Dossier José Antonio Ramos Sucre

Poeta José Antonio Ramos Sucre (Cumaná, Venezuela, 1890-Ginebra, Suiza, 1930). Imagen: Prodavinci

El poeta Guillermo Parra nos ofrece una selección de su traducción al inglés de la obra de José Antonio Ramos Sucre, uno de los poetas más importantes de Venezuela.

(Nota introductoria de Humberto Medina)

Al valor poético que tiene por sí misma la obra de Ramos Sucre, se le añade la fuerza de haber sido un poeta “traído a la luz” por generaciones posteriores, en particular por la generación de poetas asociados al grupo “Sardio” a finales de los años cincuenta. Esto supone que Ramos Sucre parecía hablarle a otro tiempo, a otros lectores, a otras sensibilidades. Así, el camino de su poesía sigue los pasos del poeta de culto que, extraño en su tiempo, logra recalar en una generación que recibe su influencia y lo reconoce como un poeta excepcional. Francisco Pérez Perdomo, en su estudio para la edición antológica de su obra en Monte Ávila Editores (1980), se refiere a Ramos Sucre como un poeta que tenía consciencia de su desarraigo. Un desarraigo no sólo dentro del panorama de la poesía venezolana de su tiempo, en la que no encajaba, sino por un desarraigo también con relación a sí mismo. Ramos Sucre vivió acosado por un insomnio incurable que lo llevó al suicidio en 1930 cuando tenía solo 40 años.

En el panorama de una poesía aún sujeta a la lírica y las formalidades de la rima, Ramos Sucre libera la poesía en la prosa, en giros narrativos y en metáforas vanguardistas. Darío Puccini establece que la poesía de Ramos Sucre encuentra elementos tanto del modernismo como del vanguardismo, sin pertenecer propiamente a ninguno de los dos movimientos, lo que apunta a su originalidad y la difícil clasificación de su obra. La poesía de Ramos Sucre tiene una clara intención universal, quiere alejarse de las tendencias criollistas y localistas y situarse en un mundo referencial cosmopolita, sin llegar a la impostura. La amplia cultura literaria del poeta le permitía reflejar en su escritura el espíritu de la época, la prosa poética podía acercarlo a la vanguardia, pero también la tradición poética, los mitos orientales, el movimiento romántico del Sturm und Drang, lo llevan a  construir un estilo “de extraordinaria perfección”, como establece Pérez Perdomo, “que, unido a su regusto por los temas exóticos y de la literatura clásica” lo presentan como un poeta fuera de su tiempo.

Ramos Sucre publica Trizas de papel en 1921; Sobre las huellas de Humboldt en 1923. Su libro La torre de Timón, de 1925, incluye sus poemas de Trizas de papel e incluye nuevos textos; y El cielo de esmalte y Las formas del fuego, ambos de 1929.

Publicamos en este número de Hispanophone una selección de la obra de Ramos Sucre y la  traducción al inglés realizada por el poeta y traductor Guillermo Parra. La traducción aparece en el libro José Antonio Ramos Sucre, Selected Works: Expanded Edition (Noemi Press, 2016).

De La torre de timón (1925)

El Fugitivo

Huía ansiosamente, con pies doloridos, por el descampado. La nevisca mojaba el suelo negro.

Esperaba salvarme en el bosque de los abedules, incurvados por la borrasca.

Pude esconderme en el antro causado por el desarraigo deun árbol. Compuse raíces manifiestas para defenderme del oso pardo, y despedí los murciélagos a gritos y palmadas.

Estaba atolondrado por el golpe recibido en la cabeza. Padecía alucinaciones y pesadillas en el escondite. Entendí escaparlas corriendo más lejos.

Atravesé el lodazal cubierto de juncos largos, amplectivos, y salí a un segundo desierto . Me abstenía de encender fogata por miedo a ser alcanzado.

Me acostaba a la intemperie, entumecido por el frío. Entreveía los mandaderos de mis verdugos metódicos. Me seguían a caballo, socorrido de perros negros, de ojos de fuego y ladrido feroz. Los jinetes ostentaban, de penacho, el hopo de una ardita.

Divisé, al pisar la frontera, la lumbre del asilo, y corrí a agazaparme a los pies de mi dios.

Su imagen sedente escucha con los ojos bajos y sonríe con dulzura.

The Fugitive

I was anxiously fleeing, with sore feet, through the hinterlands. The snow flurry was dampening the black ground.

I was hoping to save myself in the forest of birches, incurved by the squall.

I was able to hide in the antrum caused by the uprooting of a tree. I composed the manifested roots so as to defend myself from the brown bear, and scattered the bats with shouts and hand claps.

I was bewildered by the blow I had received on my head. I was suffering hallucinations and nightmares in the hiding place. I understood I would escape them by running further.

I crossed the quagmire covered with long, amplective reeds, and emerged into a second desert. I would abstain from lighting a camp re lest they reach me.

I would lie down in the open air, numbed by the cold. I was glimpsing the messengers of my methodical executioners. They were following on horseback, assisted by black dogs, with eyes of re and ferocious howls. The riders displayed, for a crest, a squirrel’s tail.

I could make out, when I reached the border, the light of asylum, and I ran to crouch at the feet of my god.

His seated image listens with lowered eyes and smiles gently.

Elogio de la soledad

Prebenda del cobarde y del indiferente reputan algunos la soledad, oponiéndose al criterio de los santos que renegaron del mundo y que en ella tuvieron escala de perfección y puerto de ventura. En la disputa acreditan superior sabiduría los autores de la opinión ascética. Siempre será necesario que los cultores de la belleza y del bien, los consagrados por la desdicha se acojan al mundo asilo de la soledad, único refugio acaso de los que parecen de otra época, desconcertados con el progreso. Demasiado alto para el egoísmo, no le obedecen muchos que se apartan de sus semejantes. Opuesta causa favorece a menudo tal resolución, porque así la invocación de un hombre en si descargo:

La indiferencia no mancilla mi vida solitaria; los dolores pasados y presentes me conmueven; me he sentido prisionero de la ergástulas; he vacilado con los ilotas ebrios para inspirar amor a la templanza; me sonrojo de afrentosaas esclavitudes; me lastima la melancolía invencible de las razas vencidas. Los hombres cautivos de la barbarie musulmana, los judíos perseguidos en Rusia, los miserables hacinados en la noche como muertos en la ciudad del Támesis, con mis hermanos y los amo. Tomo el periódico, no como el rentista para tener noticias de la fortuna, sino para tener noticias de mi familia, que es toda la humanidad. No rehuyo mi deber de centinela de cuento es débil y bello, retirándome a la celda del estudio; yo soy el amigo de los paladines que buscaron vanamente la muerte en el riesgo de la última batalla larga y desgraciada, y es mi recuerdo desamparado ciprés sobre la fosa de los héroes anónimos. No me avergüenzo de homenajes caballerescos ni de galanterías anticuadas, ni me abstengo de recoger en el lodo del vicio la desprendida perla de rocío. Evito los abismos paralelos de la carne y de la muerte, recreándome con el afecto puro de la gloria; de noche en sueños oigo sus promesas y estoy, por milagro de ese amor, tan libre de lazos terrenales como aquel místico al saberse amado por la madre de Jesús. La historia me ha dicho que en la Edad Media las almas nobles se extinguieron todas en los claustros, y que  a los malvados quedó el dominio y población del mundo; y la experiencia, que confirma esa enseñanza, al darme prueba de la veracidad de Cervantes que hizo estéril a su héroe, me fuerza a la imitación del Sol, único, generoso y soberbio.

Así defendía la soledad uno, cuyo afligido espíritu era tan sensible, que podía servirle de imagen un lago acorde hasta con la más tenue aura, y en cuyo seno se prolongaron todos los ruidos, hasta sonar recónditos.

In Praise of Solitude

Some would deem solitude the sinecure of the cowardly and the indifferent, in opposition to the criteria of the saints who renounced the world and by which they had a stopover of perfection and a port of fortune. In the dispute the authors of the ascetic opinion accredit superior wisdom. It will always be necessary for the cultivators of beauty and good, those consecrated by misfortune, to take shelter in the mute asylum of solitude, perhaps the only refuge of those who seem to be from another time, dis- concerted by progress. Too tall for egotism, they are not obeyed by many who separate themselves from their fellow men. Such a resolution often favours the opposite cause, because it was thus invoked by a man in his discharge:

Indifference does not taint my solitary life; past and present pains move me; I have felt myself a prisoner in the slave quarters; I have staggered with the drunk helots to inspire a love of restraint; I blush from ignominious slavery; I am hurt by the invincible melancholy of the conquered races. The captives of Muslim barbarism, the persecuted Jews in Russia, the miserable who are piled up at night like the dead in the city of the Thames, are my brothers and I love them. I take up the newspaper, not like the financier to have news of his fortune, but rather so I can have news of my family, which is all of humanity. I don’t avoid my sentinel’s duty toward all that is weak and is beautiful, retiring to my cell of study; I am the friend to the paladins who vainly sought death in the risk of the final long and dis- graced battle, and my memory is the forsaken cypress over the grave of the anonymous heroes. I am not ashamed of chivalrous tributes nor of antiquated gallantries, nor do I abstain from plucking in the mud of vice the dislodged pearl of dew. I avoid the parallel abysses of flesh and death, taking pleasure in the pure affection of glory; at night in dreams I hear its promises and I am, by the miracle of that love, as free from earthly ties as that mystic when he knew he was loved by the mother of Jesus. His- tory has told me that in the Middle Ages the noble souls were all extinguished in the cloisters, and that the evil were left with the dominion and population of the world; and experience, which confirms this teaching, when it gives me proof of the veracity that Cervantes made his hero sterile, forces me to imi- tate the Sun, singular, generous and proud.

Thus was solitude defended by one, whose afflicted spirit was so sensible, that he could be rep- resented by the image of a lake in accord even with the most tenuous aura, and in whose heart would be prolonged all noises, until they sounded remote.

De la vieja Italia

El caballero Leonardo nutre en la soledad el mal humor que ejercita en riñas e injurias. No lo consuela su palacio y, lejos de gozarlo, se aplica a convertirlo en caverna horrenda y sinuosa, en castillo erizado de trampas. Allí interrumpe el silencio con el aullido de cautivas fieras atormentadas. Recorre la ciudad desgarrando el velo medroso de la media noche con los golpes y las voces de secuaces blasfemos.

Antes de amanecer, con miedo a la luz, se recode a descansar de la peregrinación desnatural. Huye de mirar la belleza en la alegre diversidad de los colores repartidos en edificios y jardines, y solaza los ojos en la oscuridad confusa y en la sombra llana.

Encuentra en lecturas copiosas el consejo que induce a la maldad y el sofisma que la disculpa. Entretiene, por el recuerdo de encendidas afrentas, el odio hético y febril. Desvela a sus malquerientes con la amenaza de infalibles sicarios, con la intriga perseverante en que ocupa gentes de horca y de traílla.

Sigue sin esfuerzo la austeridad que endurece el alma de los malos. Niega extraterrenos castigos y venturas con amarga e imprecante soberbia. Desafía el sino de muerte sangrienta que despuebla su alcázar. Espera de su erizado huerto el prometido talismán de alguna flor de rojo centro en cáliz negro. Viste entretanto de luto el caballero siniestro y medita bajo el torvo antifaz.

Está rodeado de miedo y de silencio el palacio en que de día descansa o traza para la noche su delito. Morada ruidosa, ufana de antorchas, desde que las sombras agobian el resto de la cuidad, y urna de recuerdos y leyendas desde que el cadáver del enlutado señor muestra en el pecho abierto manantial de sangre, y figura el absurdo talismán. El pueblo se apodera de esa vida, y dice, con sentimiento pagano, que fue víctima de la noche y de sus vengativos númenes guardianes.

Of Old Italy

The gentleman Leonardo nourishes in solitude the bad mood he exercises in quarrels and insults. He is not consoled by his palace and, far from enjoying it, he applies himself to turning it into a horrendous and sinuous cavern, in a castle plagued with traps. There he interrupts the silence with the howl of tormented captive beasts. He crosses the city tearing the fearful veil of midnight with the blows and voices of blasphemous minions.

Before dawn, fearing the light, he gathers himself to rest from the unnatural pilgrimage. He flees from looking upon beauty in the happy diversity of colors spread across buildings and gardens, and brings solace to his eyes in the confused darkness and in the plain shadow.

He finds in copious readings the advice that leads to evil and the sophism that excuses it. He entertains, because of the memory of burning affronts, the consumptive and febrile hatred. He keeps his enemies awake with the threat of infallible assassins, with persevering and appalling intrigue, with the enterprise by which he busies people of the gallows and the leash.

He effortlessly follows the austerity that hardens the soul of evil ones. He denies supernatural punishments and ventures with bitter and prevailing arrogance. He de es the fate of a bloody death that depopulates his fortress. He expects from his rough garden the promised talisman of some flower with a red center in a black calyx. Meanwhile the sinister gentleman dresses in mourning and meditates under the fierce mask.

The palace where by day he rests or traces his crime for the night is surrounded by fear and silence. Noisy dwelling, proud with torches, once the shadows overwhelm the rest of the city, and urn of memories and legends ever since the cadaver of the man in mourning displays on his open chest a spring of blood, and figures the absurd talisman. The town takes control of that life and says, with pagan feeling, he was a victim of the night and of its vengeful guardian numens.

De Las formas del fuego (1929)

El remordimiento

El gentil hombre pinta a la acuarela una imagen de la mujer entrevista. La vio en el secreto de su parque, aderezada para salir a la caza, en medio de una cuadrilla de monteros armados de venablos.

El gentil hombre imprime la visión fugaz, marca la figura delgada y transparente.

Los caballos salieron a galope, ajando la hierba de la pradera lustrada por la lluvia. El gentil hombre se incorporó a la cabalgata, de donde toma la escena para el arte de su afición.

Recuerda las peripecias y los casos de la partida y, sobre todo, la muerte de su rival, precipitado dentro de un foso inédito en el curso de la carrera.

El gentil hombre fue inhábil para salvar la vida del jinete y llega hasta considerarse culpable. Abandona el pincel y se cubre con la manos el rostro demudado por las sugestiones de su mente sombría.

Remorse

The kind man paints a watercolor image of the glimpsed woman. He saw her in the secret of her park, dressed for the ride, amid a team of huntsmen armed with javelins.

The kind man prints the fleeting vision, marks the thin and transparent figure.

The horses left at a gallop, trampling the prairie grass polished by rain. The kind man incorporated himself to the cavalcade, from where he draws the scene for the art of his liking.

He recalls the events and cases of the departure, and above all, the death of his rival, precipitated into an unforeseen pit during the course of the race.

The kind man was unable to save the horseman’s life and he reaches the point of considering himself guilty. He abandons the paintbrush and with his hands covers the face altered by the suggestions of a somber mind.

Carnaval

Una mujer de facciones imperfectas y de gesto apacible obsede mi pensamiento. Un pintor septentrional la habría situado en el curso de una escena familiar, para distraerse de su genio melancólico, asediado por figuras macabras.

Yo había llegado a la sala de la fiesta en compañía de amigos turbulentos, resueltos a desvanecer la sombra de mi tedio. Veníamos de un lance, donde ellos habían arriesgado la vida por mi causa.

Los enemigos travestidos nos rodearon súbitamente, después de cortarnos las avenidas. Admiramos el asalto bravo y obstinado, el puño firme de los espadachines. Multiplicaban, sin decir palabra, sus golpes mortales, evitando declararse por la voz. Se alejaron, rotos y mohínos, dejando el reguero de su sangre en la nieve del suelo

Mis amigos, seducidos por el bullicio de la fiesta, me dejaron acostado sobre un diván. Pretendieron alentar mis fuerzas por medio de una poción estimulante. Ingerí el sedimento mismo de un mar gemebundo, frecuentado por los albatros.

Ellos se perdieron en el giro del baile.

Yo divisaba la misma figura de este momento. Sufría la pesadumbre del artista septentrional y notaba la presencia de la mujer de facciones imperfectas y de gesto apacible en una tregua de la danza de los muertos.

Carnival

A woman with imperfect factions and a calm gesture obsesses my thought. A septentrional painter would have situated her in the course of a familiar scene, so as to distract himself from his melancholic genius, besieged by macabre figures.

I had reached the room of the party in the company of my turbulent friends, resolved to make the shadow of my tedium fade away. We were coming from an episode, where they had risked their lives for me.

The transvestite enemies surrounded us at once, after blocking the avenues. We admired the rough and obstinate assault, the firm fist of the swordsmen. They wordlessly multiplied their mortal blows, avoiding any declaration with their voice. They backed off, broken and sulking, leaving behind the trail of their blood in the snow on the ground.

My friends, seduced by the party’s racket, left me laid out on a divan. They tried to encourage my strength by means of a stimulating potion. I ingested an unhealthy drink, a briny liquor with green reflections, the very sediment of a groaning sea, frequented by the albatrosses.

They were lost in the turning of the party.

I was glimpsing the same figure of this moment. I was suffering the grief of the septentrional artist and noticing the presence of the woman with im- perfect factions and a calm gesture during a pause in the dance of the dead.

De El cielo de esmalte (1929)

La redención de Fausto

Leonardo de Vinci gustaba de pintar figuras gaseosas, umbrátiles. Dejó en manos de Alberto Durero, habitante de Venecia, un ejemplar de la Gioconda, célebre por la sonrisa mágica.

Ese mismo cuadro vino a iluminar, días después, la estancia de Fausto.

El sabio se fatigaba riñendo con un bachiller presuntuoso de cuello de encaje y espadín, y con Mefistófeles, antecesor de Hegel, obstinado a ejecutar la síntesis los contrarios, en equivocar el bien con el mal. Fausto los despidió de su amistad, volvió en su juicio y notó por primera ve la ausencia de la mujer.

La criatura espectral de Leonardo de Vinci dejó de ser una imagen cautiva, posó la mano sobre el hombro del pensador y apagó su lámpara vigilante.

The Redeption of Faust

Leonardo da Vinci enjoyed painting gaseous, shady figures. He left in the hands of Albrecht Dürer, inhabitant of Venice, a copy of La Gioconda, noted for her magic smile.

That same painting came to illuminate, days later, the estate of Faust.

The sage exhausted himself quarreling with his presumptuous bachelor, with his lace collar and sprats, and with Mephistopheles, predecessor of Hegel, obstinate in executing the synthesis of contraries, in mixing good with evil. Faust bade him farewell from his friendship and noted for the first time the absence of the woman.

Leonardo da Vinci’s spectral creature ceased being a captive image, placed her hand on the thinker’s shoulder and blew out his vigilant lamp.

La huella

Una luz febril recorría los cielos en la noche del viernes santo.

Yo distinguía los perfiles de una ciudad oculta en la sombra y el símbolo de una escala de sones volátiles en el silencio penitente.

Yo me había asomado a la ventana después de consignar en un escrito los azares de una pasión ideal. Yo volvía el discurso al caso de Dante, a sus cuitas de amor en la cámara del sobresalto y amargura.

Yo sufría del arrojo de mi pensamiento. Una forma aviesa imitaba el objeto de mis devaneos y sugería con el ademán la vista de un suplicio.

El temporal, nacido en unos montes  lívidos, fugaba delante de sí el tumulto de las tinieblas y esparcía las voces de una multitud precita. Yo dije entre alabanzas el nombre soberano, cifra de mis anhelos, y el fantasma lacónico se deslizó en mi presencia, dejando en su vez un reguero de polvo.

The Trace

A feverish light was traversing the skies on the night of Good Friday.

I was distinguishing the pro les of a city hidden in the shadow and symbol of a scale of volatile sounds in the penitent silence.

I had leaned out the window after consigning to a piece of writing the fates of an ideal passion. I was veering the discourse to the case of Dante, to his troubles in love in the chamber of frights and bitterness.

I was suffering from the fearlessness of my thought. A perverse form was imitating the object of my dissipation and implying with a gesture the view of a torture.

The tempest, born in some livid mountains, was forcing the tumult of the darkness to escape ahead of itself and scattering the voices of a damned multitude. I spoke among praises the sovereign name, cypher of my desires, and the laconic phantasm slipped away from my presence, leaving in its place a trail of dust.

Omega

Cuando la muerte acuda finalmente a mi ruego y sus avisos me hayan debilitado para el viaje solitario, yo invocaré un ser primaveral, con el fin de solicitar la asistencia de la armonía de origen supremo, y un solaz infinito reposará mi semblante.

Mis reliquias, ocultas en el seno de la oscuridad y animadas de una vida informe, responderán desde su destierro al magnetismo de una voz inquieta, proferida en un litoral desnudo.

El recuerdo elocuente, a semejanza de una luna exigua sobre la vista de un ave sonámbula, estorbará mi sueño impersonal hasta la hora de sumirse, con mi nombre, el en olvido solemne.

Omega

When death finally arrives at my plea and its warnings have empowered me for the solitary journey, I will invoke a spring being, for the purpose of soliciting assistance from the harmony of supreme origin, and an in nite solace will settle on my countenance.

My relics, hidden in the womb of darkness and animated by a shapeless life, will respond from their exile to the magnetism of an unsettled voice, uttered on a naked coast.

The eloquent memory, like a meager moon over the view of a somnambulist bird, will disrupt my impersonal dream until the hour comes to plunge, with my name, into solemn oblivion.


Guillermo Parra (Cambridge, Massachusetts, 1970) es el autor de dos obras de poesía, Phantasmal Repeats (Petrichord Books, 2009) y Caracas Notebook (Cy Gist Press, 2006). En 2016 publicó sus traducciones Air on the Air: Selected Poems of Juan Sánchez Peláez (Black Square Editions) y José Antonio Ramos Sucre, Selected Works: Expanded Edition (Noemi Press). En 2017 se publicará su traducción de una novela de Israel Centeno, The Conspiracy (Phoneme Media). Vive en la ciudad de Clearwater, Florida.

 

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