Por Carlos Bracamonte
Compadre, aquí en Montreal, yo me he inventado una vida. Yo no puedo decir en mi país que estoy trabajando en un hotel limpiando baños, que estoy de mesero con mi corbatín o que ya soy especialista pasando el trapero, ni que me gano la vida a diez dólares la hora cash…
No, compadre, eso no se puede contar en mi tierra. No, qué va. Mi mamacita se moriría de la pena, si nomás cuando me ve por el Skype llora porque dice que estoy flaco, que no me alimento, y yo era gordito antes de venir. Yo no le puedo contar cómo me gano la vida ahora, le causaría una tristeza a mi familia. ¿Para eso me fui? ¿Para limpiar baños, para ser barrendero?, no compadre, eso no se cuenta. Yo allá en mi país era profesor en la universidad y acá uno tiene que buscárselas porque con eso de hablar muy bien los idiomas se pone negra la cosa. Así que mientras consigo algo mejor, mientras por la noche le doy juicioso al francés y al inglés, todos los fines de semana me voy a trabajar con doña Carmen pa donde ella diga: pa las fiestas en la sinagoga o pa las fiestas del Viejo Puerto. Allá hay rumba siempre, compadre, y los invitados toman como vikingos y dan propina. Así es la gente rica, compa, y yo le doy parejo, parejo, todos los fines de semana, parejo. Y ya con ese dinero algo me rinde. Y yo siempre he trabajado, mi compa, no le hago asco al trabajo.
¿Pero visitar mi país ahora? No, compadre. Ni ahora ni en años. Primero que para ir pa allá hay que ir con algo, ¿me entiende? La familia espera algo de uno, porque uno se fue para ayudar a la familia. Y si no llevas algo, entonces, ¿pa qué se fue? Por eso, compa, aquí me tuve que inventar una vida. En el Facebook está mi nueva vida. Ahí están mis fotos. Vea usté, mire, entre a mi Facebook pa que vea: que me fui pal Grand Prix de Montreal, pues mis fotos con los autos; que me fui al Jardín Botánico, pues mis fotos con los cactus; que me fui pa La Ronde, mi foto en la montaña rusa. Y la familia se alegra de verme. Y todos mis alumnos y mis amigos me celebran en el Face: “¡Qué bien la pasa en Montreal, profe! ¡Qué rico sol, marica!”, y todos le dan like, me gusta, me gusta… Esa es mi vida para ellos, compa, porque yo allá en mi país estaba bien considerado. Yo era profesor en la universidad. Y me tenían así, mire, así de alto… Acá no soy nadie.
Pero la cosa allá en mi país está difícil. Mucha inseguridad, usté ya sabe. Por eso me fui. Y cuando mi familia me pregunta en qué trabajo, yo digo que soy asesor de una empresa. ¡De a-se-sor! Y de una empresa grande, con cargo y todo. Así les digo cuando me preguntan allá en la casa, pero la bola ya se corrió, y fíjese que ahora mis amigos piensan que de verdad soy asesor, ñerda, y ya no puedo echarme pa atrás, y se están animando pa venir acá, me preguntan cómo hice pa venir, y si supieran la verdad… ¿Usté cree que puedo decirles: “sí, vengan, vengan, pero al principio van a pelar pollos, van a limpiar baños, van a barrer?” ¿Usté cree? Porque casi todos pasamos por eso, mi compa. No, no compadre, eso no se cuenta. Y ya deje de perder el tiempo, apúrese. Usté mucho habla. ¿Ya vio la lista que nos tocó hoy? ¿No? Hoy se nos va todo el segundo piso y nos toca hacer cuarenta camas, ¡cuarenta camas! y hay que limpiar los baños, las duchas, la cocina, ñerda… Y en la noche me toca de mesero en una fiesta judía, toda la madrugada, y terminando aquí me voy pa allá. Así que hoy no me rinde, compadre, no me rinde…
Carlos Bracamonte es periodista, agente en temas comunitarios e inmigratorios, especialista en gestión de proyectos y responsabilidad social empresarial. Ha publicado una columna sobre historias de inmigrantes en NM Noticias. Es editor de la revista Hispanophone de Canadá. Lea más artículos del autor.