Por Ángel Mota Berriozábal
En su cuento “La biblioteca de Babel” Borges explora la posibilidad de que exista una biblioteca infinita con galerías hexagonales, desde las cuales se pueden ver los pisos inferiores y superiores. “La distribución de las galerías –nos dice Borges− es invariable.” Siendo que la biblioteca es interminable, en el cuento se narra la posibilidad de representar lo absoluto y el vacío que deja en nosotros; la imposibilidad de hallar el todo y al todo. He ahí que se presume la existencia de un solo libro que contenga todo el conocimiento y por ende lo infinito.
Con esta idea he leído un libro suculento de nombre Brevario, de Ramón Saint-Léonard. La semejanza me vino tras leer repetidas veces sus páginas. Es un libro escrito a manera de eximias, donde se expone la filosofía, metafísica y teoremas sobre los más antiguos y persistentes cuestionamientos de la humanidad. No que haya encontrado El Libro que contenga lo infinito de Borges, o que considere que Brevario es el resumen de lo infinito, sino que la manera cómo se compone Brevario en sí es la biblioteca de Babel en un solo libro. Se nos entrega divido en tres secciones: Fervor, Conjeturas y Víspera. Cada una de estas partes puede ser leída siguiendo el orden del libro, es decir de la página 1 a la 110 o al revés, o simplemente se puede ignorar una u otra sección para concentrar nuestra atención en Fervor o en Víspera, o nada más en alguna eximia. Los temas y preocupaciones tratados no son correlativos y a la vez hay un hilo que los comulga; el de la razón, la metafísica y lo que yo llamaré “el existencialismo.” Dentro de las secciones –o hexágonos− el todo se escribe por medio de frases sintéticas y universales, como hizo Pascal en sus “Pensamientos.”
De este modo, las tres secciones son los hexágonos de una gran biblioteca que podría ir al infinito, cada frase por sintetizar mucha información y conllevar tanto bagaje teórico, filosófico o metafísico, es un libro en sí. Leemos de este modo el diálogo entre el autor y Pascal, los griegos Aristóteles y Platón y nosotros. Se va de Las confesiones de San Agustín, los escritos de San Jerónimo a Santo Tomás. En lo infinito de ideas y posturas de Brevario no hay un centro, ni postulados teóricos, hipótesis y respuestas a un todo al que se nos quiera llevar o se desee probar. Existe solo la frase misma. Me sentí así, y me siento en Brevario, como en un laberinto de saberes, en donde cada eximia nos lleva a otra, se interpela a sí misma, como razón propia y a la vez nos remite a Nietzsche, a Kant, Freud o a Schopenhauer. La frase sencilla, sin explicaciones, de una filosofía encierra en sí la filosofía misma, se vincula a ella, nace de ella, por lo que todo lector puede leerlas sin conocer una u otra escuela de pensamiento. Brevario ironiza, se entristece, descree las diferentes formas y nociones del conocimiento. Lo cuestiona mostrando sus bases débiles, sin pretender a la vez ser la explicación de todo. Nos sitúa en las dudas y cuestionamientos de nuestros mundos contemporáneos sin elaborar un recetario de soluciones o filosofía a seguir. Humildad y generosidad es el mejor epíteto que puedo dar. Humildad nacida de su deseo de evitar las certitudes que conllevan ideologías tiránicas e imposiciones culturales. Un ejemplo de su actitud es su postulado en el “hexágono” Víspera:
−Pascal dice que somos víctimas de dos pasiones; el orgullo y la pereza. Quizás escriba para satisfacer el orgullo, y lo haga brevemente por falta de voluntad.
−Fugo hacia donde nadie es.
−Es la noche de insomnio que nos damos cuenta lo que es tratar con nosotros.
Vi a Ramón Saint-Léonard un día, hace dos años, en un restaurante mexicano de la calle Jean-Talon. Un sitio casi apócrifo, sin ningún vínculo con lo escrito, y tal vez por eso mismo idóneo. Un hexágono en sí del kitsch y la fritanga. Es así como de un platillo y otro, Ramón me entregó Brevario; pequeño y breve como indica su título. El libro no ha sido presentado en Canadá y parece que esto jamás ocurrirá. Como si fuese un evangelio proscrito y perseguido por la iglesia. Tema que gusta mucho a Ramón. Siempre le ha gustado la clandestinidad de pensamiento y acto, es como un ser en el silencio. No busca ni gloria, ni aplauso, ni siquiera ser leído para que la gente encuentre la luz (religiosa o de los ilustrados) o una supuesta verdad (metafísica o existencial), escribió como necesidad y cuestionamiento propio, como diálogo. Sobre esto me dijo:
“El origen de Breviario es un malestar físico combinado con uno espiritual. Un dolor en la mano derecha que me impedía escribir y la sensación que mi narrativa en muchos casos no era más que una excusa para plasmar lo paradójico de la vida. De allí surgió la urgencia de la brevedad y la necesidad de que esa síntesis sea incomoda, que incluya prácticamente su antítesis. Sobre todo fue un intento de ver si la multiforme verdad podía ganarle a la lógica de la estética. Nada me parece más peligroso que una verdad extrapolada u ornamentada con himnos. Lo he escrito con cierto vértigo y distintos estados, lo que da lugar a los distintos humores del texto, que van desde la prosa poética hasta el slogan publicitario. Pero en esa diversidad, al final descubrí que había solo tres interlocutores: Dios, ustedes y yo.”
En Brevario refiere:
−Si Dios no existe, solo nos quedan las cosas. Uno puede así fácilmente olvidar que algo parecido al alma todavía existe y que merece el cuidado de la más frágil de las rosas (la rosa que se esconde detrás de todas las rosas). Que Dios no exista no significa que Dios no exista.
−Que Dios no exista es irrelevante, pues ha existido durante miles de años.
Resulta entonces interesante –y no es una coincidencia− que Brevario inicie con “la biblioteca” de la teología y metafísica. El autor decide retomar el viejo debate entre la razón y la fe como primera cuestión por resolver, algo que desde Nietzsche parecía zanjado. En Brevario se nos muestra así que Dios no ha muerto, simplemente se ha dormido y toda filosofía nueva debe partir de nuevas posturas respecto a la creencia o no en Dios y su rol en nuestro conocimiento. Nos indica en Brevario:
−Si Dios ha muerto, Dios ha vivido y se encuentra en el pasado. Y allí lo busco.
−Que el universo carezca de arquitecto me es más fácil de concebir que el alma humana no exista.
Es por ello que, sin ser casual, el libro empieza con una cita de Pascal, el filósofo francés del barroco que re afirmó y defendió la existencia de Dios y a la vez la de la razón sobre todas las cosas, dos posturas difíciles de conciliar. De esta postura de conflicto entre la razón y la fe parte Brevario. Lo cual no presupone una afirmación de la metafísica como forma de conocimiento y base del mismo sino como una necesidad intelectiva que se ha dejado de lado y que hace de la filosofía y el conocimiento algo incompleto. A la vez se cuestiona la metafísica misma:
−El más grande éxito de la modernidad ha sido probar que el alma no es inmortal (no demostrándolo lógicamente, sino asesinándola)
−Nuestros antepasados sentían pavor por lo desconocido; nosotros por lo conocido.
−Todavía espero la gran Epifanía, y esa sola espera parece garantizarme la prolongación de mi existencia. ¿Cómo Dios me llevaría si todavía no fui?
Sobre esto Ramón me explicó:
“Alguien que es capaz de escribir Breviario es alguien que muestra tanto miedo a la verdad como a la mentira. No creo que esa persona sea capaz de producir un manual de instrucciones para la buena convivencia de la humanidad. Lo que se vive en el mundo hoy también es consecuencia de gente como yo: porque los que ganan son los que tienen convicciones, no importa mucho lo que crean. Breviario fue quizás para mí un paso adelante del espíritu, pero probablemente fue un paso atrás del ciudadano. Y en ese sentido es muy contemporáneo en eso de dejarle el terreno abierto a los peores de nosotros. Creo que (Brevario) tiene muchos sentidos. Si tuviera uno solo lo hubiera escrito en una sola frase y me hubiera deshecho del resto.”
Con esta explicación Ramón me ayudó a entender mejor una intuición e idea que iba desarrollando mientras leía su libro, pero que no lograba concretar y esta es que Brevario se escribe como un libro de la filosofía del porvenir, cuya base sin bien es Pascal y Kant, los trasciende pues logra sobre pasar las ataduras metafísicas de Pascal y sus respuestas al todo por medio de Dios y trasciende y se empalma con Kant, de manera más compleja, al definir la razón pura de una manera menos estática; menos como lo preconizó la Ilustración. Me comentó al respecto:
“Mi solo compromiso con la Ilustración es aceptar que la realidad material con sus leyes existe, pero uno no tiene porque tomarla como el principio y fin de todo. Breviario naturalmente se opone con pasión a los excesos del iluminismo y también a los que ni siquiera se sintieron aludidos por el iluminismo.”
En Brevario escribe:
−He pasado diez años de mi vida horadando la razón pura y la razón empírica para finalmente volver a encontrar el océano de la duda. Presentí la extensión del océano y supe que esa era la única esperanza para reconciliarme con Dios. Reconciliar todo lo que es con lo que quizás sea.
Ramón se vincula así a lo que Walter Benjamin definió en su ensayo como “La filosofía que viene,” es decir del porvenir. La filosofía que viene, aduce Benjamin, debe luchar por la certitud, cuyo criterio es la unidad sistemática, es decir la verdad del conocimiento. Una verdad que siga la línea trazada por Kant. Mas la filosofía, consciente de su tiempo y de la eternidad que busque vincularse a Kant, se enfrentará al obstáculo siguiente: la realidad con la cual este filósofo quería demostrar el conocimiento y con la cual quería fundar el conocimiento sobre la certitud nace de una noción de realidad limitada e incompleta. El primer problema que vemos en Kant es la certeza de un conocimiento que permanezca, el segundo es el afianzarse en una experiencia que es efímera. Es un conflicto puesto que para Benjamin el valor de la filosofía se ha siempre orientado hacia el valor intemporal del conocimiento y hacia la certitud de una experiencia temporal. La experiencia, en la Ilustración, en Kant, se consideró como el único objeto de este conocimiento. El dilema es, como sabemos, que tanto la ilustración como Kant no consideraron a la experiencia como un fenómeno nacido y perteneciente a su propio tiempo, y por lo tanto lo pensaron como algo que seguiría así a futuro hasta el logro de la modernidad. La experiencia, como la entendió Kant, se vincula de este modo a la consciencia pura y a la consciencia empírica. Concebimos ahora que esta experiencia era singular y por ello se limitaba a su tiempo, pertenecía a una visión única del mundo de su siglo.
De este modo, para Benjamin toda filosofía que viene debe rechazar estos elementos reductivos de Kant, debe abarcar otros elementos. La teoría del conocimiento o la filosofía del conocimiento basado en la experiencia debe tomar en cuenta, según Benjamin, lo metafísico, no como un elemento aleatorio sino intrínseco del pensamiento, tal y como lo hace Ramón en Brevario. La filosofía del porvenir debe mostrar lo temporal del pensamiento, a la experiencia como fruto de su tiempo. Tal parece ser la postura de Ramón y uno de sus objetivos en Brevario. Libro donde se explicitan los límites de la razón pura y a la vez su victoria en el pensamiento. De ahí un elemento esencial e innovador en Brevario que me explicitó Ramón:
“Tengo la sensación de haber leído Kant al revés que mucha gente. Si uno lo lee desde los ojos de sus contemporáneos parece un texto muy iluminista. Si uno lo lee desde acá, desde el mundo laico contemporáneo, uno puede tener la impresión inversa (al menos lo que me pasó a mí). Es decir abre un mundo paralelo al del positivismo que no permite intercambios con él, que es el mundo de las creencias metafísicas. Son paralelos porque según él ni el positivismo puede negar la metafísica ni viceversa.
Resulta esencial esta postura pues por un lado demuestra lo que el mismo Walter Benjamin afirma y es que Kant nunca rechazó la posibilidad de la metafísica e incluso demostró su posibilidad, solo que a la Ilustración no le sirvió, y por otro Brevario incluye la metafísica como parte esencial del conocimiento. Le da todo “el espacio necesario en la idea de experiencia y conocimiento, experiencia y razón.”
Un libro que por este motivo, por ser una filosofía del porvenir, que se muestra como la filosofía que viene, debe ser leído y recordado como una de las obras mayores y mejor escritas de nuestra literatura hispana en Canadá.