Alirio Díaz Guerra: poeta, soldado y exiliado

Retrato de Alirio Díaz Guerra (fuente: Kanellos, Nicolás. Hispanic Immigrant Literature: el sueño del retorno. Austin: University of Texas Press, 2011),

En 1914, el poeta colombiano Alirio Díaz Guerra publicó la hoy considerada primera novela sobre inmigrantes en EE.UU.: Lucas Guevara. Político y exiliado, Díaz Guerra se alzó en armas en su país y un día desapareció en Nueva York sin dejar huella.

Por David Arias

No es raro en la historia de la literatura encontrar ejemplos de escritores que en algún momento tomaron las armas para defender una causa. En lengua hispana, tal vez el caso más famoso es el de Miguel de Cervantes, autor de El Quijote, también conocido como “el manco de Lepanto”, justamente por su participación en dicha batalla y las lesiones personales que sufrió a consecuencia de esta.

Es coincidencia que la primera novela sobre inmigrantes latinos en los Estados Unidos se haya publicado en 1914, año de inicio de la Primera Guerra Mundial. También es coincidencia que el autor de esa obra, llamada Lucas Guevara, haya sido un colombiano quien para entonces vivía en Nueva York, y que ese escritor, además de poeta y novelista, haya sido también soldado. Desconocemos si su libro fue leído. Tampoco sabemos si se vendió bien y qué tipo de acogida tuvo entre los lectores. Solo sabemos que la edición de Lucas Guevara estuvo a cargo de una editorial llamada New York Printing Company y que su autor es Alirio Díaz Guerra, un nombre no muy sonoro ni promisorio para alguien que intentaba hacerse un lugar en la literatura.

Para ese entonces, Díaz Guerra contaba con cincuenta y dos años y llevaba cerca de veinte viviendo en los Estados Unidos. ¿Cómo había llegado este escritor, nacido en una provincia colombiana, a Nueva York?

Sabemos que Díaz Guerra provenía de una familia liberal de Sogamoso, Boyacá. Su padre, Nicolás Díaz, había ocupado el cargo de Tesorero Federal de la República de Colombia (Kanellos y Hernández, 2002: 800). Desde temprano el joven Alirio mostró inclinación por la literatura, destacándose en la composición poética. Fue así como publicó diferentes poemas en periódicos bogotanos, y a los veinte años editó su poemario Ensayos literarios, de corte romántico (ídem), prefigurando en algunas de sus líneas su condición de exiliado.  En 1884, con escasos veintidós años, Díaz Guerra fundó el periódico El Liberal, especie de tribuna desde la cual ejerció oposición al recién electo gobierno conservador de Rafael Núñez.

Uno de los objetivos de Núñez era reformar la constitución de Rionegro de 1863, la cual, inspirada en la de Estados Unidos, tenía un marcado acento federalista. Los principios de esta fueron abrazados por los “liberales radicales”, una facción del partido liberal a la cual pertenecía Díaz Guerra. En vista de que esta se hallaba amenazada, y no viendo opción distinta de preservarla que la revolución, los liberales decidieron alzarse en armas. Fue así como de ser una promesa de la literatura y del periodismo, Díaz Guerra pasó a ser un alzado en armas, tomando parte en una de tantas batallas que durante el siglo XIX asolaron el territorio colombiano. La batalla de La Humareda, acaecida en junio de 1885, marcó el final de la derrota liberal y el comienzo del exilio de Díaz Guerra. Este episodio fue en su momento rememorado por el autor de Lucas Guevara en su libro autobiográfico Diez años en Venezuela:

La suerte fue adversa al liberalismo; y pocas semanas después de la hecatombe de La Humareda, comprendiendo que no era posible persistir en la lucha con la más pequeña probabilidad de éxito, decidí salir del país. Pude llegar a Barranquilla, y en esa ciudad supe que, próximamente, procedente de Europa, tocaría en Puerto Colombia el vapor “Lafayette”, de donde seguiría a Colón, para regresar directamente a La Guaira (1933: 9).

Más adelante, en este mismo relato, Díaz Guerra nos cuenta que efectivamente llegó a La Guaira el 15 de junio de 1885 en el susodicho vapor “Lafayette” (ibídem: 13). El largo exilio de Díaz  Guerra apenas comenzaba.

Una serie de circunstancias afortunadas, sumadas al hecho de que algunas personas en Venezuela tenían conocimiento del origen del escritor, se conjugaron para facilitar que este último se integrara en los círculos políticos venezolanos. En efecto, Díaz Guerra tuvo la suerte de emplearse como secretario privado del entonces presidente venezolano, el general Joaquín Crespo. Años más tarde, derrocado el general, Díaz Guerra pasó a ocupar el cargo de Director de Educación Pública. Cuando Crespo regresó para un segundo mandato, Díaz Guerra fue designado por el mismo general como Secretario de Estado. Algunas palabras de su autobiografía dan cuenta de su admiración por Crespo, la cual se hacía extensiva al pueblo venezolano. No pasó mucho tiempo para que el joven Alirio contrajera  matrimonio con María Luisa Rodríguez España, dama “huérfana de padre, un caballero español de alta alcurnia […] miembro de una familia de  ilustre abolengo, descendiente, en línea directa, del célebre patriota José María España, jefe del primer movimiento por la Independencia de Venezuela en 1797” (ibídem: 127). Se sabe que con ella tuvo hijos, el segundo de los cuales falleció siendo aún pequeño (ibídem: 201-2). Mientras tanto, Díaz Guerra continuó publicando poesía y artículos de carácter político en el periódico “La Opinión Nacional” de Caracas.  A excepción del hijo malogrado, la vida parecía sonreírle al poeta y ahora flamante funcionario del gobierno venezolano.

Corría 1895. Díaz Guerra tenía treinta y tres años cuando se vio involucrado en una conspiración. A través de la publicación de unas cartas que fueron descubiertas y publicadas en un diario panameño, se ponía en evidencia que el escritor incitaba y organizaba desde el exilio una revolución que derrocaría al gobierno conservador colombiano. Tal situación puso en aprietos al gobierno de Joaquín Crespo, pues se evidenciaba que de alguna forma este colaboraba con el proyecto de Díaz Guerra. El incidente se resolvió por la vía diplomática: Díaz Guerra renunció a su cargo y fue obligado a salir del país. En un lapso de diez años, el autor se encaraba nuevamente con el exilio. Esta vez el vapor habría de conducirlo mucho más lejos. Nada más y nada menos que a Nueva York.

A partir de ese momento los datos de su periplo no son muy claros. Se sabe que ocupó por tres años el cargo de Director de la Oficina General de la República de Colombia. También viajó por Europa y, a su regreso a Nueva York, trabajó como representante de ventas para la compañía farmacéutica Sharp & Dohme (Browitt, 2005). Se dice también que ejerció como corresponsal para varios periódicos latinoamericanos y que entretanto publicó algunos volúmenes de poesía (Nuevas poesías, Últimas rimas, Otoñales, entre otros) y un par de novelas, la ya citada Lucas Guevara y otra que lleva por título May y que al menos hasta hace un tiempo era objeto de  búsqueda de los estudiosos de su obra. A comienzos de la década de 1930 Díaz Guerra hizo un par de viajes a Venezuela, uno de los cuales inspiró la redacción de su ya citado libro Diez años en Venezuela, escrito, según él, a instancias de sus amigos. Esta obra, que cubre el periodo que el autor pasó en Venezuela, fue publicada en dicho país en 1933. El rastro de Díaz Guerra se pierde a su regreso a Nueva York. La fecha exacta de su muerte se desconoce, lo mismo que el lugar donde reposan sus restos mortales. Se cree, sin embargo, que este debió fallecer en algún momento de finales de los años treinta. Es posible que Díaz Guerra haya sido un autor más prolífico de lo que se cree. Por ello, una valoración más completa de su obra así como de su personalidad literaria son todavía tareas pendientes para los investigadores literarios.

Referencias bibliográficas

BROWITT, Jeff (2005). “En híbrida mezcolanza: Exile and Anxiety in Alirio Díaz Guerra’s Lucas Guevara”. Critical Studies. 30.1, (20): 225-244.

DÍAZ GUERRA, Alirio (1933). Diez años en Venezuela. Caracas: Élite.

KANELLOS, Nicolás e Imara Liz Hernández (2002). “Lucas Guevara: la primera novela de inmigración hispana a los Estados Unidos”. Hispania, 85, 4: 795-803.


David Arias  es integrante del comité editorial de la Revista Hispanophone. Lea más artículos del autor.

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