Libros: Reconstrucción de hechos, de Diego Creimer

En estos 17 cuentos Diego Creimer explora, con el pulso de un cronista, temas como la identidad, la memoria y el país del recuerdo.

Autor: Diego Creimer
Editorial Lugar Común (2016)
141 páginas

Reconstrucción de hechos (Lugar Común, 2016) de Diego Creimer, es un libro sin nacionalidad. Por supuesto, la etiqueta más fácil para negar lo anterior sería decir que se trata de un libro argentino escrito en Canadá, o de un  libro latino-canadiense, si se quiere, pero ambas denominaciones serían injustas y simples. Resultaría más atinado, sin embargo, pensar en Reconstrucción de hechos como un libro que construye y reconstruye su nacionalidad (es decir, su identidad y su memoria) a la manera en que se reconstruyen los hechos de cada uno de los cuentos y relatos que narra. Es, al mejor estilo borgeano, un libro que alude a un parentesco universal: la mirada y la imaginación se amplían cuando la experiencia personal trasciende el mero localismo en su contacto con otras naciones y otros saberes.

Pero lectores, estén tranquilos. Ninguno de los 17 cuentos que conforman este volumen se adentra, de manera académica o filosófica, por esos caminos. Aquello está latente en el trasfondo de cada hecho reconstruido, de cada porción de memoria recuperada en un intento por completar el rompecabezas de la identidad de sus narradores y, por qué no, de su Narrador-Autor. Lo inmigrante —tema a penas natural en ese híbrido inasible que solemos llamamos literatura latino-canadiense— está presente, sí, pero no desde la experiencia dura de la migración, sino desde la mirada lúcida, imaginativa, dueña de un humor fino, a ratos sosegada y siempre precisa de una serie de personajes que, como Creimer, se encuentran adaptados a su nuevo medio, plenamente compenetrados con esa otra hibridez inasible de la multiculturalidad.

En este libro, Creimer hace de la reconstrucción de hechos, no de la exposición de los mismos, una técnica literaria. Sus años de periodista no pasaron en vano y en sus relatos esto se evidencia en la manera como arma sus historias desde la precisión de un cronista. El primer cuento de esta colección, que da título al libro, es una enorme metáfora de lo anterior. La reconstrucción policial de un accidente automovilístico entre dos personajes opuestos, antípodas uno del otro, deja al lector con la extraña sensación de haber asistido a un evento crucial: un choque de autos encierra lo fútil, lo banal, pero también lo complejo de la vida.

A partir de ahí, cada personaje de Creimer intentará reconstruir no sólo los hechos del relato que desea narrarnos, sino también la manera como en esos hechos se encierra la complejidad de su propia historia personal, de su memoria perdida o de su país del recuerdo. En medio de ese proceso, sus personajes conviven con una multiculturalidad que los redefine constantemente. Creimer ve al otro como un todo, como una complejidad tan lejana y cercana a la suya propia, pues entiende su dolor y su esperanza, tal como sucede en Denendeh. En este relato, en apariencia autobiográfico, el narrador, un periodista radial, visita con un amigo boliviano, también  periodista (dicho sea de paso, el también escritor Rufo Valencia), una aldea Inuit en la tundra canadiense. En medio del frío y del desierto blanco, dos latinoamericanos se acercan a la cultura aborigen y comprenden el dolor de su raza como un mismo dolor compartido.

La capacidad de Creimer para ficcionar hechos reales queda manifestada en los últimos cuatro cuentos del libro. Puntos y comas, Adiós a la CIA, El club y Los remitentes, conforman una serie por sí solos, en los que el autor reconstruye a través de un mismo alter-ego, y como si se tratara de un cronista de ficción, los avatares de la radio pública canadiense, reflejo de sus años como reportero.

A medida que intentan reconstruirse a través de sus hechos, los personajes del libro están yéndose o regresando de un sitio o de un recuerdo. En Mariposas en el estómago el personaje deja su país y llega a Nueva York para hacer una nueva vida; la nostalgia por lo dejado, y su intento inconsciente por recuperarlo, se transforma en una patología que el personaje canaliza a través de una serie de pesadillas a manera de viejas películas vista en los teatros de su país natal. En Bosque de álamos el narrador acaba de comprar la vieja casa de su padre y regresa a su país para reencontrarse con su pasado mientras vuelve a armar el antiguo tren eléctrico que su padre le regaló cuando niño. En el primer cuento, el cine es un pretexto literario para hablar de la memoria; en el segundo, la metáfora se completa a través de un juguete, como en la película de Wells.

La vida de los personajes se convierte entonces en un irse y en un regresar constante en busca de la propia existencia; a veces, como en el cuento Reconstrucción de hechos, sucede que nos chocamos en el medio entre el ir y el venir, y toda reconstrucción queda incompleta. Sin embargo, en pleno proceso de construcción, la literatura latino-canadiense (si es que este concepto existe) encontrará en este libro de Diego Creimer una pieza clave para su armado.

GFR