Nostalgia bajo cero es una reciente antología de relatos escritos en español. Nació en un taller de escritura donde parecía que nadie se inscribiría. La editora nos cuenta la historia.
Por Martha Bátiz
Comencé a dar los cursos de Escritura creativa en español en septiembre de 2009, a pocas semanas de dar a luz a mi tercer hijo. No era así como lo tenía planeado, por supuesto, pero si algo he aprendido, y muy en particular durante el momento histórico que estamos viviendo, es que las mejores cosas que a uno le suceden casi nunca obedecen a plan alguno.
Cuando llegué a Toronto en el 2003, busqué ansiosa un taller literario en español para seguir trabajando mis textos. Los que encontré carecían del marco de disciplina al que yo estaba acostumbrada y que requería en ese momento, de modo que me inscribí en los cursos en inglés en la Escuela de Educación Continua de la Universidad de Toronto (School of Continuing Studies o SCS). Me atrajo la idea de obtener un certificado al final del proceso: tomar cursos de manera progresiva para ir puliendo mis habilidades no solo narrativas sino lingüísticas, y al final contar con un documento que coronara mi esfuerzo. Escribir en un idioma que no es el de uno es mucho trabajo y tener el valor de mostrar textos que pueden contener errores de gramática y ortografía hace todavía más difícil algo que ya, de manera natural, encierra su propio y principal reto: mostrarse a sí mismo al desnudo mediante su creación.
Decidí lanzarme al ruedo y, a lo largo de cinco años, mientras cursaba mi maestría y hacía mis estudios de doctorado, a la par que criaba a mis hijas gemelas, tomé los cursos requeridos para certificarme. Defendí mi proyecto final en el 2008 y, papelito en mano, decidí dar el siguiente paso: fundar el taller que yo habría querido encontrar cuando llegué.
En SCS de la Universidad de Toronto me abrieron las puertas de par en par para crear un curso de escritura creativa en español. Ya que conocía cómo funcionaba el certificado, pude hacer un plan de clase que fuera equivalente al que se ofrece en inglés, y ver quién se unía a la aventura. Fue esa la parte más complicada de todo: que la comunidad de habla hispana de Toronto A) se enterara de que el curso existía y B) se interesara en el asunto. En el fondo, estaba convencida de que no podía ser yo la única que soñara con escribir en español, solo necesitaba encontrar a esas personas.
Los primeros años fueron los más duros: anduve repartiendo volantes por todos los negocios hispanos de Toronto para que la gente los viera, ya que por aquella época las redes sociales no eran todavía la poderosa arma publicitaria que hoy son. Para seguir adelante con aquel curso inicial, cuando me embaracé y supe que daría a luz una semana antes de concluir el curso, hice planes para que el poeta dominicano Néstor Rodríguez, entonces mi profesor y miembro de mi comité de tesis doctoral, diera una clase por mí en lo que yo me recuperaba de mi cesárea antes de mi clase final. Ahora que lo recuerdo, fue una locura (pero también en la vida las cosas que mejor salen son esas que hacemos sí o sí y como sea, y yo no podía cancelar la primera emisión del curso solo porque iba a tener un bebé, ¿no?).
Han pasado casi once años desde entonces. A lo largo de todos esos semestres me he cruzado con gente maravillosa en el aula. Hemos ido avanzando de la mano, por un curso y por otro, tratando siempre de que los textos crezcan fuertes y se defiendan por sí mismos ante cualquier mirada. Cuando me di cuenta de que cumpliríamos diez años de trabajo decidí hacer algo para celebrar la ocasión y se me ocurrió armar una antología. Para mi sorpresa, muchos de los escritores que habían pasado por mis cursos quisieron participar en ella. Y así fue como empecé a recibir sus textos, a darles las últimas revisiones, a organizar la propuesta, en fin, todo eso que toma meses y meses cuando se está gestando un libro. Hay treinta y ocho textos entre tapa y tapa de este volumen. Treinta y ocho universos, todo un banquete literario con sabores para todos los gustos.
En abril íbamos a lanzar el libro en el Faculty Club de la Universidad de Toronto, con presencia del director del programa de Escritura Creativa de SCS, el escritor Lee Gowan, y la Decana, Dra. Maureen MacDonald, pero la vida desde marzo se canceló y nos quedamos sin fiesta (y yo con muchas cajas de libros en mi casa). Apenas hace unos días, una vez que se relajaron las reglas sanitarias, pude reunirme con los autores y entregarles sus ejemplares, guardando la distancia física de rigor y al acecho de emociones encontradas (tristeza por no poder abrazarnos ni celebrar este logro como queríamos, y felicidad por ver concretado este anhelo compartido).
La portada, diseñada por Henedy Macías, presenta varios guiños hispanos escondidos entre la nieve de Toronto, y a dos estudiantes listos para tomar el tranvía e ir a clase. Y es que así fuimos todos, desplazándonos al campus bajo lluvia y ventisca y sol para leernos y ayudarnos. En el proceso, se tejieron lazos amistosos y complicidades literarias que se antojan permanentes. Porque como bien lo dice el título de nuestra antología, nos une esta Nostalgia bajo cero, nuestras ganas de hablar y escribir y leer en español al tiempo que vivimos inmersos en otra lengua, cultura y clima.
Entre las páginas tan cuidadosamente redactadas de este libro tan cuidadosamente preparado e impreso (valga la redundancia), se encierran diez años de amoroso trabajo. Diez años de trabajo que los autores y yo le dedicamos a toda la gente que, como escritores, nos ha apoyado para perseguir este sueño, un sueño que con este libro se ha hecho, al menos en una mínima parte, realidad, y que esperamos los lectores disfruten tanto como lo hicimos nosotros en nuestras muchas y muy enriquecedoras noches de taller.
Nostalgia bajo cero, Ed. Martha Bátiz. Ottawa: Lugar Común Editorial, 2020.
Portada: Anémona Studio en Toronto y México (Henedy Macías, Dieter Magallan, Osvaldo Pasilla y Jonathan Acosta)