La hispanacanadiense Josefina Blanco se está convirtiendo en una joven promesa de la política en Montreal desde que fue elegida concejala por el distrito de Lorimier, en Le Plateau-Mont-Royal. Por donde va destaca el aporte latino en Canadá. Cree en el poder ciudadano y sabe que en la política abundan desengaños y tentaciones.
Por Carlos Bracamonte, con la colaboración de César Salvatierra
Version en francés
Desde la primera hora de la mañana el teléfono ya está sonando. Cada concejal tiene asignado un número en el edificio municipal de Le Plateau-Mont-Royal.
— ¡Bonjour!
— Sí, bonjour, llamo por un problema en mi distrito. Tengo una queja que envíe hace unos días por correo electrónico. Mi nombre es…
— Sí, señor, le habla Josefina Blanco, concejala del distrito de Lorimier. Recibí su mensaje, muchas gracias, conversemos…
— Eh, disculpe, madame, eh… La verdad es que estaba muy enojado cuando le envié el mensaje, y le agradezco que me escuche…
Cuando culmina la conversación, el teléfono vuelve a sonar. Así ocurre buena parte del día. Es casi imposible que no timbre el teléfono en las oficinas de Le Plateau-Mont-Royal, un arrondissement con 104 mil habitantes. Si la agenda no está recargada, Josefina Blanco responde directamente, o lo hace cuando vuelve de alguna actividad, de una reunión, de recorrer las calles. Escucha su casilla de voz y trata de contestar lo más pronto posible. Está intranquila si no responde de inmediato a los ciudadanos que la llaman o le envían mensajes. Cuando en el 2017 la invitaron a participar en política como candidata a concejala por el distrito Lorimier le explicaron que esa labor no era a tiempo completo. Pero la política municipal —la más cercana a los problemas de la gente— te quita hasta los minutos que te faltan.
Ya se lo había advertido un amigo también argentino radicado en Montreal como ella. La había visto muy apasionada en su labor como trabajadora social y como miembro de la junta directiva del CPE Les Ateliers, la guardería de sus dos hijos.
— Jóse, vos vas terminar en política — le vaticinó.
— ¡Nooo, qué decís!
— Lo ves, ya respondes como un político. Todos dicen lo mismo.
De hecho, antes de ser elegida como concejala en el 2017, Josefina Blanco sólo estaba enfocada en comenzar una maestría en trabajo social en Montreal. Ella migró de Argentina rumbo a Madrid con apenas 20 años. Luego se fue a Ámsterdam, donde se recibió como trabajadora social. En esa ciudad conoció a su esposo, Olivier, un quebequense dedicado al diseño industrial y la arquitectura. Se enamoraron en inglés. Sin embargo, ella, muy bien aleccionada por una fallida experiencia de amor a distancia, le propuso un proyecto de vida. Olivier viajó a Buenos Aires con ella y aprendió el español. Finalmente desde el 2010 residen juntos en Montreal. Inmigró por amor.
— Es la cuarta ciudad en la que vivo, y uno ya está entrenado para saber por dónde comenzar. Montreal es la mejor ciudad donde yo podría estar en este momento de mi vida — explica Josefina Blanco en una sala de reuniones de la municipalidad donde nos ha recibido esta mañana sin mirar en ningún momento su reloj. Suaves sombras bordean sus ojos verdes. Se intuye cierto desvelo en su mirada. Habla del compromiso que ha asumido con los ciudadanos y con los hispanos de Montreal, y surge una energía de su figura delgada, de su cabello ensortijado, de su sonrisa de candidata. Pero la política suele ser también un oficio forzoso, desgastante, agridulce y se ven lejanos los días en que su ímpetu estudiantil la condujo a muchas protestas sociales en Argentina sin militar en ningún partido. Era rebelde y libre.
— Entonces, Josefina, ¿siempre quisiste participar en política?
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Josefina Blanco creció en Buenos Aires en una familia de clase media con miembros que vivían en Europa. Eso le permitió dos cosas. La primera, tener empatía y establecer relaciones fáciles con ciudadanos de cualquier nivel socioeconómico para entender sus necesidades e intereses. La segunda, el tema de la inmigración fue parte de la mesa familiar, creció escuchando esa palabra y tuvo siempre la inquietud de no quedarse en su zona de confort. Cuando vio la oportunidad, probó suerte y viajó. Su primer empleo como inmigrante fue de recepcionista en un restaurante de Madrid. Fue en esa ciudad donde sintió por primera vez cierta discriminación.
— Estaba buscando apartamento y llamé a un número telefónico. El señor me dijo que el departamento no estaba en alquiler. Fue cortante, pero me dio la impresión de que tenía un problema con mi acento. Le pedí a mi jefe de entonces que llamara al mismo número y cuando lo hizo el hombre le dijo que sí, que el apartamento sí estaba disponible. Mi jefe me dijo que si quería podía acompañarme para rentarlo. Pero le dije que no, que no le iba a dejar mi dinero cada fin de mes a una persona de ese tipo. Es algo que me parece anecdótico. Pese a las vicisitudes y a la distancia física con mi familia en Argentina, siempre he tratado de encarar la vida de la forma más positiva posible. Quizá sea la única manera de hacerlo.
Luego de tener su segundo hijo en Montreal, su implicación con los temas sociales se fue acentuando. Al ser parte del consejo administrativo de la guardería de sus hijos se dio cuenta que acercarse a las autoridades municipales para presentar demandas o quejas no era un asunto tan complicado. Un día fue al consejo del arrondisement pues tenía algunas preguntas para el entonces alcalde, Luc Ferrandez. Cuando volvió a casa, le dijo a su esposo:
— ¿Sabes quién es este señor Luc Ferrandez? No sé, pero por primera vez me ha dado la impresión de que en realidad tenemos un político que no nos merecemos. Es como si cuando un político cumple lo que prometió, no estamos preparados para asimilarlo.
Ella y su esposo siguieron de cerca las elecciones municipales del 2017. Se convencieron que Project Montreal era una buena opción y se inscribieron en el 2016. Era la primera vez que Josefina Blanco militaba oficialmente en un partido. Un día, la concejala Marianne Giguère la invitó a tomar un café y le lanzó la propuesta.
— ¿Y por qué yo?
— Hemos seguido tu labor, tu implicancia.
— Muchas gracias por ofrecerme ser candidata, pero voy a comenzar mi maestría en trabajo social.
— Ser concejala te permitirá continuar con tu maestría. Te propongo algo: conversa con tu esposo porque es una decisión familiar y luego me das tu respuesta.
Tras aceptar el encargo se sumergió en una campaña intensa en las calles, puerta por puerta, donde notó que a los vecinos les caía en gracia su acento francés. Una vez que ganaron se dio cuenta que tenía más trabajo del que pensaba, pero ya no había retorno. Primera lección aprendida: la política es absorbente. Además de concejala es miembro de tres comisiones: de Desarrollo Social y Diversidad Montreal, de la Comisión de Seguridad Pública, y de la Comisión de Agua, Medio Ambiente, Desarrollo Sostenible y Grandes Parques. La política le ha dado muchas lecciones más que han puesto su tolerancia al límite.
— Mi objetivo es que el ciudadano reciba el servicio que se merece. Pero los tiempos son largos para todo, y eso es lo más frustrante, y es difícil hacer que las personas comprendan luego una decisión.
— ¿Cómo armonizas tu relación familia-trabajo?
— Mis hijos tienen 7 y 9 años. Trato de pasar el mayor tiempo posible con mi familia, pero es bastante complicado. Ha sido muy difícil aprender a decir no a muchos compromisos que me restan tiempo con ellos.
— Si mañana fueran las elecciones, ¿te volverías a presentar?
— Sí, uno no tiene que cerrar las puertas a escuchar las posibilidades que se pueden abrir.
—Entonces, ¿vas a llegar más lejos?
A Josefina Blanco le gustaría pasar mucho más tiempo recorriendo las calles del distrito ayudando a resolver los problemas urgentes de los vecinos. Pero hay otras actividades que se adueñan de sus horas: las sesiones de concejo, los proyectos que debe supervisar, responder llamadas, asistir a eventos culturales y sociales, sobre todo, de la comunidad hispana canadiense de la metrópoli, donde este año se ha convertido en una de las impulsoras de la primera celebración del Mes de la Herencia Latina en Montreal, un trabajo que ha hecho con discreción echando mano de su poder de convocatoria e influencia política.
Todo ello se une al deseo de que sus hijos sean ciudadanos implicados, que aprendan a tener una empatía con el otro.
Al final de la jornada, las pocas veces que Josefina puede llegar temprano a casa después de atender mil cosas, en el sosiego de un abrazo sus dos niños le preguntan: “¿mamá, es que hoy tienes un encuentro de política?”.
Carlos Bracamonte es editor de la revista Hispanophone de Canadá. Periodista, agente en temas inmigratorios y comunitarios, especialista en comunicación, interculturalidad, gestión de proyectos y responsabilidad social empresarial. Lea más artículos del autor.
César Salvatierra es periodista y agente en temas interculturales en Canadá. Es redactor y relacionista público de Hispanophone y bachiller en Estudios hispánicos en la Universidad de Montreal. Lea más artículos del autor.
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