La cantante, compositora, pianista, diseñadora gráfica y pintora hispanocanadiense, Laura Fernández, promueve desde hace más de una década el jazz latino en Canadá a través de la emisora de radio Jazz FM de Toronto. Después de 20 años dedicada profesionalmente al diseño decidió dejarlo todo para entregarse a su gran pasión, la música. Laura llegó a Canadá a los siete años desde España. Acaba de lanzar su nuevo disco Okay, Alright.
Por Juan Gavassa (Lattin Magazine)
Hay en los estudios de Jazz FM en Toronto una atmósfera de sofisticada intimidad. Media luz, cae la noche fría de noviembre en el exterior y un hilo musical de fondo musita acordes de soft jazz que tienen la virtud del recato. Las paredes tienen escritas la historia de la música y la memoria de su iconografía más universal: por aquí Miles Davis, allá Diana Krall, en la otra esquina Norah Jones, en primer término John Coltrane junto a Thelonious Monk… por algún lado se deben esconder John Coltrane y Charlie Parker. Y, claro, el canadiense más grande de la historia: Oscar Peterson. En este altar de la mitología jazística aparecen escritos en los muros, como fieles devotos de esta religión pagana, los donantes que hacen viable esta emisora de radio, una de las mejores de Norteamérica, según los entendidos. Palabras mayores. Estamos hablando de un santuario del jazz, de un lugar sagrado.
Es el escenario al que aspira cualquier periodista, si además se desvive por el jazz, para entrevistar a Laura Fernández, presentadora desde hace trece años de Café Latino, uno de los programas más populares de la emisora y referencia imprescindible en la escena del jazz latino (todos los sábados de 4 p.m. a 7 p.m.). Laura emigró con sus padres desde España a Calgary cuando tenía seis años. Creció en una casa en la que se escuchaba música constantemente, se pintaba y se fomentaba el espíritu creativo como pilar de la educación. Algo del padre arquitecto se forjó en la joven Laura, que estudiaba piano en el conservatorio de Toronto y al tiempo moldeaba su interés por el diseño y la pintura. Éste último acabó ganando el pulso y se dedicó durante veinte años al arte gráfico junto a su marido Rick Jacobson, forjando una carrera profesional de éxito que les llevó a trabajar para grandes compañías como Air Canada, Estée Lauder, E.D. Smith, Loblaws, Microsoft o Coca-Cola. Laura ilustró además decenas de libros, ganó algunos de los premios más reputados de la industria y dejó su sello junto a prestigiosos autores canadienses como Robertson Davies o Margaret Atwood.
Una trayectoria de relumbrón que no pudo, sin embargo, con el sueño arrinconado de la música que, como ella dice, “aguardaba en algún rincón del alma”. Con 39 años tomó la decisión más importante de su vida: abandonó su fructífera carrera gráfica y se consagró a la música, la pasión de su infancia. En 2003 publicó su primer disco, The other side, que la crítica recibió con grandes halagos. Laura mostraba un catálogo de influencias que iban del pop al folk, pasando por el jazz y el rock. Ganó varios premios, entre ellos el premio al “Best Soft Rock” de 2003 en los International Independent Music Festival de New York. En esa ópera prima sólo había una canción en español, sin embargo cuando en 2010 publicó Un solo beso, su lengua materna ya se imponía en un repertorio cada vez más volcado al jazz y a la música latina, influencias que se habían fortalecido a través de Café Latino.
Laura acaba de lanzar su nuevo disco Okay, Alright que reúne doce temas con influencias donde se mezclan el pop, lo clásico y, por supuesto, el jazz.
Repasemos un poco el camino que te lleva con tu familia en los años 70 desde España a Canadá pasando por Suiza.
Mi padre era arquitecto y nos mudamos a Suiza cuando yo apenas tenía un año. Pero siempre volvíamos y siempre mantuvimos buena relación con la familia que se quedó en España. Mis padres se fueron a Suiza a trabajar y estuvimos ahí casi seis años. Empecé a ir al colegio en Suiza y aprendí francés; fue mi segunda lengua y el inglés mi tercera lengua. A los siete años mis padres decidieron venir a Canadá porque había trabajo, especialmente en Montreal con motivo de la Expo. Pero cuando terminaron de realizar todos los papeles, la Expo ya había terminado y les sugirieron que fueran a Calgary y ahí fuimos, sin hablar inglés ni ninguna experiencia. Llegamos en junio y en septiembre me metieron en el colegio. Lo poquito que había aprendido fue jugando con los niños de alrededor. Tuvimos suerte mi hermana y yo porque la directora del colegio nos daba clases de inglés después de terminar la jornada. Nos quedábamos media hora después, nos daba clases ella misma.
¿Cómo ha convivido esa condición de canadiense con tu origen español?
Creo que hasta los doce años no volvimos a España porque no teníamos dinero pero siempre mantuvimos las tradiciones y las costumbres: la comida, la lengua. Mis padres no nos dejaban salir a la calle a jugar en verano si no copiábamos antes párrafos en español para saber hablar y escribir el idioma. A partir de los doce años empezamos a ir con algo más de frecuencia: a los 16, a los 18 y a los 21 años. Volvíamos a España pero no estábamos una semana, estábamos un mes. Mis padres compraron luego una casa en Alicante y ya casada empezamos a ir todos los veranos con mi marido. En aquella época yo era ilustradora y podía trabajar desde donde quería. Nos íbamos el verano, nos llevábamos a nuestros tres hijos y trabajábamos en la playa. En aquel tiempo recuerdo que viajábamos también mucho por España para ver a mi familia, que estaba desperdigada en diferentes ciudades. Pozuelo de Alarcón, León, Madrid, Astorga… Así conseguí mantener mis lazos con España durante muchos años. Luego, por suerte, llegó la oportunidad de dirigir “Café Latino” en Jazz FM y, de repente, el español se puso más fuerte que nunca en mi vida.
“Con Café Latino he ampliado mi relación con la cultura sudamericana y portuguesa, y he tenido la oportunidad también de comprobar lo enorme que es la comunidad latina por el mundo”
Laura Fernández.
¿Qué ha supuesto para ti “Café Latino”?
Este programa me ha permitido recuperar mis raíces hispanas, que con los años y los azares de la vida había perdido un poco porque habíamos dejado de ir a España con tanta frecuencia, sobre todo tras desaparecer mis abuelos. Al presentar el programa, además, he ampliado esa relación hacia la cultura sudamericana y portuguesa, y he tenido la oportunidad también de comprobar lo enorme que es la comunidad latina por el mundo. Ahora casi toda la correspondencia que recibo es en español y eso para mi es enorme.
La gente conoce tu perfil de artista y de presentadora radiofónica. Pero no sé si es muy conocido tu pasado como diseñadora gráfica, que fue tu profesión durante buena parte de tu vida, y que además la ejerciste con gran éxito y dedicación.
Desde muy pequeña me gustaba mucho la música y aunque no tocaba ningún instrumento la tenía muy presente. Las memorias que tengo de mi infancia todas son de cantar y de escuchar música junto a mi padre. Pero también de ver a mi padre pintar. Empecé a dibujar desde muy jovencita porque mi padre siempre nos traía pinturas a casa. A los 18 años decidí meterme en el colegio de arte y estudiar arte visual. Aunque había tomado clases de canto y de piano, mis padres no querían que me dedicara a la música profesionalmente, pero sí que me dejaron ir a la escuela de arte. Durante los primeros veinte años de mi vida adulta fui ilustradora y pintora. He hecho muchas cubiertas para libros, tantas que ya ni recuerdo. Pero libros propios publicados tengo con mi esposo 15 ó 16 y montones de diseños y de envoltorios, de diseño industrial. He hecho mucho arte comercial para las compañías globales más grandes. Hice eso hasta los 39 años, cuando empezó a bajar el trabajo porque surgió el arte digital. En ese momento tomé una decisión drástica que también estuvo influida por la muerte de mi padre. Me di cuenta de que quería seguir el sueño que yo tenía en el alma, que era ser música. Pero hasta que eso ocurrió, y supuso un giro absoluto en mi carrera, mi vida fue el diseño e hicimos con mi marido, Ricky, trabajos muy importantes como, por ejemplo, la hoja del logo de Air Canada. Teníamos un agente en Nueva York y otro en Toronto y trabajábamos muchas horas durante el día y también durante muchas noches.
Es un gran contraste entre una vida de éxito profesional bien encauzada y la incertidumbre de una carrera musical…
Nos ganábamos muy bien la vida como artistas visuales. Hay poca gente que puede decir que ha vivido como artista toda la vida. Ricky y yo no trabajábamos para nadie más, solo para nosotros mismos desde los 23 años. Lanzamos nuestra compañía de ilustración y tuvimos mucho trabajo. Pero llegó un punto en el que el arte digital irrumpió con tanta fuerza que la gente empezó a decir que no quería las cosas hechas a mano. Mi esposo sí que se recicló a lo digital pero a mi me gustaba pintar todo a mano. Entonces tomé la decisión de romper con todo eso, porque también veía que llevaba demasiado tiempo haciendo lo mismo. Estábamos tan ocupados y teníamos tanto trabajo que yo no tenía tiempo para hacer mis propias obras, y cuando lo tenía sentía que seguía siendo parte del trabajo. Sin embargo con la música todo fue desde el principio un desafío más íntimo, que me permitió expresarme en la manera que yo deseaba.
La música me permitió sacar los sentimientos que yo realmente tenía en el alma. Me di cuenta rápidamente también de que no me iba a ganar la vida tan fácilmente como lo había hecho con el diseño gráfico, porque era empezar de cero, y tomé entonces dos decisiones: no hacerlo por dinero, no quería hacer música para ganar dinero porque ya lo había hecho con el arte gráfico. Aprendí que a veces eso mata tu creatividad y tu intimidad. Quería guardar la pureza de la música. Y por eso decidí al mismo tiempo dedicarme al “real estate”, porque iba a ser lo que me permitiría ganarme la vida y al mismo tiempo darme la flexibilidad que necesito para componer, para actuar o para ensayar. Por suerte he tenido éxito con esta actividad y eso me ha dado también la libertad para escoger los trabajos que quiero hacer en el campo musical, algo que no ocurría cuando diseñaba porque era mi único medio de vida.
¿Cuándo soñabas con ser artista, qué tipo de artista querías ser?
Me encantaba Elton John, Billy Joel… Me interesaba mucho Bowie. Eran los artistas de mi época, que escribían sus canciones y las tocaban; y además con piano, que a mí me encantaba. Ellos fueron los que me enseñaron a escribir mis canciones. Nunca he copiado las canciones de los demás pero me han influido, sin ninguna duda, como también me ha influido la música clásica porque yo estudié piano clásico durante muchos años en el conservatorio de Toronto. Todas esas influencias se te meten. El otro día le decía a un amigo que me acuerdo muchísimo de cuando vivía en Suiza y de las canciones de Gilbert Becaud o Jacques Brel, Johnny Hallyday que eran los discos que ponían mis padres. La primera expresión como cantautor, como músico, fueron los cantantes franceses. Me acuerdo tanto de ellos…
“Escribo en las dos lenguas y es interesante ver cómo a veces algunas canciones me salen en español y otras en inglés; yo respeto el modo en el que empieza a nacer una canción”
Laura Fernández.
¿Y cómo crees que te ve el público canadiense?
No estoy muy segura porque el primer disco que saqué sólo tenía una canción en español porque no me atrevía mucho a escribir en español porque no estaba segura de tener bastante vocabulario para expresarme bien. El español que yo siempre mantuve era un español muy casero porque sólo lo hablaba con mis padres en casa. Entonces no sabía si era suficiente. Me lancé a escribir una canción, la primera del primer disco, Mi amor, y esa canción es la que ha dado sentido a toda mi carrera latina cantando en español. En el segundo disco, Un solo beso, casi todas las canciones ya eran en español porque ya tenía confianza y además me lo pedía la gente. Ahora escribo en las dos lenguas y es interesante ver cómo a veces algunas canciones me salen en español y otras en inglés; yo respeto el modo en el que empieza a nacer una canción. Creo que la gente a veces está un poco confusa conmigo porque estuve siete años cantando solo en inglés y luego empecé a cantar en español. Y cuando llegué a Café Latino, de repente se me empezó a identificar tanto con el programa que ahora la gente parece que ha olvidado que también canto en inglés. El próximo disco que voy a hacer va a ser una mezcla de las dos cosas; necesito unir los dos lados de Laura Fernández.
¿Café Latino ha acabado de moldear tu perfil como artista? ¿De qué modo las músicas que han venido a ti gracias al programa han contribuido a definir tus influencias y estilos?
Yo creo que sí. Un solo beso estuvo influenciado por la música cubana. Toda la gente que empecé a conocer eran los músicos cubanos que estaban a mi alrededor. Me mandaban música, iba a sus shows y yo creo que se me metió la música cubana en la sangre. Trabajé con Hilario Durán, con Luis Mario Ochoa, con Billy Bryans, que en aquella época estaba muy integrado en la comunidad latina y brasileña en Canadá. Ese disco fue sin duda una expresión de la nueva ilusión que yo tenía por la música que estaba descubriendo en el programa. Ahora, después de trece años, con toda esa música y con el jazz, que tanto me ha influido, las nuevas canciones que compongo son muy diferentes a las primeras que comencé a escribir. Ahora soy mucho más consciente de los colores que tienen los acordes, como los del jazz, que son tan sutiles y tienen un alma tan pura. Me gusta introducirlos en mis propias canciones.
Desde tu doble perspectiva de artista y de conductora de un programa por el que se canaliza toda la música latina que llega a Canadá, ¿de qué modo valoras la escena musical latina de Canadá?
Cuando empecé en Jazz FM me enseñaron un cajón que tal vez tenía diez discos, no más. Y yo me preguntaba que cómo iba a hacer un programa semanal de dos horas con esa música. Amanda Martínez, que fue quien inició este programa, me dio cajas de discos que ella tenía y así puede llenar aquellos primeros programas. Luego empecé a comprobar que cada vez me llegaban más discos latinos. No sólo de Canadá, de latinos locales, sino también de Nueva York, de Los Angeles, de África… de todos los países del mundo. Y me venían a mi cajita de la emisora, la misma que encontré casi vacía el primer día. Cada vez había más música latina y cada vez más influencia latina en estilos como el jazz. El mundo se ha despertado a la influencia de la música latina en los últimos cinco años.
Cada vez se escucha más latino en la música popular, que es cuando te empiezas a dar cuenta de que realmente ha arrancado algo fuerte. Empiezan a introducir palabras, frases enteras y yo creo que a la gente le gusta la pasión que tenemos. Le gustan los ritmos, la música es muy apasionada y en el mundo que vivimos, con tanta tecnología a la que tratamos de adaptarnos, la gente valora la música que tiene una raíz profunda, que es auténtica. La música que sentimos en el interior, los tambores y los ritmos latinos, es realmente algo que proviene de una etapa evolutiva muy temprana en nuestra mente, es algo innato en nuestra personalidad. La música latina además se está mezclando ahora con la “world music” y creo que ésta es la progresión natural de la música, que todo el mundo se una. Estamos aprendiendo muchísimo de la música de la India, la africana… gracias a internet tenemos la facilidad de escuchar y de conocer esas músicas. Eso antes era imposible.
Artículo publicado originalmente en Lattin Magazine.