Conversaciones en torno al ocaso de la literatura con el librero Francisco Hermosín, de la librería Las Américas de Montreal.
Por Ángel Mota Berriozábal
En mis primeros años de estudiante de letras hispánicas en la Universidad de Montreal, solía ir a la Librería Las Américas como si visitase un templo, cuyos nichos y esculturas encerrasen todo el conocimiento del mundo hispano. Observaba con admiración y timidez los mil años de historia literaria en los libros y libros que soñé con leer. Oteaba así, con anhelo, cada título, pronunciándolo como murmullo, mientras grababa en mi memoria nombres y temas, de todo eso que, con el tiempo, añoraba formase parte de mi conocimiento. Observaba también obras como futuras fuentes de saber y experiencia a mi pretensioso deseo de ser escritor y crítico literario.
Durante los viajes a esa torre de Babel –Babel por su diversidad de historias, de orígenes hispanos e indígenas, de tamaño de conocimiento−, mis ojos se posaban siempre en una serie de libros enciclopédicos, como de mil páginas cada uno, de nombre: La Historia Moderna de México, editados por un tal Cosío Villegas. Una colección de diez tomos, que, sin siquiera hojearlos, adivinan yo la enorme información sobre el México de la República Restaurada y aquella de Porfirio Díaz. Siempre los veía con el vivo deseo de que fuesen parte de mi escueta biblioteca, mas mi pobre bolsillo solo me daba con esfuerzos para comprar los libros pedidos en la Universidad, como los de Lope de Vega, Garcilaso de la Vega, Calderón, Cervantes y los obligatorios de América Latina como Vargas Llosa, Onetti, Fuentes, etc. Mas, mis ojos siempre veían esos diez tomos tamaño gigante como quien, por milagro, espera hojearlos, olerlos y sobre todo disponer de sus páginas para nutrirme de todo ese universo desconocido, que me era vedado por falta de dinero. Así, desde ese 1994, en cada una de mis visitas a la librería, lo primero que hacía al entrar al recinto era mirar, con sumo miedo, el estante donde estaba posada la colección, albergando la esperanza de que nadie los hubiese adquirido. Sí, sufría una punzada solo de pensar que un día ya no los vería más en la librería.
Con el tiempo, La librería Las Américas se volvió la fuente de saber en mis percances y pasos literarios, como si a través de los pocos libros que pude comprar (pocos en comparación con todos los que desearía) se formara en mucho mi ideal literario, mis tendencias, mis influencias y a la vez mis rechazos. Del mismo modo actúo en mí la ya extinta librería Abya Yala. Una librería magnífica dedicada sobre todo a América Latina, con un enfoque a las culturas indígenas, chicana y a la literatura teórica y política de izquierda. Los dueños, Steven Kall y Lesvia organizaron lecturas de poesía, conferencias, presentaciones de libros. Ahí leí mis primeros poemas, di una de mis primeras conferencias sobre literatura mexicana y conocí otros autores mexicano-canadienses, como el legendario Gilberto Flores Patiño. Steven Kall fue una persona muy importante en el ámbito literario hispano-canadiense por haber vehiculado libros destacados de estudios latinoamericanos, especializados en literaturas marginales, a la vez que los esenciales, como Juan Goytisolo, Sor Juana, etc. Él mismo era activista en derechos humanos. Ofrecía una gran ayuda a Centro América y México. Murió muy joven, en el 2017, de cáncer. Más de 500 personas, de todos los orígenes, y en cuatro lenguas diferentes, celebramos su vida en un funeral, más que emotivo. Estudió en Harvard, creó talleres literarios, apoyo a cada uno de los autores hispano-canadienses en los años noventa, acompañó retornados a Guatemala en su búsqueda de desaparecidos, fue intérprete traductor en la corte en ayuda a los indígenas canadienses que claman justicia por los abusos físicos y sexuales que sufrieron en los internados del gobierno de Canadá.
Cuando Abya Yala cerró, a principios de los años 2000, dejó un gran hueco emotivo, social y literario. Mas, de ese hueco resurgió otro sitio esencial. En la librería Las Américas, una persona de gran valor retomó la estafeta con un vigor impresionante: Francisco Hermosín.
Paco, como lo llamamos todos, es un andaluz (muy) emprendedor, con un gran conocimiento de literatura y un sentido humanista extraordinario. Gracias a su amor por las letras y a la buena guía de su mentor Francisco González, fundador y propietario de la librería, Las Américas se convirtió en un verdadero templo de la literatura hispana en todo Canadá. Como excelente librero, Paco ha tratado siempre de estar al corriente de las tendencias y problemas de las letras en el mundo hispánico, al tiempo que ha buscado el modo de traer a Montreal no poco de cuanto de nuevo se ha ido publicando en España y América Latina. Es decir, Las Américas ha estado siempre a la par de cualquier excelente librería en España o América Latina. Su catálogo de clásicos, contemporáneos y libros de fondo ha sido impresionante. Se volvió y sigue siendo la mejor y más extensa librería en español en todo el país de la hoja de arce. Como andaluz, Paco admira profundamente el legado histórico, de saber, de artes, que dejaron los omeyas en España. De ahí que la librería Las Américas se convirtiera en la Granada de profusión de la literatura hispana en todo Canadá. Por sus locales han pasado grandes autores españoles y latinoamericanos de la talla de Sergio Ramírez o Leonardo Padura. En colaboración con el grupo Lisez l’Europe, del que Paco ha sido uno de los miembros fundadores, y en colaboración con el Festival International de la Littérature de Montréal y el Consulado General de España en Montreal, Paco ha invitado personalmente a Juan Madrid, gran maestro de la novela negra española, Ignacio del Valle, Lucía Etxebarría, Antonio Orejudo y Antonio Lozano, entre otros.
Mención aparte merece el Festival Blue Metropolis de literatura. Durante el mismo, la librería ha acogido a autores hispanos de todo el orbe, de reconocimiento mundial, para presentar a un gran público mesas redondas, conferencias y debates. Es en este ámbito que, gracias al trabajo de la periodista Ingrid Bejerman y al apoyo de Las Américas, los grandes autores hispanos leen o debaten con los autores hispano-canadienses. En este sentido, la librería Las Américas se convirtió en el sitio de promoción y difusión por excelencia de nuestra literatura, y en el más importante punto de venta de la misma. Gracias a todo esto, y al hecho de habernos abierto siempre las puertas para presentar nuestras obras, organizar debates, clubes de lecturas y talleres, Las Américas ha sido, sin lugar a dudas, un espacio imprescindible para la sobrevivencia de nuestra escritura, de puente entre los lectores de otras lenguas y los hispanos de Montreal. Un ejemplo es la revista The Apostles Review, cuya sobrevivencia, en términos de acceso al público y promoción, se ha debido, en gran parte, a la librería. Otro ejemplo es mi libro de cuentos La casa de Nadie. Gracias al apoyo de Las Américas, lo adquirieron bibliotecas, algunas de ellas internacionales, y ha sido leído por académicos y todo tipo de lectores, lo que ha tenido como resultado el que mi obra se haya convertido en uno de los libros más vendidos y leídos de la literatura hispano-canadiense, en Montreal.
− Ese mundo ya desapareció prácticamente – me comentó Paco, en una conversación que tuvimos en torno a un café en la calle Saint-Laurent − Comienza a ser cosa del pasado. Difícilmente volveremos a tener eventos así, ni invitados de España o América Latina. Incluso es poco probable que haya más presentaciones de libros si no existe la certeza de una mínima ganancia comercial. Eso sí, las puertas seguirán estando abiertas para presentar The Apostles Review. No hay opción. En los eventos no se venden libros. Ni siquiera cuando está el autor. Como muestra, la edición 2018 del Festival Blue Metropolis. A pesar de las 17 actividades de todo tipo que acogimos, las ventas brillaron por su ausencia. O el fallido intento de presentación de un poemario de un poeta chileno, que se desplazó desde la ciudad de Quebec, y en la que tan solo estuvimos presentes él y yo. Pasamos la tarde solos platicando cara a cara.
−¿Y entonces todo ese mundo de fogueo, de movimiento cultural, se apagó?
−Sí. Así parece quererlo el público.
Mientras oía sus palabras evoqué, como una imagen que se trae a colación, a razones tan sombrías, cómo, la antes enorme librería Las Américas, con un espacio reservado a conferencias, talleres, otro para presentaciones, con anaqueles y anaqueles para miles de libros, se había reducido a un solo cuarto. La mayoría del espacio ya se rentó para otros asuntos. Ya no hay libros de fondo. “Ya dejamos de ser una librería de fondo” −me reiteró pensativo. A partir de ahora, mis compañeros y yo nos entregaremos en cuerpo y alma a la importación y distribución de manuales para la enseñanza del español, una actividad que, a pesar de constituir el 95% de nuestra actividad comercial, pasa totalmente inadvertida para la inmensa mayoría de quienes nos conocen y visitan, pero que nos seguirá permitiendo difundir y defender nuestra lengua por todo el país, desde las Marítimas hasta Vancouver.
De este modo, dudé, mas, acabé por tomar valor:
− ¿Y los libros sobre la historia de México Moderno, sabes, la gran colección?, ¿Todavía los tienes? – temí que hubiesen desaparecido, se me ahogaba el vientre.
− ¿Te interesan?
Esta crónica continuará en la próxima entrega.
[…] El último libro de Babel […]