LENGUA ESPAÑOLA: PAPÁ Y MAMÁ SON ÚNICOS

Por Enrique Pato, profesor de la Universidad de Montreal

Como usted bien sabe, la palabra mamá (del latín mamma) es una forma derivada de madre y papá (del latín papa) lo es de padre. Mientras que en las variedades americanas el uso de estos dos sustantivos es general, es decir no está limitado al habla infantil o al registro informal, en España papá y mamá se emplean especialmente entre los miembros de la misma familia (Me ha dicho mamá que vayas a verla, le dirá un hermano a otro), pero no entre personas adultas como sucede en América (Mi mamá quiere conocerte, le dice un amigo a otro, o una novia a su novio). Este aspecto ya lo señaló el propio Bartolomé de las Casas en su Apologética historia sumaria (1550) cuando escribe que las personas usan “mama [sic] por madre”. Volveré sobre la acentuación [má.ma] de la palabra más adelante.

Otras formas de mamá empleadas en español actual son ma (de uso en Puerto Rico, México, Guatemala, Costa Rica, Colombia, Ecuador, Perú, Paraguay, Uruguay y Argentina), amá (País Vasco, México, Guatemala, Honduras y Venezuela) y mami, hipocorístico de valor afectivo. De papá también se han creado las formas papi (afectuoso), pa, apá (Estados Unidos, México, Guatemala, Honduras, Costa Rica, Colombia, Venezuela y Chile), tata (como forma de respecto) y bato (de origen caló, y que hoy en día se emplea en México, Guatemala, Honduras y El Salvador como sinónimo de ‘muchacho, hombre’).

Lo interesante de mamá y papá es que, siendo nombres comunes, en ocasiones pueden comportarse como si fueran nombres propios (denominativos que distinguen a las personas). De este modo, aparecen sin artículo y dan referencia única al sintagma en el que se encuentran, como en Una foto {de mamá ~ de María} en la playa, a diferencia de lo que sucede con otros nombres de parentesco como hermano, abuela o tío con los que no es posible omitir el artículo (*Una foto {de hermano ~ abuela ~ tío} en la playa). No obstante, en algunas variedades (la chilena, por ejemplo) el uso del artículo con mamá y papá es habitual, como cuando el padre le dice al hijo: “Yo estoy solo acá, la mamá se quedó en el auto” (El castigo, 2022). En este contexto esa ‘mamá’ solo puede hacer referencia a ‘tu mamá’ (la madre de Lucas, el niño protagonista de la película).

En relación con esto último, papá y mamá también pueden aparecer sin pronombre posesivo, sobre todo cuando la persona que habla se dirige a un familiar directo, como en Papá tenía razón. En otras variedades, como la mexicana y las centroamericanas, el uso del posesivo aparece incluso entre los miembros de la misma familia. Un ejemplo es cuando un hermano le dice a otro: “No le hables así a mi mamá”, y esa ‘mamá’ es la misma madre de los dos hermanos.

Por otro lado, es necesario recordar la influencia de la lengua francesa en el cambio de acentuación de mamá y papá. En efecto, hasta el siglo XVIII estas voces eran llanas, su acento recaía en la primera a (/máma/, /pápa/), pero luego pasaron a ser agudas por interferencia de maman y papa (voces francesas). Leandro Fernández de Moratín escribió un poema, dedicado a los niños de Arnao (Asturias, en 1819), en el que se hace eco de esta influencia francesa (gigot, fricot, paté): “Ayuno de convento/ no lo apetezco yo,/ que si falta el sustento/ se olvida el mi re do./ Con espárragos,/ con alfónsigos,/ y con nísperos,/ y con rábanos./ ¡Que mal entonaré!/ ¡Que mal entonaré!/ Mamá, mamá, mamá,/ gigot, fricot, paté, ¡eh!”. Sin embargo, en algunas obras anteriores, como el Galateo español (1582) de Lucas Gracián Dantisco, o La pícara Justina (1605) de Francisco López de Úbeda, ya aparece registrado el uso de mamá (con supuesta acentuación aguda, según las ediciones publicadas).

Por último, desde el punto de vista léxico, estas voces no han creado un término para designar a la persona a la que se le muere un hijo o una hija. En este sentido, la relación padre/madre → hijo/hija se ve como unidireccional, ya que si un hijo pierde a sus padres queda huérfano/huérfana, y si uno de los cónyuges fallece su pareja queda viudo/viuda. En cambio, cuando los padres pierden a un hijo siguen siendo padres (de otros hijos), o pueden serlo de nuevo. Es ley en la naturaleza. En estos casos la Academia propone emplear la locución huérfano de hijo(s), aunque este uso no ha cundido en ningún registro ni comunidad hispanohablante. A este respecto, la Federación Española de Padres de Niños con Cáncer ha solicitado a la Real Academia Española que incluya en el Diccionario de la lengua española la palabra huérfilo, para hacer referencia a la pérdida de un hijo. A día de hoy esta voz todavía no figura en el diccionario, porque su uso –documentado desde, al menos, 2017– es limitado.

En otras lenguas como el hebreo sí existe el término para hacer referencia al padre o la madre que ha perdido a un hijo o una hija. Es hore shakul, y su origen está en el Libro de Jeremías (18:21), traducido al español como “mujeres sin hijos”, en francés como “femmes privées d’enfants” y en inglés como “wives childless”. Este tema ha sido tratado ampliamente en la literatura (Cicerón, Víctor Hugo, Mark Twain, Miguel Hernández, Francisco Umbral, Isabel Allende) y el cine (Todo sobre mi madre; Tres anuncios en las afueras; La habitación del hijo; Oraciones para Bobby; Mammal, entre muchas otras).

Con todo, el uso de la lengua española resulta sencillo unas veces y complejo otras. El hecho de que no tengamos una voz patrimonial o naturalizada para designar la condición de ‘perder a un hijo’ nos muestra que existen vacíos léxicos. Mamá y papá son nombres de referente único, pues cada ser humano solo tiene un padre y una madre de manera natural; en cambio, se puede tener un hermano o más, cuatro abuelos, etc. El empleo de mamá y papá está más extendido y es más frecuente en las variedades americanas que en las europeas, donde su uso se restringe al contexto infantil o familiar más cercano. Este hecho marca una diferencia dialectal entre España y América que debe ser conocida y enseñada en clase de ELE: el uso de mamá y papá desde el nivel A2, y la noción de ‘perder a un hijo/hija’ desde el nivel B2, según marca el Plan curricular del Instituto Cervantes.

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