Cuando entramos en contacto con muchas otras culturas, comprendemos que nuestra manera de entender las tradiciones y la Navidad, no es la única.
Por Katerine Castro Díaz
Llegó la Navidad, la época festiva más importante del cristianismo. Y con ella llegaron las cenas. Más allá del revestido simbolismo espiritual, las fiestas y celebraciones navideñas han adquirido un marcado carácter social: se traducen en grandes cenas familiares, una costumbre fuertemente arraigada en las familias latinoamericanas.
Cuando pienso en Navidad, por ejemplo, me transporto al Caribe colombiano, donde la cena del 24 de diciembre y el Año Nuevo son las de mayor importancia en el año. Mi recuerdo de infancia y adolescencia es que, desde temprano, las mamás y abuelas asumen la tarea de preparar el menú navideño. Luego, por la noche, papás, tíos, primos, hermanos y familia política están todos congregados alrededor de la mesa. Celebramos juntos, sí, y comemos.
Mi nuevo entorno en Canadá, me exigía ahora acordar un nuevo significado a esta celebración.
¿Navidad canadiense?
“La navidad canadiense” no es una, en singular. La celebración navideña tal como la conocemos, no es igual de importante para todas las familias canadienses. Como el país es producto de la inmigración, sus celebraciones especiales son igual de diversas. Tradiciones francesas, inglesas, irlandesas, escocesas, alemanas, noruegas, ucranianas e indígenas convergen en ritos navideños híbridos. Si a eso añadimos la diversidad religiosa, producto de migraciones contemporáneas, las tradiciones se multiplican y se entretejen aún más transformándose a su vez en una serie de festines que nos dejan un sinnúmero de celebraciones igual de importantes para cada cultura, al mismo nivel de lo que para los cristianos es la Navidad.
Lo cierto es que todas estas celebraciones coinciden en algo: la cena y el banquete vehiculan la máxima expresión de contacto personal y social. Cada gran hito social está marcado por, al menos, una gran cena en el año.
Hablar de la Navidad canadiense, es hablar entonces de una mutación de festividades, de la herencia cultural y de la travesía de distintas familias, cuya historia se refleja alrededor de la comida. Intrigada por ello, decidí explorar el significado de las celebraciones más importantes de algunos colegas de trabajo; sus relatos son un microcosmos de lo que es Canadá.
Anne-Marie (Quebec)
Anne-Marie es quebequense “de pura cepa” o de “pure laine”, como dicen aquí. Su esposo y sus hijos también lo son. Toda su familia nació y se crió en Quebec y todos son francófonos. Su fiesta navideña, al estilo franco-canadiense, es celebrada oficialmente el 25 de diciembre. Un banquete familiar gira en torno a la comida que año tras año preparan para esta época: pavo asado, paté y carne horneada se acompañan de verduras, papas y tourtière, una tarta típica de la región que es rellenada con cerdo. Los quebequenses aman la tourtière. De postre, galletas crocantes, donas y tortas. Este menú, según historiadores gastronómicos, data de los siglos XVII y XIX, desde la época de asentamiento de las colonias francesas en América del Norte. Dos siglos después, las costumbres se mantienen en la familia de Anne-Marie y la de miles de franco-canadienses que las pasan a sus hijos.
Craig Cag (Turquía)
Craig llegó a Canadá con su familia hace unos 23 años, cuando tenía tan solo 8 años. Originarios de Ankara, la capital de Turquía, se establecieron desde entonces en Montreal. Como el 99 % de la población turca, Craig y su familia son musulmanes, así que para ellos las festividades navideñas de diciembre no tienen el simbolismo de Occidente; en el Islam no se celebra la natividad de Jesús, así que no celebran la fiesta.
En Montreal, el 6% de la población es musulmana, haciendo de ésta la segunda religión más practicada luego del cristianismo. Para la familia Cag, en cambio, el “Kurban Bayrami”, la Fiesta del sacrificio – conocida como Eid al-Adha en el mundo árabe-, es uno de los periodos más santos e importantes del calendario islámico; 70 días después del fin del Ramadán, la fiesta reúne a los musulmanes en torno a la comida compartida.
Cada año la familia Cag celebra el Kurban Bayrami con un gran banquete familiar en el que abundan los sabores mediterráneos de su nativa Ankara: berenjenas y pimentones rellenos, tomates, perejil, junto con arroz ‘bulgur’, carne asada de un animal sacrificado −generalmente oveja o vaca y preparado según las normas halal−, así como pescado grillé, todo acompañado de aceitunas, aceite de oliva y yogurt. Tradicionalmente, se reparte la carne en tres porciones, “una para la familia, otra para los parientes y la última para los pobres”, analiza un investigador de estudios religiosos. Así, al día siguiente del Kurban Bayrami, Craig y su familia van a visitar familiares enfermos, hogares de ancianos o niños para llevarles parte de la carne sacrificada, obsequios y pasar el día con ellos, como agradecimiento por lo que han recibido durante el año.
Sarah-Gege Gu (China)
Sarah-Gege nació en Montreal hace 25 años, es la segunda generación de una familia inmigrante que se instaló en la ciudad desde hace más de 30 años. Sarah-Gege es hija única y para su familia, la cena de navidad “es más una festividad social” que cultural. Aunque en China hay oficialmente cinco religiones, más del 2% de la comunidad es católica, como los padres de Sarah-Gege. Aun así, la cena de navidad para la familia Gu es realmente una fecha móvil: pueden celebrarla con una cena íntima, o bien pueden dejar de hacerlo sin ningún reparo. En cambio, es la víspera del Año Nuevo Chino la fiesta de mayor impacto simbólico. Abuelos, tíos, primos, sobrinos, amigos se reúnen sin falta en una gran cena. “Los lazos y la unión familiar son de gran importancia en China”, dice Sarah-Gege.
Basada en el ciclo lunar, y generalmente celebrada entre enero y febrero, la víspera del Año Nuevo chino cambia cada año y se celebra igualmente alrededor de la mesa. La celebración, como la Navidad, incluye intercambio de regalos para atraer la buena suerte y prosperidad. Cada año, Sarah-Gege recibe de sus abuelos y padres un sobre rojo −llamado hongbao− lleno de dinero. En la cultura china es un símbolo de la buena suerte.
Durante la gran cena de Nochevieja, cada familia prepara diferentes platos: pescado, cerdo agridulce, pastel de arroz dulce y empanadas chinas o gyozas no pueden faltar en la mesa. La abundancia de comida representa la esperanza de prosperidad y buena fortuna en el futuro.
Pensar en una celebración canadiense, es pensar entonces en cada uno de estos relatos que se multiplican a lo largo y ancho del país.
Los últimos cuatro años, mis navidades han mutado; ya no busco mi “nueva y perfecta Navidad”. Navidad, Año Nuevo Chino o Kurban Bayrami coinciden en ser ese espacio al que nosotros le añadimos un valor especial. Develando el significado de nuevos lugares de encuentro, de nuevos grupos sociales, en éste, mi nuevo hogar, empiezo a descubrir nuevas formas de compartir y de construir. Por supuesto, siempre alrededor de una buena comida, aunque no sea Navidad.
Katerine Castro Díaz es comunicadora social colombiana, especializada en responsabilidad social y gerencia política, cuenta además con un magíster en ciencia política y asuntos internacionales. Luego de desempeñarse por casi 10 años como especialista en asuntos públicos e internacionales para diversas organizaciones internacionales (Colombia), en el año 2012 se radica en Montreal, Canadá, donde reside. En Canadá ha sido coordinadora de la Red de Estudios Latinoamericanos de Montreal (RÉLAM), y actualmente se desempeña como consejera de alianzas internacionales y comunicaciones en la Dirección de asuntos internacionales de la Université de Montréal.
(*) Artículo publicado inicialmente en: Mujeres en travesía