Está probado: en el habla, las mujeres tienen mayor capacidad que los hombres. ¿Hay un cerebro distinto para cada género? Enrique Pato abre camino a las respuestas.
Por Enrique Pato
Hasta hace unas décadas los científicos pensaban que los seres humanos nacíamos con un número de neuronas y que ese número se mantenía uniforme hasta la muerte. Hoy en día se sabe que el cerebro puede desarrollar procesos de neuroplasticidad y generar nuevas neuronas. Gracias a las imágenes neurodiagnósticas podemos ver el cerebro en funcionamiento (los sectores del cerebro que se iluminan).
Desde distintas posturas teóricas, la mayoría de los psicólogos defiende que hay una manera femenina de vivir y habitar el mundo y otra masculina. Otros rechazan esta idea. La pregunta a la que todavía no se ha dado una respuesta satisfactoria y definitiva es si la condición sexual o género (varón-mujer) alcanza a las estructuras neuronales, es decir si hay o no un cerebro de hombre y un cerebro de mujer, dado que el cerebro dicta las diferencias de conducta –hay inclinaciones innatas que no son producto de la socialización o de estereotipos culturales– y que existen diferencias sexuales en cuanto a la cognición. Las mujeres, por ejemplo, acceden al léxico de los colores con más facilidad que los varones, y presentan una ventaja en rapidez perceptiva (Delgado y Prieto 2003).
Las áreas del cerebro que nos interesan resumir en esta ocasión son las encargadas del lenguaje, de los procesos de conceptualización y del pensamiento, y para ello seguiremos principalmente los trabajos de López Moratalla (2007) y Fajardo Uribe (2008). En cuanto a los hemisferios cerebrales, se sabe que el izquierdo se encarga de los enfoques verbales y analíticos, y que el derecho hace lo mismo para los métodos espaciales y holísticos. Esta primera distinción tiene, entre otras, importantes repercusiones en la percepción, la memoria, los estilos de aprendizaje, la organización de los eventos y la personalidad. De este modo, el hemisferio izquierdo es el calculador y comunicativo, en él reside la facultad del lenguaje, de planear y ejecutar ideas, es racional, detallista, preciso y sensible al tiempo, memoriza y recuerda los nombres de objetos y expresa (no experimenta) los sentimientos y las emociones. Gracias a él tenemos una representación lógica de la realidad y somos capaces de interaccionar con el mundo exterior: comunicar, hablar, leer, escribir, contar, razonar, organiza la información, las creencias y las impresiones. El hemisferio derecho, por su parte, es emocional y en él reside la percepción sensorial, la motivación y los sentimientos; es el responsable de la comprensión de relaciones y patrones complejos, de la orientación, la identificación de personas y los contornos, y el encargado de centrar la atención y la intuición. Por todo ello, los conceptos elaborados en el hemisferio derecho son amplios y polifacéticos, mientras que los elaborados en el izquierdo son más precisos y detallados. En suma, se puede señalar que el hemisferio izquierdo está motivado para la atención y la acción enfocadas hacia fuera, y que el derecho lo está para las enfocadas desde el interior (López Moratalla 2007, Fajardo Uribe 2008).
Retomando la idea de las asimetrías sexuales o de género, parece estar comprobado que los niños son más hábiles en actividades físicas y que se sienten atraídos por los objetos en movimiento. Las niñas, en cambio, desarrollan antes las habilidades lingüísticas y se ven atraídas por las caras y las figuras.
Por su parte, las mujeres son más hábiles en tareas lingüísticas (reconocimiento de letras, rimas y significados), adquieren el lenguaje antes (fluidez verbal), desarrollan mejor las habilidades para el cálculo matemático, tienen menos riesgos de sufrir disfasia y dislexia, son más eficientes en pruebas de generar ideas, son más detallistas, tienen una mejor recuperación de datos de la memoria, captan de manera más global una situación y son capaces de atender y responder eficazmente a más de una situación a la vez. Los hombres, en cambio, tienen más facilidad para el razonamiento matemático, son más hábiles para tareas visuales y espaciales (distinción de fondo y figura), presentan más trastornos relacionados con el lenguaje y la escritura, saben mantener y manipular mejor una representación mental, son más hábiles para el razonamiento abstracto y la orientación espacial (lectura de mapas, tiro al blanco). En resumen, los estudios muestran que los hombres tienen más desarrollado el hemisferio izquierdo, es decir el cerebro racional, y las mujeres el área del lenguaje y el hemisferio derecho, que es el que controla la vida emocional (López Moratalla 2007, Fajardo Uribe 2008).
Por lo que respecta a la producción y la comprensión del lenguaje, se sabe que están alojadas en áreas distintas de nuestro cerebro: el área de Broca se ocupa de la producción del lenguaje articulado y el área de Wernicke de la comprensión del lenguaje (articulado y no articulado). Como señalábamos anteriormente, en general las mujeres tienen una activación de carácter más bilateral frente a tareas lingüísticas, es decir manejan un mayor tráfico de información entre los dos hemisferios. En los hombres, el área del lenguaje está lateralizada al hemisferio izquierdo. De este modo habría dos tipos de estrategias para resolver los problemas y procesar la información al elaborar una respuesta. El cerebro de la mujer sería de tipo ‘fluido’ (con un cableado cíclico) y el del hombre sería ‘encapsulado’ (con un cableado lineal). Ambos presentarían, pues, distinto recurso a los hemisferios cerebrales para acometer las diversas tareas. La estrategia femenina es de “recuerdo y reconocimiento” (racional) y percibe mejor los componentes emotivos (los cambios en el tono de voz, por ejemplo). La masculina es de “construcción y cálculo”. No obstante, no hay que olvidar que la repetición de las tareas mejora el rendimiento, pues estas áreas del cerebro son plásticas y cuanto más se realiza algo más neuronas se dedican a ello (López Moratalla 2007, Fajardo Uribe 2008).
Por último, varios estudios han probado que las mujeres poseen una capacidad mucho mayor que los hombres para el habla. El cerebro de la mujer es capaz de articular entre 6000 y 8000 palabras al día; el de los hombres entre 2000 y 4000 (Pease y Pease 2015). Parece, además, que las diferencias en las estructuras cerebrales indican distintos modos de procesar la información, de ahí que muchos de los malentendidos entre hombres y mujeres se deban a que confieren significados diferentes a expresiones iguales (López Moratalla 2007). Pero este es tema para otro trabajo.
Enrique Pato es doctor en Filología Española por la Universidad Autónoma de Madrid. Sus campos de investigación se centran en la gramática, con especial atención a la sintaxis, y en la dialectología y la variación, tanto histórica como actual. Investigador principal de varios proyectos, Corpus de la sintaxis dialectal del español peninsular (FQRSC), Sintaxis dialectal del español (CRSH), El español en Montreal y COLEM (Corpus oral de la lengua española en Montreal), ha coeditado varios volúmenes colectivos y actas de congresos y tiene publicados más de cuarenta artículos en revistas nacionales e internacionales. En la actualidad es profesor agregado en la Universidad de Montreal. Leer más artículos del autor.
Referencias (en español):
Delgado, A. R. y G. Prieto. 2003. “Diferencias sexuales en el acceso léxico al color”. Psicothema 15/3: 484-488.
Fajardo Uribe, L. A. 2008. “Aproximación a la relación entre cerebro y lenguaje”. Cuadernos de Lingüística Hispánica 11: 93-104.
López Moratalla, N. 2007. Cerebro de mujer y cerebro de varón. Madrid, Ediciones Rialp.
Pease, A. y B. Pease. 2015. Por qué los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los mapas. Barcelona, Editorial Amat.