son cautivantes. Entonces, ¿por qué no acercarse? Encuentro que… en mi cabeza los llamo “la gente de la Tierra”. Son la gente que siempre ha estado cerca de la Tierra porque ha sido desterrada por los blancos, los colonizadores, que llegaron invitados y tomaron posesión de la tierra. Y entonces fueron empujados a un lado. Pero están vivos. Están vivos y yo no… no me fío con esas cosas un poco fáciles y espirituales. Ah, la madre tierra y todo eso. Se vuelve algo cliché. Se vuelve algo cliché. Pero es una capacidad de resistencia. El valor de la oralidad, las leyendas, la tecnología que está siempre incluida en las lenguas y en la visión de la cosmo… ¿cómo decimos? ¿cosmogonía? Eso encuentro que es lo que tienen en común.
– ¿Cómo hacemos para ser…? Un consejo para todos de hecho. ¿Cómo hacemos…? ¿Qué consejo le darías, justamente, a la gente que no se interesan a esas culturas? La gente que no se acerca a los otros, que no tratan de entender las otras culturas porque al final es eso. La convivencia va mejor, ya sea aquí o en otro lado; en cualquier lado del mundo. ¿Como hacemos para fomentar ese hecho de acercarse a su prójimo e interesarse con su cultura para convertirse uno en su prójimo (como decías)?
– Mira, yo vengo de un país profundamente racista, que es el Perú. ¡Profundamente racista! ¡Y profundamente sexista! Y yo me recuerdo que cuando éramos pequeños, mirábamos a las mujeres embarazadas… Teníamos el sentimiento de que estaban enfermas. Yo creo que existe la misma relación con las poblaciones indígenas. Pensamos que los indígenas son un problema. Que sufren de cierta enfermedad. ¿No? Y que no están embarazados de riqueza, cultura, y de una forma de ver el mundo que es extraordinaria. Entonces, yo pienso, que mientras que el mundo siga viendo a los indígenas como yo veía a las mujeres embarazadas cuando era niño. ¡Como locas! Como frágiles, en vez de ver que son una fuerza extraordinaria. No vamos a cambiar. Es la historia de verlo como problema y no como una riqueza. Como algo divertido, ¿ves? Cuando viajas con los Innu, ¡ríen todo el tiempo! Los Inuit también. Yo filmé lo más posible con los Inuit. Ríen durante todo el día. Y es verdaderamente interesante. Eso, eso es lo que diría que es la palabra clave para mí; es interesante. Es rico.
– ¿Y cómo hacemos a partir de ahora para interesar a la gente?
– Pues mira, los jóvenes cambian eso. Como ves, el otro día fui a la manifestación anti-racista. Muchos jóvenes, muchos jóvenes blancos. ¿Sabes? Que están hartos de que les llamen racistas solo porque sus padres habían sido racistas. Mira la juventud alemana después de los nazis. Tu no vas a culpar a los hijos de los nazis como a los nazis. ¡Son niños! ¡Y hoy día son totalmente anti-nazi! ¿Ves? No es cuestión genética esto. Hace falta solamente cambiar y decir: “no es un problema, es una riqueza”.
– Para regresar a lo que decías al principio sobre las razones que te trajeron a Montreal, que eran la diversidad, la inclusión de culturas diferentes. En todo el tiempo que has estado aquí, ¿has visto una evolución en la convivencia?
– Espera, te voy a decir algo para ser sincero. Cuando yo llegué aquí, estaba muy contento de andar en el metro y de ser como los otros. Yo miraba que todos eran blancos. Estaba aliviado. Era solo alguien más. Porque en Perú, cuando eres blanco y eres burgués, te ven como alguien diferente. Y cuando eres indio, eres alguien diferente. Y cuando eres negro, y cuando eres japonés…. Lo japoneses odian a los negros, los negros detestan a los indios. El racismo es radioactivo. Y el sexismo también. Entonces yo era solo otro ser humano aquí. Tal vez no suena muy elegante decirlo, pero mis primeros dos años aquí en Quebec fueron formidables. Yo estaba en la multitud, era blanco como todos, me sentí aliviado de vivir. Como en Perú, con los niños que lloran todo el tiempo porque son pobres, indios y no blancos. El sentir el racismo de mi familia, de mi clase social. Yo no quería morir en la guerrilla. En el momento dado dije que no. Aliviado de todos esos horrores, todas esas injusticias, de desigualdades. Entonces cobardía tal vez, yo andaba en el metro, blanco como todos y fue un gran alivio por un rato. Por un rato. Ni cuenta me daba. Yo me decía: “Pero, ¿qué es lo que falta aquí?” Me tomó dos años darme cuenta que había un gran alivio en el ambiente porque yo no oía llorar a los niños. Me llevó dos años darme cuenta que ya no oía llorar a los niños. ¿Y por qué lloraban los niños? Por la injusticia, el racismo, el sexismo y la desigualdad que hay en Perú. Yo estoy muy contento de vivir aquí a pesar de todos los problemas. Hoy vemos una gran evolución, cuando vemos el metro, yo veo las Naciones Unidas. Veo al mundo entero. Y cuando veo la televisión, se equivocan porque solo hay blancos. Es una idiotez. Si resistes es estúpido. Ya empieza a cambiar. Hay conciencia a menudo. Es pleno de ver que… Sabes, en Bolivia también han visto en mi filme Americano… Bolivia, cuando estuve ahí, en la televisión todo el mundo tiene el cabello rubio con ojos azules. ¡Puta madre! Sales a la calle y todo el mundo es indio. ¿Qué es eso?
– Justamente, ¿qué piensas ahora con la situación de…? No lo he seguido todo pero se está gestando ahora todo con Evo Morales. Se fue, regresó…
– La mejor cosa que le pasó a Bolivia fue tener un presidente indio después de 200 años de injusticia y racismo. Donde solo había blancos y mestizos en el poder. Y los indios que son la gran mayoría de la población no estaban en poder. Es como decir que aquí en Canadá todos los presidentes fueran chinos o alemanes. Te preguntas: “¿Que es esta cosa?”. No, puro racismo. Y en la época había Evo Morales y en el momento dado alguien de la comisión europea fue al senado y todo eso. Y un grupo de senadores la agarraron y la tiraron a la calle porque su reporte era sobre el racismo. Y ella les gritó y dijo: “Pero ustedes son sucios racistas hijos de puta!”. Y dijeron: “¿Quiénes? ¿Nosotros? ¿Racistas? Claro que sí, somos racistas. No queremos saber nada de esos sucios indios en el poder. ¿Qué creías? ¡Sí, somos racistas! Y véte de aquí”. Ese es el nivel de racismo. Ayer recibí dos correos de gente de mi clase, cercanos a mí, blancos. En los correos mostraban un odio tan racista que me sacó el aire. Decía… yo leí: “¡Fuck you! ¡Y me dejas de escribir!”. Y se salieron de mi vida. ¿Por qué? Porque los blancos, con todo lo que está sucediendo en estos tiempos, empiezan a sentirse… ¡en su lugar! Que es minoritario… ¡por favor! Un poco de humildad. Es divertido ser blanco también. No tengo nada en contra, ¿sabes? Sin embargo, da muchos privilegios y con todos esos privilegios viene una responsabilidad.
– Y justamente si tienes algún consejo que dar a los blancos que no se dan cuenta de esos privilegios. ¿Cómo cuáles son las etapas para tomar conciencia de eso y ayudar?
– Mira, yo no soy bueno para esos consejos porque yo vengo de un país que me metió de inmediato, con mi nacimiento, en una posición de ventaja… Ventajosa para concientizarme sobre el racismo. No es difícil. Dos o tres por ciento son blancos en Perú; y el resto, no; entonces, no hace falta la cabeza de Papineau para entender que hay otras formas de ver al mundo. Pero lo que debo decir es que lo más difícil para un blanco es aceptar que ser blanco le trae privilegios. Es muy difícil. Muy muy muy difícil. Y no sé cómo llegar a eso. Porque no es suficiente… No es suficiente decir: “yo no soy racista”. Hace falta ser anti-racista. Hay que actuar como anti-racista. No puedes decir: “yo no soy racista. Yo no veo colores” dile eso a la gente de color. Tú no ves los colores… ¡ah, tú no ves los colores! Tienes el privilegio de no ver los colores. ¿Eres un ser humano que flota por encima de todo? No.
-¿Que es lo piensas entonces del largo silencio de Justin Trudeau cuando le preguntaron sobre los ajustes de Donald Trump en cuanto a todo lo que pasa en los Estados Unidos? ¿Es que es algo malo? ¿Bueno? ¿Qué envía como mensaje?
– Yo lo encontré como algo fantástico. Y los silencios en el teatro son muy importantes. Y su silencio fue de una elocuencia extraordinaria. Podemos interpretarlo como queramos, pero al final fue algo formidable.
– Sí, al día siguiente de eso leí… Vi la declaración de Jagmeet Singh que decía… mostraba un punto interesante. Decía: “Yo toda mi vida estando en un grupo minoritario, cuando era niño y me intimidaban, no eran las personas que miraban sin decir nada que me ayudaron a crecer y pasar esas pruebas”. Y comparando un poco el silencio de Justin Trudeau con toda esa gente que se queda pasiva frente a la discriminación. ¿Podríamos decir que, en cierto sentido, Justin Trudeau no tomó la oportunidad de hablar del tema y hacer algo concreto como premier ministro?
– Sí. Yo tengo un amigo que considera totalmente que ese silencio se interpreta como que perdió la oportunidad. Pero yo como soy un posibilista, decidí que ese silencio es de un gran significado. Bueno o malo, no importa. No amuebló con palabras. Si fue mejor… Lo pudo haber hecho mejor sin duda, pero el silencio fue, al final, interpretable.
– ¡Muchas gracias! Ha sido una muy buena discusión, muy interesante.
– ¿Sabes? Me hace bien hablar de esto. Es muy difícil hablar de esto aquí. Muy difícil. Hay que hablarlo. Pero no tenemos ocasión de hablarlo. Y como blanco, tengo menos ocasión de hablarlo. Porque yo soy hombre, soy burgués, mi apellido es Ferrand. Entonces, ¿de qué me puedo quejar? ¿Ves? No tengo nada de qué quejarme porque tengo todos los privilegios de mi lado. Entonces, cuando quiero hablar de esto con otros blancos… Es como si no fuera legítimo que hable de racistas. Porque fui bien recibido aquí, y he hecho todo lo que puedo aquí. Me gano la vida haciendo cine, y seguiré haciéndolo. Entonces, ¿de qué me voy a quejar? Entonces, la gente que se siente incómoda con el tema del racismo no me da el chance de hablar de ello, porque soy blanco. Y peor… ¡peor! Te digo: es frustrante. Te doy las gracias por darme la oportunidad de vaciar mi corazón.