La joven cineasta hispanocanadiense Katherine Jerkovic ha dirigido una conmovedora película ganadora de varios premios titulada Las rutas en febrero, en cuya trama habita la inmigración, la nostalgia, la lejanía, la soledad.
Por Carlos Bracamonte
Febrero anuncia el invierno del norte. Dentro del café, la cineasta Katherine Jerkovic acaba de pedir una sopa de mediodía contra el frío de Montreal. A esta misma hora, como un contrapunto del sur, en un pueblo olvidado y rural del Uruguay, el peso del sol se expande, y por la tarde uno contempla la quietud del tiempo y los recuerdos que no quieren irse permanecen en el aire.
A ese pueblo marchito, de trenes desolados, ha arribado desde Montreal la joven Sarah, protagonista de la película, para reencontrarse con su abuela después de muchos años. Sarah ha llegado buscando algo: un destino, una respuesta, un camino… Su abuela la recibe como a un pariente lejano y proyecta en ella la imagen de su único hijo, que un día se fue a Canadá y que se murió allá sin poder volver. Una distancia las separa. Un silencio que lacera. Así se va entretejiendo la historia de Sarah y de su abuela Magda en esta localidad olvidada del tiempo, en este paraje anclado en el pasado, el filme Las rutas en febrero.
— ¿Katherine, ese pueblo existe?
— No. Es inventado.
La mujer que inspiró en buena cuenta la historia de este filme (escrita también por Katherine Jerkovic) ha sido su propia abuela, casi centenaria, con quien la directora pasó varias temporadas en Argentina y que vivía al interior del país, en un pueblo a donde los buses no llegaban.
— Para el guión tomé algunos elementos de mi relación con mi abuela y de mi propia vida —, explica la cineasta.
Una vida con raíces que confluyen y provienen de muchas partes. Katherine Jerkovic es hija de madre uruguaya y padre argentino-croata. Nació en Moncton, Canadá; vivió su infancia en Bélgica. De los 8 a los 18 años creció en Uruguay. Cuando llegó la edad de las primeras decisiones se vino a Montreal a estudiar cine.
— Llegué como una inmigrante. Tenía buena base de francés, pero hacía muchos años que no lo hablaba. Tenía la ciudadanía canadiense y mis primeros amigos fueron los latinos; ellos fueron los primeros que me abrieron las puertas de Montreal. Sin embargo, me cuido de hacerme portavoz de los inmigrantes, porque realmente es una experiencia que la vida me ha ahorrado porque si bien he lindado con algunas formas de inmigración, no he atravesado por las dificultades de la gente que migra.
En Katherine Jerkovic, la opción por hacer cine fue un impulso extraño. Si bien iba mucho al cine con su papá, y fue una niña dibujante y una joven estudiosa de las artes plásticas, en su familia no hay artistas. Ella lo vio así: era cursar cine en Montreal con la posibilidad de ser independiente o dar media vuelta a casa o hacia algún otro lugar. Comenzó con cortometrajes, se abocó al cine experimental y luego fue reuniendo imágenes para narrar una historia. La idea de escribir el guión surgió de la última visita que hizo a su abuela. Así nació su primer largometraje, una coproducción canadiense-uruguaya (Nicolas Comeau / 1976 en colaboración con Cordón Films de Uruguay) de presupuesto limitado, y filmada, sobre todo, cerca de Montevideo. Jerkovic considera que tuvo mucha fortuna al hallar a sus actrices: Arlen Aguayo Stewart (Sarah), talentosa promesa chilena-canadiense, y Gloria Demassi (Magda, la abuela), curtida actriz del teatro uruguayo. Dio en el clavo.
— Sarah, la joven protagonista de tu película, dice: “No hago mucho dinero, pero me gusta lo que hago.”, ¿en tu caso esto se aplica?
— Se aplica plenamente, soy pobrísima [risas]. Gano más o menos lo que ganaba cuando acabé mi bachillerato. Pero me gusta lo que hago, me encanta. Igual tengo esperanzas que mi situación mejore un poco… A ver, son decisiones que tomé. Hay colegas y amigos que estudiaron conmigo, que dirigen publicidad y series de televisión, y no son cosas que no me interesen, sino que no me siento capaz de hacer.
— “Todo el mundo quiere irse a otro lado” es otra frase que ronda la película.
— Sí, es la idea del lugar mejor, la proyección del lugar mejor, como si hubiera un lugar mejor. Es gracioso porque para el que migra, el lugar mejor es al que vas, a comenzar tu vida de nuevo a otro lado, y después el lugar mejor se vuelve el que dejaste, la fantasía del hogar. Siempre está esta fantasía de que el lugar mejor es al que vas o el que dejaste, y creo que ese lugar mejor no existe, y eso es lo que trata de descomponer un poco la película.
— Con los reconocimientos que ha obtenido el filme (Premio mejor primer largometraje del Festival de Cine de Toronto 2018, entre otros), es probable que ahora sea menos complicado que tus nuevos proyectos se realicen.
— Supongo. Tengo un nuevo proyecto que ya está escrito y estamos buscando fondos [ya obtuvo apoyo de la SODEC y la película será filmada en Montreal con actores latinos y de Europa del este, en francés y español]. Lo que a veces sucede es que cuando la gente empieza a oír hablar de ti y empiezas a existir para la prensa o el público, es como si recién estuvieras comenzando ahí, pero yo llevo 10 ó 15 años en esto. Creo que todo lo que hice antes no tuvo este reconocimiento porque no tuvo la envergadura de un largometraje, pero todo lo que hice tuvo el mismo grado de complejidad, de sinceridad, de búsqueda… Espero que se abran puertas pero no doy nada por sentado. Igual sigo cuestionando todo lo que hago y tratando de ir más lejos.
Jerkovic ha mencionado en otra entrevista que cuando se acercaba a los treinta años de edad, después de haber pasado una década en Montreal y con la sensación de que su estancia en la ciudad se debía a una serie de hechos que se dieron uno tras otro y no a una decisión personal, tuvo que detenerse y reflexionar. Las expectativas de los demás sobre ella fueron haciéndose pesadas; su madre pensaba que ella volvería algún día (Le Devoir 2/5/19). Entonces se fue un año a vivir con su abuela, y de este viaje germinó la historia del filme.
“¿De dónde sos?” es una pregunta que una voz en off le hace a la protagonista de la película. ¿De dónde es Katherine Jerkovic? En la página web personal de la cineasta hay una frase a modo de respuesta: “Es mejor evitar preguntar de dónde viene. La respuesta sería muy larga y un poco confusa. El cine es su patria”.
Un mensaje que parece flotar en esta película independiente de imágenes sutiles, de silencios elocuentes, es aquel de las decisiones de los padres que emigran para que sus hijos tengan una vida mejor. Para que estudien, para que triunfen y, quizá, como una proyección de sí mismos, para que sean lo que ellos no pudieron ser. Sarah ha vuelto al pueblo a reencontrarse con su abuela y la primera impresión que tiene la anciana sobre su nieta es: no terminó los estudios, trabaja como mesera, no tiene ambiciones, ¿para eso se fue a Canadá?
Sarah ha vuelto al pueblo, remanso del pasado, a encontrarse también consigo misma, para desprenderse de alguna presión, para poblar su soledad con la de su abuela. Cierta paz habita bajo ese cielo del sur: celeste y despejado.
La película Las rutas en febrero está disponible aquí.
Carlos Bracamonte es director de la revista Hispanophone de Canadá. Periodista, consultor en temas inmigratorios y comunitarios, especialista en comunicación, interculturalidad, gestión de proyectos y responsabilidad social empresarial. Lea más artículos del autor.
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